El Periódico de Aragón

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RESEÑA LITERARIA

Crítica de Javier Lahoz de 'La parte blanda de la montaña': El mundo perdido

Álex Prada retrata en su obra cazadores y cazados que luchan por sobrevivir en una fábula que se parte en dos con milenios de separación

El escritor Álex Prada. EL PERIÓDICO

Vaya con los mundos de Alex Prada. Yo le descubrí a la primera, cuando la comida y la basura se aliaron para hacer literatura, y he decidido seguir a su vera aunque ahora me traslade a lugares remotos y épocas que anteceden a la propia historia. Cazadores y cazados luchan por sobrevivir en esta fábula que se parte en dos provocando que las vidas de los distintos personajes transcurran entre años, décadas, siglos y milenios de separación. Ahí es nada.

Una mujer llamada Dira busca, allá por la prehistoria, a una criatura grandiosa, única, a la que dar caza. Un hombre llamado Khünbish busca, en la Siberia de nuestros días, colmillos de mamut con los que hacer negocio y salir por fin de la pobreza. Ambos viven un periplo que advierte al apasionado lector de que las circunstancias adversas, así como las ilusiones y las expectativas, van más allá de cualquier espacio y de cualquier tiempo. Los códigos les guían, las sensaciones se convierten en el mejor estímulo y no hay obstáculo que les haga renunciar a sus ansiados objetivos. Hay fascinación en lo que hacen, porque no hay aventura mayor que la de afrontar en soledad lo que oscila entre los contornos de lo imprevisible y los de lo impredecible. Ella va sumando capas a su desnudez, él va perdiendo ropajes en su desamparo.

Los dos personajes se dejan sorprender por los acontecimientos. En eso consiste salir a la intemperie y estar preparado para desafiar cualquier peligro, no importa que en el fondo la indefensión se halle presente de manera permanente y no admita remedios ni curaciones. Tanto el autor como los lectores pueden pensar que ambos protagonistas cruzan los mismos caminos, que el horizonte se dibuja a sus ojos con una idéntica línea recta, y que quizás aquello que ocurrió cuando resultaba inimaginable el concepto moderno de civilización tenga su enlace ahora, y la vida sea en realidad una circunferencia que se cierra en el punto en el que se abrió.

Saber mirar para saber dibujar

Me encanta este libro titulado 'La parte blanda de la montaña', publicado por Seix Barral, una editorial que siempre me resulta seductora por su formato y la selección de sus títulos. Y como colofón, me encanta Alex Prada, tanto como la literatura que construye. Se implica en las tramas como si nada, y a veces parece que no le importe desafiar trampas porque lo que tiene que contar lo cuenta igual. Con un humor que le delata y que maneja con sutileza a sabiendas de que no va a pasar inadvertido para nadie. Supongo que en la prehistoria estaban para pocas guasas, pero qué importante es saber mirar para saber dibujar.

Dira observa a su alrededor e interpreta, lo mismo que a día de hoy hacemos cualquiera de nosotros. Se relaciona con su gente, forma equipos, siente deseo, acusa la ausencia y ansía pillar a ese bicho al que concibe como una especie de dios que merece ser idolatrado y que marca la relación de los seres humanos con aquellos fabulosos animales que bien podrían pertenecer a un catálogo de animales fabulosos, digno de bestiarios que seguimos aplaudiendo cada vez que alguien se atreve a plasmarlos de nuevo en imágenes y ponerlos en nuestras manos. Khünbish no tiene tanta suerte con los amigos que se ha echado. A veces, disponer de más vehículos para comunicarse no garantiza nada. Distintos escenarios le hacen pequeño, y se estremece cada vez que piensa en lo que sabe y en lo que le queda por saber. No parece que haya escrúpulos a su alrededor, pero sí tipos que huyen de la desgracia y del dolor.

La escritura es impecable. Nos transporta y nos introduce en una espiral que no deja de girar como si de un tornado se tratara. Se palpan los asombros y los aprendizajes en situaciones que la naturaleza entrega sin concesiones. Se salta de uno a otra y de otro a una conforme los capítulos, breves, avanzan hasta que al final ambos se dan la mano. Cómo pasa el tiempo, podríamos pensar al concentrarnos en un salto continuo de 6.000 años. No hay nada que esté desvelando, nada que corra el riesgo de ser destripado, porque comprobado queda desde la primera página que en ningún momento ellos van a evitarse. Esta es una de esas pocas novelas que logran inmortalizar momentos que cobran fuerza en la mente, una novela que requiere de pocas palabras porque los problemas a los que deben de enfrentarse no admiten discusión.

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