Reseña

Crítica de Miguel Ángel Ordovás de 'El solitario de Yuste': Marcos Zapata o la necesidad de los autores menores

Esta publicación supone la reivindicación de un autor menor pero imprescindible

En Ainzón, la biblioteca municipal lleva el nombre de Marcos Zapata.

En Ainzón, la biblioteca municipal lleva el nombre de Marcos Zapata.

Miguel Ángel Ordovás

La colección Larumbe de las Prensas de la Universidad de Zaragoza sigue fiel a su labor de ofrecer textos aragoneses que merecen la pena recuperarse. Así, la publicación de 'El solitario de Yuste' supone la reivindicación de un autor menor como Marcos Zapata (1842-1913), que le sirve a su vez al editor Antonio Martín Barrachina para hacer una atinada defensa de esos nombres que no militan en la Primera División de la historia de la literatura pero que son imprescindibles si se quiere tener una visión cabal de una época o periodo. La condición de autor menor, en todo caso, es flexible y contemporizadora, y en el caso de Marcos Zapata quizá cabría mejor hablar de autor olvidado, ya que en vida su obra gozó de popularidad y predicamento entre el público.

"Último coletazo del romanticismo español" llama Martín Barrachina a Marcos Zapata, y esta obra lo confirma en su forma y fondo. El solitario al que se refiere el título es el emperador Carlos V, cuyos días finales en el monasterio de Yuste recrea el autor, llenos de contrición y anhelos de descanso en la gloria eterna. Zapata hace un despliegue de efectos naturales y sobrenaturales para subrayar este "drama del tiempo viejo", como reza el subtítulo, a lo largo de los dos actos de la obra.

'El solitario de Yuste' es una de las creaciones teatrales que sirvieron para afianzar la fama de Zapata en su momento. Martín Barrachina recoge en su introducción las críticas que mereció la obra en la prensa, que se hizo eco del éxito obtenido en su estreno y en posteriores representaciones.

Las críticas también coinciden en indicar que la fortaleza de la obra está en el diestro uso del verso de su autor más que en las cualidades dramáticas de la pieza. Y no son erradas esas apreciaciones, que corrobora esta edición en la que el texto se enfrenta a un lector y no a un espectador, ofreciendo la posibilidad de apreciar toda la habilidad versificadora de un autor con una voluntad estética inquebrantable.

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