Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, es una de las figuras más emblemáticas de la historia de España. Su azarosa vida, que le llevó a ser desterrado y a combatir contra musulmanes y cristianos, forma parte de la crónica, la literatura y el arte y está enraizada en el imaginario colectivo. Sus andanzas, recogidas en el Cantar de mio Cid, sirven también para dibujar el mapa del Camino del Cid, un itinerario donde los viajeros, a lo largo de 2.000 km, pueden recrear los pasajes de este poema medieval en alguno de sus escenarios reales.

Estatua ecuestre del Cid en Burgos

Sin duda, se trata de una forma diferente de conocer nuestra geografía, historia y patrimonio. También, de acercarse a este personaje que, diez siglos después de su muerte, cabalga a lomos de su leyenda desde la aparición del Cantar sobre el año 1200. Desde entonces, han sido muchos los estudiosos y autores, de dentro y fuera de nuestras fronteras, que han seguido la estela del poeta anónimo y han recogido el mito en sus obras para ofrecernos su particular versión del mismo. Así, el héroe épico ha protagonizado funciones de teatro, exposiciones, ensayos, poemas y novelas, como la reciente Sidi, de Arturo Pérez-Reverte, o la amplísima biografía El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, escrita por David Porrinas. Pero también ha guerreado en la música y, por supuesto, en la pequeña y la gran pantalla, que sirvió para darlo a conocer al gran público a nivel internacional.

De hecho, puede que algunos se lo imaginen aún con la apariencia de Charlton Heston, actor que lo encarnó hace más de seis décadas en El Cid, una de las grandes cintas épicas de la historia del cine. Para otros, los más jóvenes, su rostro quizá sea el de Jaime Lorente, protagonista de la superproducción con el mismo título con la que Amazon Prime recuperaba en 2020 la historia de este famoso caballero medieval del siglo XI. 

El Cid y sus hombres, mural de Vela Zanetti en el Palacio de la Diputación, en Burgos

Un personaje hecho leyenda

Como vemos, el Cid está más presente que nunca, pero para viajar a sus orígenes tenemos que remontarnos hacia los años 1045-1049, dataciones más aproximadas a su fecha de nacimiento. Todo parece indicar que lo hizo en Vivar del Cid, localidad situada en el valle del río Ubierna, a diez kilómetros al norte de Burgos. Rodrigo se crió en la corte del rey Fernando I. Sirvió a su hijo Sancho y, tras su muerte, a su hermano Alfonso. Éste le casó con una pariente suya, Jimena Díaz, cuya familia formaba parte de la nobleza leonesa. En el año 1081, y tras perder la confianza del rey, el Cid fue desterrado. Después de ofrecer sus servicios al conde de Barcelona finalmente se encaminó hacia la taifa de Zaragoza donde se puso a las órdenes de su rey. Tras reconciliarse con Alfonso VI, nuevamente fue desterrado lo que le llevó a actuar de forma independiente. En el año 1094 el Cid conquistó Valencia, la ciudad en la que murió un 10 de julio del año 1099

Es entonces cuando comienzan a surgir relatos y poemas, ensalzando su figura, que cristalizarían a finales del siglo XII o principios del siglo XIII en el Cantar

Cantar de mio Cid

El Cantar de mio Cid, como su propio nombre indica, es un poema que bien podemos imaginar recitando o cantando a los juglares de la época. Compuesto a finales del siglo XII o en los primeros años del siglo XIII, estaba ya acabado en 1207, cuando Per Abbat se ocupó de copiarlo en un manuscrito del que, a su vez, es copia el único que hoy se conserva y que custodia la Biblioteca Nacional de Madrid.

Tras las huellas del Cid

Esta obra está considerada la primera gran manifestación literaria escrita en castellano y juega en la liga de los grandes poemas épicos europeos, como la Canción de Roldán, el Beowulf, Los Nibelungos o el rey Arturo. Pero solo el Cantar de mio Cid tiene asociado una ruta que une lo literario y lo turístico y que cada año recorren más viajeros en coche, moto, bicicleta o a pie. 

Salvoconducto sellado del Camino del Cid

Aunque desde finales del siglo XIX han sido muchas las personas que han seguido las huellas del Cid narradas en el Cantar, el Camino tal y como hoy lo conocemos comenzó a dar sus primeros pasos en el 2002, año en que las diputaciones de Burgos, Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante crearon el Consorcio Camino del Cid, que es la entidad pública que gestiona el itinerario. 

Se trata de una ruta muy extensa que atraviesa España de noroeste a sudeste siguiendo las huellas literarias e históricas del Cid Campeador. Debido a su longitud (unos 1.400 kilómetros de senderos y 2.000 kilómetros de carreteras), está dividido en rutas tematizadas de entre 50 y 300 km aproximadamente unidas entre sí, para que el viajero pueda adaptar el itinerario a sus días de vacaciones.

Castillo Templario de Castillejo de Robledo, en Soria

Estas dimensiones dicen mucho de la riqueza y diversidad cultural, histórica y medioambiental del Camino. Interesados en la figura del Cid y en la Edad Media en general, amantes del patrimonio histórico y artístico y aficionados a la naturaleza y a los deportes al aire libre, especialmente al senderismo y la bicicleta, se encuentran en un recorrido con ocho Patrimonios de la Humanidad de origen medieval, 41 poblaciones declaradas conjunto histórico, más de 200 castillos y atalayas, una interesante gastronomía y ejemplos de arte visigótico, románico, gótico, islámico y mudéjar. 

Villafranca del Cid, en Castellón

Las rutas del Camino del Cid cruzan en su mayor parte entornos rurales poco poblados. Esto posibilita una experiencia de viaje diferente y muy atractiva para los aficionados al turismo rural, de senderos y aire libre. A su paso atraviesa más de setenta espacios naturales protegidos por la Red Natura 2000.

Adentrarse en el Camino del Cid es bucear en la memoria de un espacio y de un tiempo, toda una aventura que además nos descubrirá algunos de los rincones más fascinantes del territorio español.