En unos días, 18 de noviembre, el mundo -el literario y el resto-, parará un instante su tiempo para rendir un centenario homenaje al amo del tiempo, a Marcel Proust, al cumplirse los cien años de su fallecimiento en París. En su momento él paró el tiempo, su tiempo, lo descompuso a su genial manera y nos devolvió un tiempo nuevo y distinto, el que desde entonces rige en el mundo de la literatura –y en el resto también-.

Concibiéndolo como el mayor homenaje y reconocimiento a su obra, la editorial Alba publica una monumental y soberbia edición de À la recherche du temps perdu, ‘En busca del tiempo perdido’. Con una nueva y excelente traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, Alba ofrece un primer volumen con las dos primeras partes de esta obra magna, ‘Por donde vive Swann’ (1913) y ‘A la sombra de las muchachas en flor’ (1917), centradas en la infancia y adolescencia del narrador, en sus primeros amores –contrastados con los vaivenes de la pasión de un adulto, el célebre Swann– y todas sus ansiedades, placeres y decepciones. En los siguientes meses irán publicándose, en dos volúmenes más, las cinco partes restantes: ‘Por donde los Guermantes’, ‘Sodoma y Gomorra’, ‘La prisionera’, ‘Albertine desaparecida’ y ‘El tiempo recuperado’

‘En busca del tiempo perdido’ es un universo de riqueza casi inagotable, pues en él Proust nos habla con finura y clarividencia inigualables sobre temas de interés universal como la pasión amorosa, la emoción artística, la memoria, el recuerdo y de manera especial y protagonista, el inexorable paso del tiempo.

Como testigo de su tiempo, Proust aborda todas las características de principios del siglo XX en su gran obra, ‘En busca del tiempo perdido’. Gracias a la traducción de sus propias experiencias, su libro no se convierte en un acontecimiento inesperado. Dado que nació en un ambiente rico y glorioso, y que pasó una infancia en los salones sociales, trata y refleja la situación de la sociedad francesa a lo largo de primera mitad del siglo XX. Es una pintura de la sociedad francesa, más particularmente aristocrática, rica y snob. Esta sociedad se describe a través de unos lugares privilegiados como los salones, los grandes hoteles, las playas de moda, los hermosos barrios de París pero también los lugares sórdidos. A lo largo de los años, observa y da testimonio de su tiempo; pero la muerte de su padre y luego de su madre lo lleva a descubrir y modificar su visión del mundo dependiendo de dónde vive.

¿Pero qué hace que Proust y su magna obra hayan pasado a la historia como el culmen de la literatura moderna? Es el hecho de que ‘En busca del tiempo perdido’, marca una ruptura con la literatura tradicional. Un antes y un después. Proust rompe con la concepción de la novela tradicional e inaugura y crea una nueva forma en la literatura contemporánea inexistente hasta entonces.

Rompiendo con el estilo narrativo de Balzac, Zola o Flaubert, los grandes maestros literarios del siglo XIX, que se aplicaban en sus novelas a la representación del mundo real, Proust, como gran innovador, busca observar y describir el mundo interior de los personajes más que la fugacidad de los seres y cosas. Es esta psicología a lo largo del tiempo lo que constituye la originalidad de Proust.

Por ello, a diferencia de la escritura de Balzac o Flaubert, el curso de la historia no es ni lineal ni crónológica. La historia sigue más bien el tiempo de la psicología del narrador, que no se desarrolla de manera literal. Lo que a Proust le interesa no es la descripción de la realidad, sino la forma psicológica en que el narrador interpreta y siente esa realidad, tanto en el pasado como en el presente.

Proust se da cuenta de la necesidad de una nueva concepción de la novela y esta transformación se materializa en su gran obra. Proust renueva por completo la novela al descuidar la técnica de los grandes escritores anteriores para quienes la composición de una novela debía contener no sólo una acción principal y una narración en tercera persona, sino también inevitablemente el tiempo lineal y los lugares ordinarios.

