Hay actitudes que permanecen irreductibles por mucho tiempo que pase. Hace dos siglos los escritores románticos se enfrentaban al orden establecido expresando sin pudor y con violencia sus sentimientos exacerbados; y más de cien años atrás, los modernistas seducían con sus versos que acariciaban el oído, moldeando el lenguaje hasta convertirlo en un juguete dorado y brillante. Ante esas figuras y esas maneras de concebir y plasmar la creación artística, resulta evidente que algunas de las corrientes actuales llevan las de perder. Y no deja de ser paradójico que adoptando formas y estéticas de antaño el resultado sea mucho más fresco que cualquier novedad que se publicite hoy como tal.

Esa impresión es la que se tiene al leer Bibelot poeta, poemario de Pablo Delgado que ha publicado Javier Cinca Monterde, acompañando los versos de las pulcras ilustraciones de Yil. En otros de sus libros, tanto en prosa como en verso, Pablo Delgado había dejado ya bien claro su gusto por la literatura de principios del siglo XX, en particular la transitada por los modernistas y la gente de la bohemia. De todos ellos coge el autor prestado para este libro, que cuenta la historia destilada de un poeta amante de la luna que prueba las satisfacciones y los sinsabores de la poesía, solo o en compañía de otros, y que se enfrenta al mundo para dejar oír su voz.

Si el fondo es todo un clásico de la literatura, especialmente desde el Romanticismo, no lo es menos la forma: el poemario está compuesto de rondeles, estrofa caprichosa y de precisas reglas de estructura, métrica y rima, venida directamente de la poesía medieval francesa e indirectamente de los simbolistas y modernistas de entre los siglos XIX y XX. Pablo Delgado recoge gustoso el reto de componer su historia a través de este metro, y moldea de este modo un poemario que, en su anacronismo, resulta más innovador que mucha poesía de la que hoy en día se lleva, tan llena de puntos y aparte y poco más.