El centro Joaquín Roncal de Zaragoza está inundado por Pokémons, consolas de la década de los 90, violentos retratos e, incluso, una reinterpretación fiestera de Las meninas de Velázquez. Ira Torres ha transformado la sala i_10 del centro en un homenaje a la cultura pop y al proceso artístico.

Los dos motivos más importantes en toda obra artística, al menos para Torres, son su mensaje y el camino recorrido hasta el resultado final. El estilo, las técnicas o el formato son elementos secundarios, subyugados siempre a los dos primeros. «En esta muestra hay diferentes discursos o estilos, pero el leitmotiv es siempre el mismo», explica la artista zaragozana, que ve en ¿Juventud perdida? «el retrato de mi propia generación». Para Torres, solo se puede convertir en arte aquello que se conoce, por eso habla «de aquellos temas que sí he vivido».

Frente a los artistas que evocan a tiempos pasados o se aventuran a explorar a través de sus pinceles, esta zaragozana prefiere convertir su obra en algo más presente: «No me gusta representar las cosas que no sé, ni hechos que sucedieron antes, porque mucha gente ya habló de ello con anterioridad». De ahí que sus cuadros en el Joaquín Roncal sean representaciones de ella misma: «Somos hijos de la globalización, del consumo rápido y de la tecnología».

La cultura pop es capital en la muestra. ANDREEA VORNICU

Esta última parte de la definición es la que el visitante podrá observar de un vistazo: varias Gameboys, fruto de colaboraciones de Torres con otros artistas, adornan las paredes con motivos japoneses, de videojuegos o de pura naturaleza. «Es un patio de recreo hecho con las consolas que utilizamos de pequeños», bromea Torres, que defiende la unión de los artistas en torno a una creación, siempre y cuando todos den el máximo: «Para trabajar conmigo solo hay dos requisitos: tener pasión por el arte y ser buena gente».

La zaragozana acaba de superar la treintena y no tiene claro si es artista emergente, consagrada –tiene su propio estudio desde hace siete años– o una «sabia de la tribu, por como me miran algunos de los alumnos del bachillerato de bellas artes». Para ella, la Torres de 2022 se sigue pareciendo a la adolescente que «dibujaba sus propios mangas y pasaba las tardes viendo anime». Aunque, como en toda evolución, siempre hay diferencias: «Cuando empecé me preocupaba mucho por la técnica y por lo que se dice pintar bien, pero ahora estoy desaprendiendo, es otro proceso».

Bajo ese crecimiento personal y artístico, que Torres ha aprendido que no se pueden separar, su creación se sostiene en que «nadie me pide hacer nada y soy yo la que quiere seguir pintando». «Acordarse siempre de por qué has empezado y saber que el arte es proceso, nunca producto», enumera Torres como sus mantras, a los que añade la autocrítica: «Nadie me puede decir algo que yo no me haya dicho antes».

Óleo sobre madera, una de las técnicas favoritas de Torres. ANDREEA VORNICU

La primera feria

Torres se estrena la próxima semana en Justmad, uno de los encuentros de arte emergente más importantes, celebrado en Madrid. La aragonesa, que por primera vez estará en una gran feria, llevará a la capital una recopilación de toda su obra, incluida algunas de esas piezas en las que los videojuegos son parte fundamental.

Torres también irá a Madrid con su máxima de que «el arte es proceso y nunca producto»: la zaragozana presentará una obra inacabada en su estand. «Quiero que el público vea todo lo que hay detrás de una obra, no que solo mire la pieza final», sentencia Torres, que pretende hacer al visitante «partícipe del proceso creativo del arte».