Agradezcamos a William Blake el préstamo del titular y, sin más dilación, al lío. La historia es bien conocida: a mediados de los años 90 del siglo XX Bowie comienza a darle vueltas a la idea de armar un álbum regrabando piezas de juventud editadas en sencillos, caras B y demás. La empresa la lleva a cabo allá por 2001, pero Virgin, su compañía discográfica (Heathen, su nuevo disco saldría en 2002 con Sony Music) le da largas y el álbum (salvo filtraciones piratas) duerme el sueño de los justos hasta hoy. Hablamos del muy comentado Toy (Iso / Parlophone), con esa portada que muestra a un Bowie híbrido, publicado como uno de los 11 volúmenes que configuran el boxet Brilliant Adventure (1992-2001), pero también lanzado con carácter propio en una cajita (la que nos ocupa) acompañado por otro CD con mezclas alternativas y alguna pieza extra, y un tercer disco «desenchufado y ligeramente eléctrico». O sea, tres versiones de piezas inicialmente lanzadas entre 1964 (de ese año es Liza Jan, publicada por un Bowie aún llamado Davie Jones & The King Bees) y 1971, año en el que firmó Shadow Man. En medio, cosas como You Got A Habit Of Leaving, I Dig EverythingThe London Boys, Can’t Help Thinking About Me... Un Bowie, en definitiva, previo al éxito de Space Oddity (1969), muy influido por las bandas inglesas sesenteras y, pese a lo escrito en Conversation Piece, dando muestras de lo que luego se confirmó como un talento extraordinario. O sea, Toy se escucha muy bien, y las mezclas alternativas resultan francamente atractivas y gozosas.   

Curtido en los surcos de la búsqueda artística con formaciones como Claustrofobia y Bohemia Camerata, Pedro Burruezo, místico del tiempo presente, editó en 2020, con Nur Camerata, Al Andalus S. XXI, disco en el que los aromas del Magreb y del Mashreq se enredaban con otras vibraciones sonoras. Ahora, Burruezo & Nur Camerata afianzan su apuesta con al-Majnún (Satélite K), con título en árabe que significa loco, y contenido que navega con rumbo abierto y sinuoso por el Mediterráneo, en hermosa demostración de convergencia de herencias musicales y de cómo abordar las tradiciones sin dejarse atrapar por la arqueología. Burruezo contradice con sentido al poeta León Felipe: sí que hay locos en España; él es, inmaculada y afortunadamente, uno de ellos.

Innovación artística

En agosto de hace dos años, en el festival oscense SoNna, escuchamos al chelista Mattieu Saglio en solitario y quedamos arrobados por la magia de su música. Revisó entonces las composiciones de El camino de los vientos, que, junto a algunas piezas inéditas, disfrutamos ahora en Live In San Javier 2021 (Pulpito Records), acompañado por Steve Shehan (percusión), Christian Belhome (piano y teclados y Léo Ullmann (violín) y varios invitados, en una soirée en la que el brillante compendio de músicas que concita el chelo de Matthieu adquiere dimensiones aún más arrebatadoras.

«Macbeth –nos dice Harold Bloom en Shakespeare. La invención de lo humano– nos excede en energía y tormento, pero también él nos representa y lo descubrimos más vívidamente dentro de nosotros cuanto más profundamente cavamos». Macbeth es el que habita sin remordimientos en el gran personaje shakesperiano, porque «la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia y que no significa nada». Bien, pues Joel Cohen ha plasmado en The Tragedy Of Macbeth, película producida por Apple TV+ que se podrá ver en su plataforma una vez que concluya el pase por un reducido grupo de salas de cine, tal vez el mejor Macbeth de la gran pantalla. Rodada en blanco y negro y en formato cuadrado, con Denzel Washington y Frances McDormand como protagonistas, la cinta dibuja un Macbeth grávido, situado en unos decorados que recuerdan al cine expresionista alemán, y muestra a un director maestro en recursos expresivos. Puro cine, sin olvidar que la pieza viene del teatro, con unos intérpretes que dicen (no farfullan) el verso y una certera banda sonora compuesta Carter Burwel (está editada en formato digital) por Universal Music.

Ensayos para conocer el presente

«Hemos llegado a la conclusión de que no es cierto que practicar sexo con un robot sea algo moralmente rechazable», escribe el italiano Maurizio Balistreri en Sex Robot. El sexo y las máquinas (Biblioteca Nueva / Malpaso). En este vigoroso ensayo el profesor italiano plantea preguntas valientes y respuestas contundentes. Con las primeras, especialmente, recorre todo el espectro de dudas éticas, algunas no poco incómodas, que surgen en ese tipo de relaciones sexuales. He aquí una: «¿Por qué matar a alguien en un juego de roles es moralmente aceptable y violar a un niño robot o hacerlo en un videojuego tiene que ser algo horrible y reprobable?». Lean.

Y La casa del ahorcado. Cómo el tabú asfixia la democracia occidental (Debate), de Juan Soto Ivars, es uno de los ensayos más lúcidos que pueda uno echarse al cuerpo. El tiempos de extrema corrección política, de fake news y de esa vaina infumable llamada cultura de la cancelación, el libro de Soto Ivars arroja muchísima luz sobre el uso indiscrimidado del tabú como arma arrojadiza. El lenguaje, lo tribal, la tecnología, la política, la religión, la identidad de género... Juan menta la cuerda y tira de ella con fuerza y sin prejuicios.