Admirado sin condiciones por sus seguidores, y observado de reojo por un sector de la crítica musical, Bunbury es, más allá de otras y notables cualidades artísticas, carne de escenario. Sí, las grabaciones dan la medida de su nivel creativo (fluctuante, como cada artista) y de sus búsquedas sonoras, pero es en directo donde sus propuestas muestran su expresión más completa. Y no es solo (siendo mucho) que, como Dylan (salvadas todas las distancias, no se me alteren), adapte en vivo viejas y nuevas canciones para dar unidad a cada gira; se trata, principalmente, de su concepción del espectáculo: voz, gesto, atuendo, luces, escenografía, actitud de los músicos que le acompañan…

Crecido en el camino del exceso escénico que abrió Héroes del Silencio, Bunbury hizo un amago de ruptura con la incomprendida gira de Radical sonora, su primer disco en solitario, pero después, con Pequeño cabaret ambulante, volvió a pensar como un Wagner del rock: a lo grande. En Diván. Conversaciones con Enrique Bunbury, el libro de entrevistas que publiqué en el año 2000, contaba el músico que él, cuando va a un concierto, quiere el pack completo; o sea, desde el vestuario del artista a la disposición escénica. Y esa entrega que pedía a los demás la ha aplicado a sus propias actuaciones.

Teatral y manierista, Bunbury ha hecho del escenario el lugar de los sueños en el que representar todos los personajes que componen la extensa novela musical de sus canciones, ofreciendo, además, uno de los directos más poderosos del rock (o lo que sea lo que haga) en español. Cierto es que su oferta no tiene que ser necesariamente aplaudida por todos, pero incluso desde la indiferencia más absoluta hacia su obra se puede reconocer su magnetismo sobre las tablas.

Ahora, parece que problemas de garganta lo retiran prematuramente de los conciertos (las redes sociales ya se han llenado tanto de comentarios de escépticos que consideran el anuncio de su marcha una estrategia comercial, como de escritos de quienes creen que las dificultades que tiene con la voz son un castigo a su vanidad). Bien, seguirá componiendo, grabando discos y produciendo, y puede que un día, si encuentran remedio para sus males, retorne pausadamente a los directos. De momento esperemos que pueda terminar la gira de 2022, que le traerá a Zaragoza, antes de agitar los pañuelos de la despedida. Y cuando llegue el momento de ondearlos despidámoslo, sin un ápice de connotaciones peyorativas, como el rey de la comedia.