LIBROS

Crítica de Javier Lahoz de 'Sostika': Un lugar en el mundo

Se trata de una novela que está perfectamente escrita y estructurada, contada con pulso y sin permitir que la emoción se desborde

La escritora Patricia de Blas, autora de 'Sostika'.

La escritora Patricia de Blas, autora de 'Sostika'.

Javier Lahoz

En la Feria del Libro de Zaragoza del año pasado conocí a Patricia de Blas, periodista que acababa de vivir el alumbramiento de su primer libro, 'Sostika', publicado por Rasmia Ediciones. Me llamó la atención, lo compré y la autora me lo firmó. Acto seguido, dicha obra permaneció a la espera sine die, porque en forma de altísima Torre de Babel, presidiendo el salón de casa, se acumulan los títulos de una manera desproporcionada. Esta semana dije que hasta aquí. Que ya no le daba largas ni un día más. Que ya tocaba leerlo. Que siempre hay que encontrar momentos para seguir descubriendo y apostando. Que es una novela corta. Que transmite ser atractiva e interesante. Que se trata de una editorial que en absoluto avasalla contribuyendo a saturar el mercado.

Me había quedado corto. Uno nunca sabe qué se va a encontrar por mucho que la portada, la contraportada, la sinopsis y demás elementos consigan acaparar la atención y despertar el interés. Todo diseñador que se precie sabe de la fuerza que imprimen los detalles que residen en el exterior. Pero entrando ya en materia, reconozco que me he enamorado perdidamente de este libro. Podría ser un relato autobiográfico, un encuentro con la literatura de viajes, una ficción absoluta, una historia soñada, una odisea añorada o un ajuste de cuentas con uno mismo, no lo sé, pero sin duda son muchas cosas en una. También es un cuento ilustrado por fotografías, intuyo que en blanco y negro, a pesar de que no haya ninguna fotografía en ninguna página. La fotografía está en el lector, en su cabeza, que se obstina en dibujar una mirada y una sonrisa por encima de cualquier miseria.

Una puesta en escena atroz

La protagonista es Sofía, que viaja de nuevo a Nepal con el objetivo de encontrar a una niña a la que, tiempo atrás, y tras sufrir el país unos devastadores terremotos, fotografió en un campo de refugiados. Con esa foto a ella le ocurrió como a mí con este libro, que se archivó, se expuso, se mostró, se guardó. Así de simple. A veces las cosas son así de simples y es absurdo creer que puedan ser de otra manera. Pero en este caso lo fueron. La susodicha fotografía fue seleccionada y premiada, y Sofía no ha dejado de hacerse preguntas desde ese reconocimiento que incluye una cierta cantidad de dinero. Yo también me las habría hecho. Al fin y al cabo la puesta en escena es atroz: una cálida mirada entre escombros de alguien que lo ha perdido todo y que merece el aplauso al otro lado del mundo de un montón de personas a las que no les falta de nada. Sofía siente que ha de localizarla para ayudarla, que ha de compartir lo conseguido.

Es una novela que está perfectamente escrita y estructurada, contada con pulso y sin permitir que la emoción se desborde. Son muchas las vicisitudes que ha de vivir en su búsqueda sin saber si se pone en peligro o si se pone a tiro. Acompañada en todo momento por Deepesh, su traductor, su amigo, su guía, recorre parajes inabarcables debido a las pistas que ambos van recabando. Las largas esperas, así como las incertidumbres, se acumulan, porque las prioridades son ciertamente abrumadoras y apenas ningún trámite resulta útil. Pero en medio de la desolación más absoluta, Sofía da importantes pasos. Una información conduce hacia una familia, y es fácil que luego esa familia sea la portadora de nuevas informaciones. Parece un bucle, pero en realidad es el argumento de una gran aventura que a su vez se ramifica en otras tantas. Todo descubrimiento tiene su antecedente. Todo misterio tiene su origen. Todo presente tiene un pasado.

Reflexiones y análisis

Cuando nos implicamos en un suceso, parece que no hay nada más allá. Como si se acabara el mundo delante de nuestras narices y solo quedara una causa por la que luchar. Sofía tiene pareja, y aunque el respeto y el entendimiento se palpan en cada línea, el temor a salir diferente de una experiencia de tal calibre planea sobre sus cabezas. Qué raro suena de repente pensar en una hipoteca y en los problemas cotidianos que surgen cuando los esenciales están cubiertos. No faltan reflexiones y análisis, no faltan tipejos miserables que se aprovechan, no faltan tratos vejatorios e inhumanos que se reconocen sin necesidad de imágenes que busquen estremecer.

Porque las imágenes las pone Patricia de Blas con sus palabras, tan directas, tan sabias, tan bien escogidas. No puedo ocultar mi vehemencia, así soy yo. Me he sentido atrapado en el universo de 'Sostika', en su entorno y en sus circunstancias, tan difíciles. Ahora solo os queda averiguar, a los próximos lectores, qué es o quién es Sostika. Cuando ocurra, solo querréis saber más. Y lo entenderé a la perfección, a mí me ha ocurrido igual. 

Suscríbete para seguir leyendo