El estreno de Le sacre du printemps representado por los Ballets Russes de Diaghilev en el Teatro de los Campos Elíseos de París, el 29 de mayo de 1913, con música de Stravinsky y coreografía de Nijinsky es, en opinión del historiador Modris Eksteins, uno de los acontecimientos que señala el origen de lo moderno, y anticipa la violencia de la Gran Guerra. 

Con el estallido del conflicto mundial, en julio de 1914, la compañía se disolvió hasta que Diaghilev, su director, logró un contrato con el empresario norteamericano Otto Kahn, en enero de 1916. Fue durante la gira por Estados Unidos cuando recibió la invitación del conde de Cazal, encargado de la Comisaría Regia del Teatro Real de Madrid para viajar a España. Diaghilev no quiso perder la oportunidad de regresar a Europa y, tras dejar a Nijinsky a cargo de un grupo en Estados Unidos, llegó a España con el resto de la compañía en mayo de 1916. El día 26 el Teatro Real de Madrid acogió con entusiasmo la primera representación de los Ballets Russes en España. Entre el numeroso público asistente no faltó Manuel de Falla, amigo de Sergei Diaghilev desde los años de su estancia en París, que acudió con Joaquín Turina y se hizo cargo de las presentaciones con las personas de su círculo más próximo. Muy pronto, el domicilio de María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra se convirtió en el lugar de reunión donde activar proyectos comunes en los que iban a participar los más destacados artífices de todas las disciplinas, con el propósito de hacer una «obra total», siguiendo la idea de Wagner.

Picasso con los hermanos Polunin, en Londres.

Pudo ser durante una representación musical en la residencia del matrimonio Martínez Lejárraga donde Diaghilev y el coreógrafo y bailarín Léonide Massine escucharon por vez primera Noches en los jardines de España de Falla, a quien acompañaron a Granada para asistir a la representación que tuvo lugar en el Palacio de Carlos V, en junio de 1916. A pesar de su insistencia para escenificar la obra, deseosos como estaban de enriquecer el repertorio con ballets inspirados en temas españoles, Diaghilev y Massine no lograron convencer a Falla, que les propuso adaptar a ballet la pantomima de El corregidor y la molinera, basada en la novela El sombrero de tres picos de Pedro Antonio de Alarcón, en la que estaba trabajando para la compañía de teatro de los Martínez Lejárraga. A finales del verano se firmaron los contratos y Falla comenzó a trabajar en la partitura que quiso presentar con una pequeña orquesta de la Filarmónica de Madrid, y la dirección de Turina, en el Teatro Eslava de Madrid, el 7 de abril de 1917, para tener claras las modificaciones que debía incorporar. María Lejárraga, autora del libreto, no podía estar más de acuerdo, y así se lo transmitió por carta el 22 de junio: «En resumen: es algo como meter el tercer cuadro suprimido dentro del segundo. El final, tal y como estaba, siempre me pareció a mí demasiado rápido, y me parece que, habiendo posibilidad de añadir personajes y accesorios, cuanta más gente y más ruido haya para terminar, mejor resultará la obra». Diaghilev y Massine se mostraron también de acuerdo con los cambios introducidos a su regreso a Madrid para iniciar nueva temporada. Llegaron de París, tras el estreno de Parade, con Picasso, autor de la escenografía y el vestuario, que no dudó en implicarse en el nuevo proyecto.

Conocedor del proyecto de Falla y de su necesidad de dedicar más tiempo a estudiar bailes locales y música para traducir la jota y la farruca a un lenguaje moderno, su amigo Zuloaga le invitó a viajar a Fuendetodos con motivo de la inauguración de las escuelas que se habían construido en un corral junto a la casa donde nació Goya, convertida en un museo de reproducciones fotográficas de sus obras, y la colocación del monumento a Goya encargado a Julio Antonio. El 8 de octubre de 1917, Manuel de Falla y la cantante polaca Aga Lahowsha se unieron a la «romería espiritual» a Fuendetodos. Los actos se iniciaron con una misa en la iglesia parroquial; Lahowska, acompañada al clavecín por Falla, cantó música de Fauré. Tras los actos programados, Aga Lahowsha se atrevió con la jota tradicional de las Siete canciones populares adaptada por Falla en 1914, que pese a ser tradicional nadie reconoció: «Dicen que no nos queremos / porque no nos ven hablar; / a tu corazón y al mío / se lo pueden preguntar. // Ya me despido de ti, / de tu casa y tu ventana, / y aunque no quiera tu madre, / adiós, niña, hasta mañana». Grande fue la sorpresa de Falla e imagino que también su decepción, que superó tras ver en directo cómo se cantaba la jota en Fuendetodos durante la fiesta que siguió a las celebraciones, y en Zaragoza, donde pudo acudir al festival de jotas que se anunciaba esos días en el Salón Doré. «No olvidaré nunca los días de Fuendetodos y Zaragoza, los proyectos formados en medio de tantos recuerdos y de tanta emoción de arte y de verdad», escribió Falla a Zuloaga el 17 de octubre de 1917.

Picasso, maqueta del decorado para 'El sombrero de tres picos'.

Las dificultades económicas que siempre acompañaron a los Ballets Russes fueron la causa principal de que el proyecto retrasara su estreno que, finalmente, tuvo lugar en el Alhambra Theatre de Londres el 22 de julio de 1919. El 15 de abril, Picasso había recibido el encargo de Diaghilev: «(...) se ocupará de los bocetos del telón, de los decorados y del vestuario y del atrezo necesarios para dicho ballet; tendrá que dirigir el trabajo de realización de los decorados y del vestuario en Londres, y pintar usted mismo aquellos fragmentos de los lienzos que estime necesario. Por el mencionado trabajo le pagaré la suma de diez mil francos. Se personará en Londres a partir del 20 de mayo de 1919 hasta el estreno del ballet en Londres. Los bocetos serán por supuesto de su propiedad. El telón, decorados y vestuarios de la mía». A comienzos de mayo Picasso comenzó a trabajar en Londres con los hermanos Polunin, pintores de escenario de los Ballets. Como ha estudiado Juan Carrete Parrondo, Picasso sustituyó la escena de suerte de picar que iba a ocupar el telón de boca por una corrida de toros de influencia goyesca, por lo que sugirió a Falla que compusiera una Obertura e introdujera voces de olés; un sencillo paisaje español situaba la acción en el telón de fondo en el que Picasso pintó la silueta del pueblo. Goya inspiró el vestuario diseñado por Picasso. Falla decidió que el final fuera una jota, con toda la Compañía en escena, y Massine, responsable de la coreografía y bailarín principal, tomó la idea de El pelele para el manteo del Corregidor. Falla había elegido una postal que reproducía esa obra de Goya, sobre la que copió una melodía popular de El sombrero de tres picos, para felicitar a Diaghilev por sus proyectos y por el triunfo de los aliados al final de la Primera Guerra Mundial.

Los bocetos del vestuario de tipo aragonés que Picasso realizó en 1919 para El sombrero de tres picos, propiedad de la Fundación Bancaja, abren la exposición Picasso Aragón: Goya-Gargallo-Buñuel, dirigida por Emmanuel Guigon para el Museo de Teruel.