La sociedad creativa formada por el director de cine Eloy de la Iglesia y el guionista Gonzalo Goicoechea consechó su prestigio con la verdad que desprendía su cine. Muy pegado a su presente, cintas como El diputado, El pico, Colegas o La estanquera de Vallecas llevaron a la gran pantalla realidades que en los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia todavía estaban silenciadas, con las drogas y la homosexualidad como protagonistas. Una manera de entender este arte que les supuso grandes polémicas, problemas con la censura y disputas con el establishment del momento. Galopa y corta el viento fue otro de aquellos casos. Un proyecto escrito en 1981 tan controvertido que nunca llegó a rodarse, y cuyo guión ha recuperado ahora la editorial niños gratis.

El texto narra el amor imposible entre un abertzale y un guardia civil andaluz destinado en el País Vasco de los años de plomo, a principios de los 80. Aquella era una España todavía oscura en la que tan solo hacía un par de años que la homosexualidad había sido dejada de ser perseguida por ley, y ambos creadores ya habían desatado un importante revuelo por lidiar con ella en El diputado (1978). Fueron muchas las dificultades para sacar el guion adelante. Algo que lo convirtió de paso en una pequeña leyenda del cine español. Además de ese texto, el libro incluye un prólogo del escritor Eduardo Mendicutti en el que relaciona sus vivencias de la época con las de los autores, y una edición crítica del zaragozano Eduardo Fuembuena, uno de los mayores especialistas del cine de de la Iglesia, quien pone en contexto el borrador y hace un análisis del momento social y político de la época.

Para Fuembuena, Galopa y corta el viento tiene tanta importancia porque en aquel proyecto «el deseo chocó con la realidad de forma menos escorada que con cualquier proyecto anterior de Goicoechea y De la Iglesia como pareja de guionistas. Nunca antes habían llegado, y nunca después llegarían, a ese grado de militancia política en el abogar por la libertad de cualquier individuo, fuera cual fuera su patria y orientación sexual», cuenta a este diario.

‘Por culpita de un querer’

La historia, que toma el nombre de un verso de la canción Mi jaca de Estrellita Castro, se teje alrededor de un amor imposible entre Manolo, un guardia civil andaluz desplazado al País Vasco, y Patxi, un abertzale. El primero es un joven que ha acabado en la benemérita por no haber encontrado otro trabajo mejor, casado y con un hijo a punto de nacer. El segundo, en cambio, viene de una familia muy ligada al movimiento independentista, que regenta una tienda en el pueblo donde está ubicada la trama y cuya hermana es militante de ETA.

A partir de una serie de encuentros, los dos acabarán teniendo un romance que vivirá diferentes fases, pero que ninguno de los dos podrá abandonar. Lo complicado de la relación es que, más allá de que puedan ser enemigos a ojos de las personas cercanas, su relación no es viable porque la homosexualidad, en esa época y en sus diferentes ambientes, es todavía algo implanteable. Un hecho que los convierte en apátridas, en dos auténticos desplazados.

Amenazados cada uno por sus entornos cercanos, el romance termina con los dos acribillados mientras pasan una noche juntos. Para darle más fuerza a ese momento, el texto no esclarece del todo si han sido asesinados por las fuerzas del orden o por la banda terrorista. Además, como apunta Fuembuena en la edición crítica, el guion se basó en una noticia real que contaba que una pareja formada por un policía nacional y un peluquero fueron asesinados por ETA en unas condiciones parecidas a las de los protagonistas.

El texto también se puede leer como una crónica de los sangrientos primeros 80 en el País Vasco y en España. En el 81 ocurría el 23-F, episodio con el que empieza el guion; ETA venía de sus dos años más cruentos, con 84 y 93 asesinatos en 1979 y 1980 respectivamente; y con la heroína, que también tiene un papel importante en el guion (como en tantas películas de De la Iglesia) torciendo la vida de muchos jóvenes. Esa era, según Fuenbuena, la forma en que el director entendía el cine. «Sobre todo a partir de El diputado. Aunque hay una excepción, ya que Otra vuelta de Tuerca [adaptación del célebre texto de Henry James] es una crónica interior del propio Eloy, su autobiografía encubierta», explica.

Tal era el engarce con la realidad de su cine que del texto de Galopa y corta el viento hay una versión más tardía, de 1985, porque cuando volvieron a intentar rodarla, el momento sociopolítico era otro, con Felipe González en el gobierno y España afrontando un momento de modernización a todos los niveles. Una actualización del texto que no podemos leer en el libro, pero que Eduardo Fuembuena cruza con el guion de 1981 a través de notas a pie de página.

La imposibilidad de rodarlo

Aunque el proyecto despertó gran interés, e incluso en un artículo de la revista Fotogramas se llegó a decir que el rodaje era inminente, el guion nunca llegó a transformarse en material audiovisual. Las razones fueron múltiples: desde las diferentes presiones que recibieron por los temas tan delicados que trataba, incluidas las del diario abertzale Egin, hasta financieros, porque no disponían de subvenciones para poder rodarla. También la autocensura y el miedo. En el libro se incluyen unas declaraciones de Eloy de la Iglesia en las que cuenta que tanto él como Gonzalo empezaron a recibir amenazas sobre el peligro que corrían si grababan este guion. Fue una razón importante para que desistieran de hacerla. Como sostiene Fuembuena con cierta solemnidad, «en la base de todas las razones y motivos siempre se encontrará el miedo y la intolerancia de los hombres».

En el centro, Eloy de la Iglesia, durante el rodaje de 'El pico 2' (1984).

La desilusión por no llegar a rodarla tampoco en el segundo intento supuso también un punto de inflexión en la historia personal de estos dos amigos. Porque, aunque en 1981 «Gonzalo Goicoechea y Eloy de la Iglesia eran uña y carne, su colaboración profesional y su relación amistosa estaban en la práctica consumidas en 1986, después de la experiencia desastrosa (en términos económicos, que no artísticos) que supuso Otra vuelta de tuerca, producción de Goicoechea para Gaurko Filmeak, una compañía de la que ambos eran socios mayoritarios».

El final a su relación llegaría de la mano de La estanquera de Vallecas, una cinta que Fuembuena califica como espléndida, pero que hizo que a partir de entonces la vida de los creadores no fuera más la misma. «Aquella película los enterró como cineastas -explica el experto-. Sin duda, pagaron el precio más alto por su osadía de radiografiar la España constitucional, después de nueve años de democracia, y no dejar títere con cabeza». Y sentencia: «Porque ser honesto y riguroso todavía se penaliza en este sistema cultural».