Saura, maestro honrado y necesario
La figura y obra del director oscense pone en valor la pasión por crear, la curiosidad, el misterio y el discurso social

Con '¡Ay, Carmela!', Carlos Saura triunfó en los Goya de 1991. / EL PERIÓDICO
Carlos Gurpegui
Parece una pesadilla o el arranque de una película de Haneke. Hoy toda la familia del cine español le iba a honrar con el Goya de Honor y un día antes fallece el maestro. Estamos consternados, perplejos y en llanto. Ha muerto Carlos Saura, el autor honrado y de vocación, referente único en hacer cine, cronista, poeta y artesano de la imagen, fuera el séptimo arte, la fotografía o la pintura.
Desde la intimidad y la coralidad de sus siete hijos y más de cuarenta películas, Félix Viscarret retrató su personalidad con lucidez en su largo de no ficción ‘Saura(s)’. Al genio y figura no le gustaba hablar del pasado. Su rotunda vitalidad lo impedía, su humor y su pacto continuo con el entusiasmo. A la par, don Carlos se erigía como un director de mirada ética, estética y política, de retina henchida de ‘valor’, como diría Goya, ante dilemas y encrucijadas.
Filmografía en periodos difíciles
Con guiños a su amigo Buñuel, Saura supo crear una filmografía impresionante en periodos difíciles, sociales y políticos, de nuestro país. Para Saura, rodar era estar vivo. En mi infancia me decían que era clavado a Ana Torrent y, claro, ahí hice inmersión con su personaje en ‘Cría cuervos’, película capital de nuestro cine y de su contundente etapa más que simbólica, reflexiva y polisémica, cinta que fue Premio del Jurado del Festival de Cannes. Mi adolescencia gozó de estrenos en sala como su ‘Deprisa, deprisa’ en el Cine París, Oso de Oro en el Festival de Berlín.
Con el transistor seguí la aventura de su ‘Carmen’ en la noche de los Oscar que tuvo lugar desde el Dorothy Chandler Pavilion de Los Angeles. Solo él era capaz de revolucionar el flamenco desde el cine. Ya en mi juventud vibré con ‘¡Ay, Carmela!’ y su “Paulino, varietés a lo fino”, donde consiguió su Goya como director. En ‘El séptimo día’ nos recordó las claves de ‘La caza’ que rigen la convivencia y el sinsentido. Y con ‘Las paredes hablan’ nos acaba de dejar su particular testamento, todo un fresco fiel a la expresión artística y plástica.
Sugerente, lúdico y sentimental
Su cine siempre ha sido sugerente, lúdico y sentimental. Alfabeto y álbum de retratos, varias generaciones crecimos con Saura. El genial director oscense modeló nuestra mirada y, por ende, nuestra forma de enfrentarnos al mundo. En la distancia corta, Saura me encandiló cuando pude estar con él en su nombramiento como doctor ‘honoris causa’ por la Universidad de Zaragoza. Acompañado de Agustín Sánchez Vidal, Saura se adelantó una vez más a postulados y tiempos, y en el Paraninfo habló de la imagen pervertida, que no perversa: "Su perversión aparece por el encanallamiento, la vulgarización y el mal uso de la imagen", decía el visionario maestro, siempre un atleta en alerta.
Saura era un excelente constructor de universos fílmicos y un creador necesario, con apasionados seguidores, desde Pilar Palomero a Spike Lee. Ahora reina en el cosmos. Seguimos aturdidos, profundamente tristes y en duelo. Descanse en paz el gran Carlos Saura Atarés. Nos deja su obra, su legado y su todopoderosa humanidad. Toda una leyenda del cine, como Clint Eastwood, pero en modo aragonés.
*Carlos Gurpegui es miembro de la Academia de Cine
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