Un cambio de urbe (de México a Buenos Aires), nuevas circunstancias personales (las atenciones a su hija de 12 años) y la renovación del equipo de management y de la banda de músicos preceden a las nuevas señales editoriales de Julieta Venegas: la pieza Mismo amor, avanzadilla de un disco que está en camino y un tour acústico en formato de trío. «Me he tomado mi tiempo porque sentía que no estaba lista, pero ahora todo se alinea para trabajar como a mí me gusta, de un modo más tranquilo y apegado a lo artístico», explica la cantante y compositora mexicana, que actúa este sábado en la sala Oasis de Zaragoza (22.30 horas) en una noche que abrirá la aragonesa Elem.

Han pasado siete años desde su anterior disco, Algo sucede (2015), si bien, a medio camino, Venegas publicó La enamorada (2019), trabajo conceptual basado en la obra de teatro de Santiago Loza. Pero ella no necesitó esperar a que estallara la pandemia de coronavirus para rebajar la marcha. «Hice la gira Íntimo, yo sola tocando varios instrumentos, y estuve detenida un año, cuando me mudé de país, porque necesitaba vivir esa situación de transición», señala la autora de piezas tan populares como Me voy y Andar conmigo.

En la nueva, Mismo amor, que firma con el chileno Álex Anwandter (excantante de una banda popular en ese país, Teleradio Donoso), habla del momento de conflicto en una relación, «cuando hay un problema, una situación de tensión propia de querer estar ahí y no poder», indica Venegas. «Quería contar una historia que fuera más allá del ‘te dejé-me dejaste’, sin decir necesariamente ‘esto se termina’».

Arropando estas tribulaciones íntimas, una pista de simpático funk-pop que, en términos sonoros, representa «una parte» de ese trabajo que está por venir. «El disco tiene más cosas, acordeón y sonidos acústicos. Hay una mezcolanza de influencias que siempre ha gustado, porque creo que en mi personalidad hay varios lados, el más mexicanote y el más pop».

Atrás quedan los duetos plasmados en sencillos como Sin ti, con Sen Senra («me mata su voz, tan andrógina y tan rara, y que sea tan melódico y tan músico»), y Lo siento BB:/, compartido este con Bad Bunny y el productor Tainy. Territorio reguetón. «Me gusta ese beat, como el del dancehall y el hip-hop», precisa, a la vez que elogia al puertorriqueño Bad Bunny. «Es interesante cómo Benito rompe con la imagen y con las letras del reguetón, un género que es un mundo y en el que no se puede generalizar». Nada de líneas rojas, señala Venegas. «Los géneros hay que mezclarlos, y no tomo nada tan en serio para decir que no voy a colaborar con ciertas personas. Me gusta el reguetón, como me gusta el regional mexicano, y el norteño, y el pop».

Venegas ha llegado hasta aquí tras 25 años de trayectoria, que arrancó con Aquí (1997), disco que la llevó a abrir la caravana de Calaveras y diablitos, con Los Fabulosos Cadillacs, Aterciopelados y Maldita Vecindad, en tiempos de auge de la marca rock latino. En aquellos tiempos, la preocupación de un debutante era pensar «de dónde ibas a sacar el dinero necesario para meterte en un estudio».

Las cosas han cambiado. «Ahora una persona puede producir su disco en casa y subirlo a una plataforma», hace notar Venegas, que de sus años en una major le queda el recuerdo de una vaga desubicación. «Lo muy grande siempre da lugar a cierta inercia», medita. «Yo sentía que la persona que aparecía ahí representada por la disquera no era exactamente quien yo me sentía».

Pero ahora disfruta de su condición de artista independiente. «Y me divierte ver a las majors persiguiendo a artistas independientes y tratando de conquistarlos», concluye Venegas, que se ve a sí misma como «naturalmente curiosa» y se muestra atenta a talentos en alza de variado signo, como el dúo noruego Smerz, la sudanesa-estadounidense Dua Saleh y la argentina Lara91k, «una chiquita que hace una especie de trap que no es trap».