Crítica de Javier Lahoz de 'Castigado sin dibujos': Una historia verdadera

La nueva novela del zaragozano Julio José Ordovás, ‘Castigado sin dibujos’, nos lleva de paseo por partida triple: al pueblo, al pasado y a la infancia

Julio José Ordovás acaba de publicar 'Castigado sin dibujos'.

Julio José Ordovás acaba de publicar 'Castigado sin dibujos'. / EL PERIÓDICO

Javier Lahoz

Cuando a veces algún cliente me pide que le recomiende una novela bonita, me pilla un poco desprevenido. Hay muchos elementos que pueden aportar belleza a una historia, pero es indudable que toda cara tiene su cruz y la mirada del lector es dueño de la última palabra. El libro que acabo de terminar me ha dejado con la sonrisa puesta y la satisfacción de haber saboreado hasta la última línea. He sentido la emoción a flor de piel dado que en absoluto me ha costado reconocerme en mil y una anécdotas que de inmediato se han convertido en flashes que me asaltaban en cada página. Podría perfectamente compartir edad con el autor, pero no es así. Soy algo mayor que Julio José Ordovás, y quizás por ello conozco al detalle la mayoría de sus referentes de infancia y adolescencia. O quizás es porque siempre he llegado tarde a todo. De lo que sí tengo certeza es de que, tras pasearme por el interior del conjunto de su obra, soy incondicional suyo a causa de esa habilidad para plasmar la esencia con pocas palabras. Y con una introducción así, solo me resta afirmar que acabo de disfrutar de un libro realmente bonito.

De su mano nos vamos de paseo por partida triple. Al pueblo, al pasado y a la infancia, este último un territorio que suele estar catalogado como refugio de la felicidad plena. Supongo que los recuerdos se adulteran para que nos creamos eso, pero si nos hubieran preguntado entonces es más que probable que habríamos enumerado centenares de razones, bien justificadas, que nos conducían a pensar que la confusión se apoderaba de nosotros cada dos por tres. A través de capítulos cortos y muy visuales, en los que la comedia y la tragedia se dan la mano, Julio José Ordovás revisa amistades y sueños, aficiones y gamberradas, solitarios y pandilleros, gritos y silencios, sabedor de las reprimendas que venían después de una metedura de pata y de las consecuencias que tenían las costumbres de los mayores, que también parecían huir de algo.

Insaciable curiosidad

En su afán por ser detective, el protagonista de 'Castigado sin dibujos', título recientemente publicado por la editorial Xordica, procura sacar conclusiones de lo que ve y de lo que intuye, sabe que su insaciable curiosidad es uno de sus platos fuertes y no se identifica con la mayoría de las costumbres de quienes le rodean. Las muchas preguntas que se hace a sí mismo son respondidas por los libros, que tiene por fieles compañeros y que consigue en la biblioteca. En aquel mundo hoy desaparecido, en el que las imágenes en movimiento solo podían verse si se permanecía sentado frente al televisor y a una hora determinada, naufragamos unos cuantos. Y así, cuando el autor enumera procurando no dejarse nada en el tintero, la sonrisa ilumina mi habitación. No es nostalgia, el brillo que desprenden los ojos denota alegría por lo vivido. Es saber que esas experiencias forman parte de nuestro equipaje y nos hacen hoy ser como somos.

Los acontecimientos políticos y sociales los conocemos por medio de su mirada, de su incredulidad y de las conversaciones que escucha cada vez que alguien alude a la evolución de unos tiempos que, en cualquier época, son calificados de difíciles en el momento de ser vividos. No falta el humor, más bien al contrario, pues surgen abundantes momentos delirantes e ingeniosos que se disfrazan de realidad o de ficción en función de hasta dónde quiere llegar la imaginación de cada uno. Es delicioso escribir así, dándole a las palabras un significado distinto y gozando de la capacidad de fotografiar esos momentos que nos iniciaron en otra etapa que a su vez fue el precedente de otra. Mirar atrás ayuda a entender mejor el presente, a querer más a los tuyos y a presumir de una sabiduría adquirida con la que dar la tabarra a los que vienen detrás. Quizá sea verdad que somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres.

Un homenaje continuo

Se es feliz con un libro en las manos. Con uno de Julio José Ordovás, más todavía. El suyo es un homenaje continuo. A su oficio de panadero, a su familia, a sus amigos, a su pueblo, a su poesía e incluso a los dibujos animados que le regalaron aventuras únicas. Al arte de enumerar también. Me encanta haber tenido la ocasión de descubrir uno de sus libros en su día. Porque eso ha hecho que siga atento a los que continúan apareciendo. Quien busque una novela que invite a disfrutar ya ha llegado al destino ansiado. Nadie va a volver a cogerme desprevenido.

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