Javier Cercas ha presentado esta tarde en Zaragoza su nueva novela, El castillo de Barbazul (Tusquets), en la que Melchor Marín, un años después de lo ocurrido en Independencia, ya no es policía y trabaja como bibliotecario. La novela, la tercera del proyecto Terra Alta, comienza cuando desaparece su hija en Mallorca.

-Cuando ganó el Planeta con Terra Alta aseguró que su objetivo era reinventarse. Acaba de publicar la tercera novela de este proyecto, El castillo de Barbazul, ¿ya se ha reinventado Javier Cercas?

-La reinvención fue ya la primera. Era mi propósito, encontrar un escritor nuevo dentro de mí mismo, una declinación, una versión nueva, que tiene elementos del anterior pero también es nuevo. Un escritor tiene que estar en perpetua renovación, te diría incluso que una persona tiene que encontrar a todas las personas que hay dentro de sí mismo. Montaigne decía que hay tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás. Somos multitud y yo lo que busco es encontrar todos los escritores que hay en mí. Creemos que somos uno pero no. Este proyecto sí es un experimento especial, que conserva rasgos de lo anterior, pero es la única forma de hacer cosas nuevas, sobre todo a cierta edad. Voy a cumplir 60 años, si te conformas con lo que ya tienes y te conviertes en un imitador de ti mismo, estás muerto como escritor. Ojo, en la literatura y en todo. Bob Dylan siempre es el mismo y siempre es distinto. Eso es lo que quiero ser yo.

«Cuando la literatura y el arte pierden la conexión con lo popular, están perdidos»

-Lo que no ha abandonado es ir a la esencia misma del ser humano. Aquí entra en la corrupción, el poder del dinero, el abuso sexual…

-No es algo que haya buscado, surge de manera natural. Un escritor no escribe solo con la razón, escribe también con lo irracional. Tú estás en contacto con el mundo y las cosas que pasan influyen. El asunto de la violencia de las mujeres está desde la primera novela de esta Terra alta. Ese asunto que aquí es central, lo estaba desde la primera novela, porque matan a su madre y a su mujer. ¿Por qué aflora ahora en mis libros algo que no había aparecido hasta ahora? Porque no era un asunto que para mi generación estuviera sobre la mesa ni en la educación ni en los medios,… pero desde que el mundo es mundo la mitad de la humanidad ha tenido a la otra mitad postergada, marginada, sometida… No es una opinión, es un hecho. Incluso Aristóteles, uno de los hombres más sabios del mundo, escribió que las mujeres eran inferiores, pero es que todo el mundo lo pensaba en su época. Eso ha sido siempre y solo hace muy poco tiempo nos hemos dado cuenta de eso. La violencia contra las mujeres es un hecho cotidiano que solo contabilizamos desde el 2001 en España, antes ocurría exactamente igual o mucho peor. En España cada hora hay dos agresiones sexuales y no es una excepción, no es que seamos más machistas aquí. Era un elefante que teníamos en casa y no nos habíamos dado cuenta de que vivíamos con eso. ¿Lo he hecho deliberadamente? No, apareció un personaje para el cual la violencia contra las mujeres era un hecho personal. Para cualquier persona decente, esto te hace vomitar pero para Melchor Marín es una cuestión personal y, por eso, reacciona de una manera peculiar. Yo soy sensible a eso irracionalmente y este nuevo Javier Cercas se ha encontrado con una forma de abordar este asunto que antes no existía. A eso me refería cuando decía que hay que renovarse para contar cosas nuevas.

"Solo hay dos tipos de literatura, la buena y la mala, todo lo demás es verborrea»

-¿Y la corrupción?

-La corrupción no la hemos inventado ahora, ha existido desde siempre, ahora la combatimos con los instrumentos que tenemos que no son muchos y por eso surge en estas novelas.

-Hablando de reinventarse, Melchor, su protagonista, también lo ha hecho, ahora es un bibliotecario, ¿qué ha sucedido?

-Es algo que ha sucedido de manera inevitable también. Es un tipo muy peculiar, más que nadie que yo conozca, cuya vida ha sido brutal y al que la literatura le cambia la vida al descubrir Los miserables en la cárcel. Los libros se convierten en algo esencial para él aunque sea policía. Melchor es el mejor lector que yo conozco y se casa con una bibliotecaria. En la segunda parte se le impone la voluntad de dejar de ser policía porque ya no tiene sentido por una serie de cosas y entonces se le impone como algo natural ser lo que había sido su mujer. Como dice un policía amigo de Melchor, quien ha sido policía nunca deja de ser policía. Y Melchor reacciona como un policía cuando su hija desaparece. Todo policía sabe que las primeras horas tras una desaparición son las esenciales y por eso va directo a Mallorca cuando descubre que su hija ha desaparecido.