Pero Proust, a diferencia de la novela tradicional, pone en un segundo plano la acción, la intriga y el tiempo lineal, y da el protagonismo a las personas y los sentimientos internos.

La otra gran innovación de Proust es el cambio excepcional en relación a la acción, el espacio, el tiempo y los personajes, es decir, los cuatro elementos que forman el basamento de la novela tradicional. Es innegable que el tiempo es el tema principal de la monumental novela de Proust, y esa memoria es su materia. A lo largo de la novela, la acción sigue siendo secundaria, mientras el tiempo juega un papel importante, y todo nos empuja a él; el lector está constantemente obligado a navegar en el tiempo, a saltar siguiendo el hilo de la memoria del narrador. Además, la ruta recorrida por el narrador o la historia del narrador no es cronológica ni lineal. Toma forma allí el tiempo de lo psicológico, que también puede llamarse psicología a lo largo del tiempo A lo largo de la novela, es el tiempo de la psicología que gobierna el flujo de la historia, el mundo interior del propio narrador.

Lo que también merece la atención del escritor es que la búsqueda del tiempo perdido no es la evocación nostálgica de un pasado inaccesible y desaparecido para siempre sino el descubrimiento progresivo de la única realidad consistente, lo que se forma en la memoria involuntaria y en el esfuerzo de memoria, porque “los verdaderos paraísos son los paraísos que hemos perdido”, asegura Marcel Proust.

Hasta Proust, muchos autores relatan el pasado pasando del presente al pasado. De modo que la originalidad de Proust procede de su concepción opuesta a esta técnica psicológica, de manera que es rememorando primero el pasado olvidado, pero no perdido, como consigue renacer el mundo interior inscrito en ese pasado.

Proust defiende y aplica lo que es su gran consideración: el tiempo lo borra casi todo, pero no puede borrar la memoria, porque la esencia de las cosas permanece eterna, y se pueden sentir tanto en el momento presente como en un tiempo lejano. Por ello la memoria involuntaria finalmente permite al narrador redescubrir el tiempo perdido y escapar de las ataduras del tiempo, para poder vivir fuera de él.

Los grilletes del tiempo se rompen, el tiempo perdido finalmente se convertirá en un tiempo encontrado Y es que, para Proust, la novela es menos la crónica de una vida que el florecimiento de una visión cuyos acontecimientos son sólo el pretexto. En este sentido, ‘En busca del tiempo perdido’, es un descubrimiento de seres, cosas y de él mismo.

El famoso episodio de la magdalena, en el primer tomo, ‘Por donde vive Swan’, ilustra perfectamente el poder mágico de esa memoria involuntaria relacionada con las sensaciones, y prueba, según señala Proust, que los sentidos, pueden volver al pasado o reconstruirlo, porque la obra de Proust, esta inmensa búsqueda del tiempo perdido, está enteramente enmarcada por el famoso episodio de la magdalena que ilustra con precisión esta preciosa experiencia psicológica.

De esta manera busca y consigue revivir, a través de una psicología del espacio, momentos privilegiados de la vida y saborear los placeres frágiles y simples; el héroe siente curiosidad por todo, comenzando por sí mismo. Se sorprende de todo, cuestiona todas las banalidades que, gracias a una mirada sutil, ganan innegablemente en profundidad. El mundo es precioso en sus más pequeños detalles. Cada cosa o individuo tiene lados ocultos, tiene secretos que revelar. La simplicidad siempre es engañosa. La futilidad, fuente de conocimiento, favorece el renacimiento infinito del ser.

Efectivamente, la obra de Proust es extensa -siete tomos- y compleja de leer, aunque no difícil. Así, si hemos leído ‘En busca del tiempo perdido’, siempre seguiremos leyéndolo. Podemos parar, leer otras cosas, no leer nada, olvidarnos incluso de Proust, pero su grandiosa trama seguirá siempre en nosotros. De ahí que todo nos remita a ello.