–¿Es el ridículo algo intrínsicamente humano?

–Sí, los animales no tienen sentido del ridículo. Es una cuestión intelectual del hombre, una construcción, un problema de distanciamiento. 

–¿Y también una protección? Al menos, así lo utiliza Marcial, su protagonista.

–Y también una debilidad. Pero es bueno que tengamos cierto sentido del ridículo. Lo vemos a menudo en los redes sociales, hay gente que no tiene el menor sentido del ridículo y si lo tienen, lo ocultan, porque hay que ver que cantidades de situaciones ridículas vemos. Marcial tiene el miedo a hacer el ridículo que es tener miedo a la opinión ajena. Cuando uno depende mucho de ella, siempre está pendiente de si hace el ridículo, de si lo miran, si no lo miran, si tendrá bien esto, si el pelo… La opinión ajena es tiránica y el ridículo depende mucho de la mirada de las demás.

 –La novela también habla de esa dualidad amor–odio, está claro que a usted le gustan las dualidades.

–No, no, no, no es que me hayan gustado, es que van juntos. El amor y el odio van juntos como tantas otras cosas. No es que yo haya dicho nada. Además, yo me limito a contar una historia, no me manejo en términos abstractos, en el mal y el bien. Imagínate que a Dostoievski le preguntan sobre lo que está escribiendo y dice que una novela sobre el bien y el mal. Lo que él hubiera dicho es algo como es la historia de un estudiante que vive en Moscú en una pensión… El que cuenta una historia no incurre en ese tipo de alegorías pero es verdad que el bien y el mal vertebra la visión del protagonista de mi novela. Todo porque es alguien que ha salido de la infancia dolido con el género humano, con el prójimo, tiene la dignidad herida y su orgullo le obliga a precaverse de las ofensas que le puedan causar. El odio y el amor están más próximos de lo que se cree, de amar a alguien podemos pasar a odiarle en un momento.  

«La opinión ajena es tiránica y el ridículo depende mucho de la mirada de las demás»

–¿De dónde sale esa voz de Marcial?

–Lo importante de un libro es encontrar una voz y esa voz la conocí hace muchísimos años, hace treinta y pico. Escribí un día unas líneas sobre un individuo que no es admitido en casa de la amada y él está ofendido porque otros son admitidos pero él no. Pero, bueno, yo tengo docenas y docenas de cuadernos de escribir por escribir, ejercicios literarios que se me olvidan, pero esa historia, esa música, se me quedó, porque en esa voz había un carácter, una manera de ser. Y ya dije, alguna vez tengo que hacer hablar a este personaje. Lo pensaba y fui posponiéndolo hasta que en marzo del 2020, cuando nos confinaron, no tenía nada mejor que hacer, y dije voy a ver qué tiene que contar esa voz que siempre recordaba. Él empezó a hablar y hablar y de ahí sale esta novela, Una historia ridícula.

–¿Conoce bien a ese tipo de personas?

–Yo he conocido a muchos Marciales, de una mediana cultura, de un mediano pasar, gente mediana pero que tiene respeto por la cultura, por el saber. Alimentan eso a través de esa culturilla que se hace zapeando aquí y allá, un poco de una enciclopedia, un poco de una televisión , de un artículo del periódico. Ellos creen que es una cultura digna y tienen su propia filosofía y su manera de ver la vida. He tratado con muchos Marciales a lo largo de la vida, a la gente ilustrada la he conocido más tarde, siempre me movía en ambientes más bajos y ahí conocí a mucha gente con ínfulas culturales.

"Marcial se mueve dentro de las miserias humanas y todos conocemos el odio igual que el amor, la hipocresía, la gula… Lo que pasa es que disimulamos"

–La novela es desasosegante por momentos porque enfrenta al lector a una realidad que casi le explota en la casa.

–Es posible, eso cada lector lo sabrá. Pero si es verdad que quizá Marcial es un poco, sin querer serlo, descendiente de los viejos bufones de Shakespeare, que son los que dicen las verdades. Se les permite decir las verdades porque son bufones y nadie se los toma en serio, son verdades que no ofenden demasiado porque están dichas por esta gente. Marcial se mueve dentro de las miserias humanas y todos conocemos el odio igual que el amor, la hipocresía, la gula… Lo que pasa es que disimulamos.  

–La esencia del ser humano...

–Esto es muy viejo, todos intentamos aparentar más de lo que somos sobre todo cuando queremos seducir. Cuando hay un negocio por en medio todos aparentamos y los políticos, por supuesto. Lo vemos de un modo descarado y mintiendo sin pudor. En este país se ha dado licencia de corso a la mentira. A veces creemos que vivimos en una época nueva, distinta, qué va, el hombre siempre ha sido así. Y depende de las circunstancias, ahora existe internet, las redes… es una variante de la naturaleza humana en la que hay cosas maravillosas, gente estupenda y también impostores e hipócritas. 

–Antes me hablaba de esos cuadernos que tiene, ¿los relee buscando historias?

–No, ya los he releído, son solo ejercicios. A veces les pongo como título Tontunas. Yo no he sabido vivir sin escribir, simplemente. Era escribir por escribir en una letra diminuta y sin interlineado. Desde los 15 años no he parado de escribir, tengo docenas y docenas de cuadernos, hace poco aparecieron 40 cuadernos en el trastero desde el año 1975.  

–¿Ya tiene en mente un nuevo proyecto?

–Primero vamos a acabar con la promoción porque además publiqué no hace mucho y he tenido una vida literaria muy intensa últimamente. Ahora lo que quiero es desverbalizar, descansar un poco, limpiar la mirada. Hay que tener la mirada limpia para escribir como la tenían los griegos en la antigüedad que miraban con esa lúcida inocencia. Es bueno estar un poco en barbecho.