La propia Marta Quintín (Zaragoza, 1989) admite que su nueva novela tiene un punto punk. Así que nadie espere encontrar en 'La llave de las estrellas' (Harper Collins Ibérica) un denso tratado de historia a la vieja usanza. Tampoco una de esas obras que, aunque con sello reciente, vienen marcadas con la caspa del relato monocorde que empalman un hecho histórico con otro con la excepción de pequeñas salpicaduras, ya sean en forma de anécdotas impactantes y supuestamente reales, polvos metidos con calzador o llamativas desgracias. 

Muy al contrario, estamos ante un texto ágil, cercano, intenso y descarnado. Moderno. Pegado a los tiempos que corren por mucho que parte del mismo se desarrolle en el siglo XV. Un libro que sin que apenas te des cuenta te mira a los ojos y directamente te interroga qué es lo primero que harías si te tuvieras que ir de tu casa con una patada en el culo, para dejarte caer en manos de un destino con aspecto de zozobra (que se lo pregunten por ejemplo a los millones de refugiados que existen actualmente en el mundo). Respuesta:lo primero, llevarte las llaves. Quién sabe si algún día puedes regresar.

Marta Quintín firma ejemplares en El Corte Inglés de Independencia, hace unos días

La diáspora de 1492 

Al menos eso es lo que hicieron miles de judíos expulsados por los Reyes Católicos de las coronas de Aragón y Casilla en 1492. De Sefarad. Y ahí es donde hallamos la semilla del nuevo trabajo de Marta Quintín. Por cierto, nunca mejor traída aquí la palabra 'trabajo', ya que la autora zaragozana demuestra haberse esforzado, y mucho, con el objetivo de empaparse de la cultura judía y el éxodo sefardí antes de empezar a alinear letras con tino, ritmo, dulzura, crudeza y un manejo quirúrgico del vocabulario. 

Un escrupuloso ejercicio de documentación que no hace sino hablar muy bien de una escritora cuyo principio número uno pasa por mantener siempre un sincero respeto (y adoración) por la literatura. Para Marta Quintín esto no es un juego, una diversión, un capricho, una afición o una manera de salir en la tele o en los periódicos. Ni siquiera la forma de sacarle partido a ese don que la distingue desde que era esa chiquilla que aún no sabía escribir pero sí recitar. Para Marta, esto es su vida. Por eso, solo la honradez propia de las cosas bien hechas y el sacrificio personal que destilan cada una de las páginas del libro ya devuelven con creces el 'precio de la entrada'. 

Los personajes son tan reales que parece que Vida y Rebeca Benveniste van a entrar por la puerta de casa de un momento a otro

'La llave de las estrellas' es la conjugación de dos relatos que viajan separados por cientos de años, aunque abocados a converger. Uno por el último tercio del siglo XV. Otro por los primeros años del XXI. A cada lado emerge la fuerza de sendas mujeres (y también la de sus respectivas amigas) que comparten apellido, religión, energías, avatares y no pocos sufrimientos, cada una en su época. La novela te lleva y te trae una y otra vez del pasado a la actualidad con una cadencia inusitada que te dispara la curiosidad por conocer dónde está la conexión, qué pasa con la llave. Qué casa abre. Dónde se junta todo.

La sala Ámbito Cultural, de El Corte Inglés, se llenó para la presentación de 'La llave de las estrellas'

Toda la ficción se apoya en hechos reales (genial la alusión a la operación de cataratas de Juan II, padre de Fernando el Católico) con la habilidad de una trapecista y el aderezo de la descripción certera y minuciosa, que siempre ha sido uno de los puntos fuertes de Marta Quintín, quien anteriormente ha publicado 'Dime una palabra' (Urpi Editores, 2012), 'El color de la luz' (Suma de letras, 2018) y 'La tortuga que huía del jaguar' (Versátil, 2019), con la que ganó el Premio Valencia Nova de Narrativa.

Personajes llenos de vida

En todos los casos sorprende la capacidad de la zaragozana para dotar de vida a los respectivos protagonistas de sus novelas, pero esta vez se ha superado a sí misma. Con este último el libro en la mano, donde por cierto ni el sexo ni tampoco la lujuria saben de calzadores, parece que Vida y Rebeca Benveniste van a entrar por la puerta de casa de un momento a otro. Tanto, que al pasar la última página el cuerpo pide más, una continuación, un 'spin off', lo que sea antes que dejar a estas dos mujeres o a sus estirpes descansando inmóviles en la librería hasta que llegue la hora de decirle a tu hijo o hija: «Te aconsejo este. Es un trueno». 

Las dos narraciones se desarrollan en Alpartazgo, un pueblo ficticio de la provincia de Zaragoza, a orillas del Jalón, que como Macondo tiene la virtud de no ser especialmente de nadie para que todo el mundo pueda hacerlo suyo al leer la novela. De ahí parten o llegan los caminos de leche y miel de las protagonistas, expresión de poso judío empleada desde mucho tiempo atrás para describir o desear un recorrido vital fructífero. El mismo que ya recorre desde hace tiempo la autora de 'La llave de las estrellas'.