El escritor Javier Cercas, este miércoles, en su visita a este diario. JAIME GALINDO

-¿Ya ha asumido que le digan que está de lleno en el género negro?

-Es que en el fondo siempre sentí que escribía novelas policiacas. No solo eso sino que todas las novelas que a mí me importan desde El quijote para acá son novelas policiales en el sentido de que en todas hay un enigma y alguien que lo intenta descifrar y eso es la esencia del género. Es verdad que en Terra alta hay un policía y un crimen en la primera página pero, ¿la de ahora es policial? Me da lo mismo. Yo escribo siempre la mejor novela que puedo escribir, mejor dicho, lo intento. Si es policial, negra, blanca,… me trae sin cuidado. Soy consciente de que todavía hay gente que piensa que es un género menor, sobre todo los críticos, los lectores no. Hay gente supuestamente culta que piensa eso, pero quien dice eso no sabe qué es la literatura, no hay géneros mayores o menores sino formas mejores o peores de usar los géneros. En la tragedia hay escritores muy buenos pero también hay mucha basura y con el policial igual, hay gente muy buena como Allan Poe o Borges pero también hay mucha basura. En definitiva, solo hay dos tipos de literatura, la buena y la mala, todo lo demás es verborrea.

«Cuando la literatura y el arte pierden la conexión con lo popular, están perdidos»

-Me lleva de lleno al debate sobre la supuesta distinción entre novela popular y culta.

-Es absurdo, no tiene sentido. Sí hay una cultura popular pero, mira, la mejor literatura siempre se ha alimentado de lo popular. Nuestro tiempo literariamente vive de supersticiones, o sea de falsedades. De clichés acuñados hace un siglo y algo. Es una evidencia. Y malentendidas, una de esas supersticiones, quizá la fundamental, es aquella que dice que la buena literatura es secreta, minoritaria, casi de catacumba. Esto es una superstición que surge de un malentendido hace un siglo y medio. Nunca ha sido así, El Quijote es la mejor novela que se ha escrito nunca y la gente dice que es para eruditos, qué disparate, quien dice eso no sabe lo que es El Quijote, una novela popular que fue un éxito fenomenal en su época, un best seller. Shakespeare era un escritor esencialmente popular. Ni Cervantes ni Shakespeare eran escritores serios en su época, Shakespeare no era ni literatura y Cervantes nunca hubiese ganado el Premio Cervantes como decía José María Valverde. Los grandes novelistas del siglo XIX eran enormemente populares, Víctor Hugo, Balzac, Dickens, Tolstoi, los poetas, Byron… No estoy diciendo, sería una idiotez, que solo la cultura popular sea buena literatura. Lo que digo es que la literatura popular no necesariamente es mala literatura y que lo mejor que le puede suceder a la novela es que vuelva a ser popular y relevante, que le vuelva a decir cosas a la gente y en ese sentido es un hecho que la gran literatura siempre ha tomado la energía de lo popular para convertirlo en otra cosa.

-¿Y sus novelas dónde las colocamos?

-No he querido escribir novelas populares, nunca me ha preocupado, a mí lo que me preocupa es escribir el mejor libro posible. Eso es un trabajo tan grande que no te da tiempo a pensar en nada más. Es un trabajo ingente, ¿cómo voy a saber yo si es popular? Lo que sí es cierto es que este género, el policial, es popular, pero también lo era la de caballerías, el drama o la comedia. ¿Y qué? Lo que cuenta es lo que se hace con eso, a veces se hacen cosas muy buenas y otras malas. Esa distinción entre lo popular y lo culto existe pero es mucho más compleja de lo que se suele pensar. Celebramos los 100 años del Ulises, quien no entiende que es un libro de corazón popular, es que no lo ha leído, está lleno de chascarrillos, de bromas, el juego de palabras salvaje, porno… Surge de lo popular. Cuando la literatura y el arte pierde la conexión con lo popular está perdido, se convierte en una cosa académica, de museo, de cartón piedra. Ha sido así a lo largo de la Historia.

-Por volver a la novela, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a aguantar que el dinero lo tapa todo?

-La respuesta está en la propia novela. Desde que el mundo es mundo, el dinero significa impunidad, esto es una obviedad. Pero frente a esa impunidad, que es la del poder, hemos inventado algunos mecanismos y el más perfecto que hemos inventado se llama democracia. Hay un personaje que dice, cuanto mejor es una democracia, menos impunidad consiente. Es el capitán Carrasco, un exguardia civil que es la encarnación de la integridad. Eso es así. Acabar con la impunidad es como querer acabar con los abusos sexuales, nunca vamos a acabar con ellos, es como querer terminar con el egoísmo pero la lucha contra eso es lo que importa. De lo que se trata es de reducirlo al mínimo, si pudiera desaparecer sería maravilloso pero la democracia perfecta no existe.