El Periódico de Aragón

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CRÍTICA LITERARIA

Crítica de Miguel Ángel Ordovás de 'Evitar la niebla': Versos que buscan más allá de la niebla

En la obra Fernando Sanmartín ejerce una doble reflexión a través de la escritura

El escritor y poeta Fernando Sanmartín.

De forma similar a como hace en sus diarios de viajes, en 'Evitar la niebla' Fernando Sanmartín ejerce una doble reflexión a través de la escritura: reflexión en cuanto a meditación o consideración de lo que le rodea, pero también como reflejo que la palabra escrita le devuelve, y que el poeta pule meticulosamente. Sanmartín se asoma a estos poemas editados por Papeles mínimos con la intención última de encontrarse a sí mismo, aunque también invita a que el lector aporte su propia réplica, y deja además abierta la posibilidad de que ese hallazgo final no sea más que "la ficción / que refleja / mi última estrategia". En este trayecto de descubrimiento el autor evoca muchos compañeros de viaje, personajes que a veces se nombran y otras solamente se intuyen –y que quizá sean los más importantes–, conocidos y anónimos pero todos reales, incluso los que son ficticios.

"Aira dice que somos lo que escribimos. / Y esa afirmación me da miedo", son los dos versos con los que comienza el poemario, y marcan un tono que se mantiene a lo largo de sus páginas. Los poemas se construyen siguiendo más el ritmo de los pensamientos que de las palabras, a base de versos cortos pero no entrecortados en los que el autor va dejando pinceladas que son pistas de esa búsqueda que puede que ni siquiera se desee resolver. "Soy un sospechoso / cuando escribo", dice en otro poema.

Sanmartín levanta testimonio de todo lo que observa, trayéndose al terreno de lo cotidiano al lector para, cuando más desprevenido se encuentra, sacudirle con una frase que desarma sin violencia: "Me gustan los cajeros automáticos, / morder el hielo de los martes, / interrumpir al siete". En los versos de 'Evitar la niebla' abundan las definiciones precisas y preciosas por su misma extrañeza, en las que brilla por detrás a veces la intuición y a veces la ironía, ambas siempre inteligentes; un desorden de los sentidos perfectamente orquestado que es el que permite no hablar, sino "bailar sobre Nietzsche".

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