En el año 2019, David Jiménez publicó El director (Libros del K.O.), en el que narraba su experiencia al frente del diario El Mundo y en el que denunciaba la mala salud que tenía el periodismo español. Tres años después, el periodista y escritor lanza El corresponsal (Planeta), una novela ambientada en su experiencia en Birmania como reportero.

De aquellas vivencias a mediados de los 2000 se extrae que el tiempo para los corresponsales quizá ha pasado. "Ha habido un deterioro del interés de lo que pasa en el mundo, tanto en los políticos, como en los periodistas y en los ciudadanos", asegura Jiménez, que lamenta "el poco espacio" que los medios nacionales dan a los conflictos ajenos, "hechos que también nos afectan a nosotros". La caída del periodismo internacional es, para el periodista, algo que se veía venir: "Internacional nunca fue la niña bonita de las redacciones, sino una sección que servía para dar prestigio al medio".

El corresponsal está situada en plena Revolución Azafrán, una revuelta popular que intentó llevar la democracia a Birmania, sumida en una dictadura militar en la que aún se mantiene. La novela funciona como "un homenaje a un oficio en vías de extinción", ya que Jiménez considera que es complicada la vuelta de "la edad dorada de los reporteros, porque los medios se han dado cuenta de que es más rentable hacer una tertulia con colaboradores gritando en vez de mandar a alguien a cubrir la noticia".

Experiencia personal

No se esfuerza Jiménez en ocultar que su novela bebe de su propia vida, ya que durante más de quince años fue el corresponsal en Asia de El Mundo. "Me he nutrido de mi propia experiencia", confiesa el autor, que admite que le habría resultado "mucho más complicado" crear una historia completa desde cero. "La gracia de esta novela es dejar al lector con el misterio de saber qué me pasó de verdad y qué no", termina.

Una ficción que le ha servido para contar, más cercano al entretenimiento, los entresijos de la vida de los corresponsales: "No mitifico a los reporteros, enseño su lado más oscuro, para demostrar que también son personas". Con personajes inspirados en algunos de sus colegas en el frente -"algunos compañeros ya han reconocido a los personajes reales, yo que pensaba que no iba a hacer más enemigos con este libro..."- y otros, como en el caso de Kenji Nagai, completamente reales. Nagai fue asesinado por un soldado durante la Revolución Azafrán, tal y como vivió Jiménez en 2007, tal y como lo cuenta en El corresponsal.

"A todos en el periodismo nos llega el momento de pensar si lo hecho ha servido para algo"

David Jiménez - Periodista, autor de 'El corresponsal'

Junto a la descripción de Birmania y al viaje que su último libro supone para el lector, Jiménez también muestra el camino vital de Miguel Bravo, un joven periodista que se enfrenta a su primera corresponsalía con la ilusión del principiante: "Es la historia de un reportero que cree que va a cambiar el mundo con sus crónicas y asume que va a ser el mundo el que le va a cambiar a él".

El camino de Bravo se cruza con el de Daniel Vinton, un veterano periodista que se encarga de descubrir al joven todo lo que su profesión esconde. Como define Jiménez, ambos "recorren la misma carretera, aunque en direcciones completamente opuestas". Es inevitable, para el propio autor, identificarse con uno: "Me temo que estoy más cerca de Vinton, porque a todos en el periodismo nos llega el momento de pensar si lo hecho ha servido para algo".

En defensa del periodismo

Entre toda esta crítica a la situación de los medios informativos y a la apuesta por formatos de baja calidad, se intuye en Jiménez lo mismo que le sucede al propio Vinton: es imposible tener un sentimiento tan grande de desilusión si no se ama mucho. "Mi visión crítica del periodismo es por el amor que tengo a la profesión", defiende el exdirector de El Mundo.

"Ya en El director animaba a hablar de los problemas que tenemos dentro de la profesión", recuerda Jiménez, que considera que la credibilidad del periodismo crece "cuando este empieza a criticarse a sí mismo".

El periodista barcelonés vive entre la esperanza y la tristeza, entre la búsqueda de soluciones para el futuro y el lamento de la situación presente. "El periodismo en España no tiene ninguna intención de regenerarse", sentencia un Jiménez que anima a sus compañeros a "asumir la posición que tenemos y a denunciar las malas prácticas internas".

"El periodismo es el mejor oficio del mundo si te dejan ejercerlo con libertad, pero tampoco es Disneyland", certifica Jiménez. "Si no quieres tener enemigos ni problemas, abre una tienda de dulces, porque aquí siempre se tienen", culmina el periodista que, pese a todo, anima a los jóvenes a practicar esta profesión: "A un alumno de periodismo le diría que cada vez que le cuenten que no se puede hacer periodismo, se den la vuelta y empiecen a hacerlo".