UN EPISODIO HISTÓRICO

El Visor de Chus Tudelilla: Einstein y Saüer en el Universo de Zaragoza

En su despedida, una pequeña fiesta de jota emocionó al científico antes de emprender el viaje de regreso a Berlín.

Einstein en Zaragoza con Pedro Pineda y Jerónimo Vecino, 1923.

Einstein en Zaragoza con Pedro Pineda y Jerónimo Vecino, 1923.

Chus Tudelilla

Chus Tudelilla

El 6 de noviembre de 1919, la Royal Society de Londres comunicó los resultados de la expedición británica de Arthur Eddington que, tras observar y medir las trayectorias de la luz de algunas estrellas durante un eclipse solar, confirmaron la teoría de la relatividad general presentada a fines de 1915 por Albert Einstein (Ulm, 1879-Princeton, 1955). La nueva teoría del universo ocupó los titulares de 'The Times' el 7 de noviembre y en días sucesivos. Desde Londres la noticia se difundió por todo el mundo.

La prensa de Zaragoza informó sobre el eclipse lunar que pudo observarse en la ciudad la noche del 7 de noviembre, y adelantó que el día 22 habría un eclipse parcial del Sol. Sobre la nueva teoría del universo, parece que se permaneció a oscuras. Y es raro porque las investigaciones de Einstein habían sido atendidas en Zaragoza en diferentes ocasiones, entre ellas: las dos lecciones que el profesor catalán Esteban Terradas impartió en el I Congreso Científico, organizado por El Progreso de las Ciencia, en octubre de 1908; la conferencia de Antonio de Gregorio Rocasolano, El movimiento browniano y la teoría cinética de Einstein, en enero de 1916; o la del doctor Perrin, eminente físico francés, en octubre de 1919. Fue con motivo de las numerosas expediciones científicas que se preparaban en todo el mundo para observar el eclipse solar del 21 de septiembre de 1922, con el propósito de demostrar las teorías esenciales de Einstein, cuando 'Heraldo de Aragón' hizo alusión al eclipse de 1919 y al mal tiempo que pudo conducir a establecer conclusiones erróneas.

En 1922 Einstein recibió el Premio Nobel de Física y con el galardón llegaron multitud de invitaciones para dar conferencias y escribir artículos. En opinión de Sánchez Ron, la fama le perjudicó; no solo por alterar su ritmo de trabajo, sino también por las polémicas que suscitaron sus ideas políticas hasta el punto de que su teoría fue considerada una aberración por los nazis. Einstein, que en 1896 decidió convertirse en apátrida tras renunciar a la nacionalidad alemana antes de adoptar en 1901 la suiza, se convirtió en ciudadano norteamericano en 1940. El temor ante un mundo dominado por Hitler parece ser el principal motivo de su colaboración en el Proyecto Manhattan, que culminó con el lanzamiento de las bombas atómicas, violentando así sus convicciones pacifistas expresadas en el 'Manifiesto a los europeos' de octubre de 1914.

Madrid, Barcelona y... Zaragoza

La invitación para viajar a España le había llegado a Einstein el 22 de abril de 1920, a través del matemático riojano Julio Rey Pastor; aunque entonces no pudo ser, se avanzó la posibilidad de que pudiera realizarse en el curso académico 1922-1923, como así fue. Barcelona y Madrid fueron los dos primeros destinos, al que más tarde se sumaría Zaragoza. Es importante tener en cuenta el motivo fundamental de las escalas de aquel viaje: eran las tres únicas ciudades que ofrecían en España estudios de licenciatura en Física, a través de cuyos departamentos Einstein consideraba que sus aportaciones podrían contribuir a los proyectos académicos de apoyo a la investigación, fuente principal de la renovación científica a la que se aspiraba.

Gustavo Freudenthal, Albert Einstein y Jerónimo Vecino, 1923.

Gustavo Freudenthal, Albert Einstein y Jerónimo Vecino, 1923.

El 1 de marzo de 1923, los profesores Jerónimo Vecino, José Rius y Casas, y Casimiro Lana Sarrate aprovecharon la media hora de parada del rápido que conducía al matrimonio Einstein de Barcelona –donde había permanecido desde el 23 de febrero–, a Madrid, para reiterarle la invitación a venir a Zaragoza, que Einstein aceptó al día siguiente mediante telegrama a Vecino: «Llego rápido lunes 12».

Aquel 12 de marzo de 1923

En torno a las 15.00 horas de aquel lunes 12 de marzo de 1923, Einstein y su esposa Elsa llegaron a Zaragoza donde fueron recibidos por una numerosa comitiva integrada, entre otros, por Ricardo Royo-Villanova, rector de la Universidad; Antonio de Gregorio Rocasolano, presidente de la Real Academia de Ciencias; varios profesores, entre ellos Jerónimo Vecino y Gonzalo Calamita; Lorenzo Pardo, secretario de la Academia de Ciencias; autoridades civiles y militares, y el cónsul de Alemania en Zaragoza, sr. Freudenthal. Tras un breve descanso en el Hotel Universo, Einstein dio su primera conferencia en el salón de actos de la Facultad de Medicina y Ciencias. Rocasolano abrió la sesión y Vecino presentó a Einstein que, seguidamente, explicó en francés algunos de los aspectos más destacados de su teoría. A continuación, Lorenzo Pardo leyó el acta en la que se había acordado invitar a Einstein y nombrarle académico correspondiente; y, finalmente, Rocasolano elogió la tarea del científico cuyos trabajos, quiso aclarar, eran conocidos y divulgados desde hacía tiempo por los profesores de la Universidad de Zaragoza. Al acabar la sesión, se abrieron las puertas que habían permanecido cerradas para que nadie pudiera salir de la sala. «Todos intentan formarse una idea cabal de las teorías de Einstein (...) Oyen que Einstein es una gloria mundial y le admiran. Van a escucharle, se aburren, pero siguen admirándole (...) Es la moda de las ideas, la relatividad es el último grito, sobre todo en España, donde, sabido es, llegan las cosas casi siempre bastante tarde», escribió C. Sánchez Peguero en su artículo para 'El Noticiero' (13 marzo 1923) en el que también aludió a las síntesis disparatadas de las armonías relativistas que llenaban las páginas de los periódicos, y a las caricaturas y chistes que vulgarizaban los conceptos de Einstein. El propio Sánchez Peguero jugó al enredo en otro artículo firmado un año antes, el 28 de enero de 1922, en el que se preguntaba si la teoría de la relatividad también era relativa. Aquella misma tarde se decidió que la segunda conferencia se celebraría al día siguiente, a la misma hora y en el mismo lugar, para así dedicar la mañana a pasear por la ciudad, un deseo que el científico siempre solicitaba en sus viajes. El primer día finalizó con una fiesta en la sede del consulado alemán ofrecida por Freudenthal, en la que Einstein tocó el violín y participó en el brindis por la prosperidad de España y Alemania. Había que guardar las formas.

A las visitas al Pilar, la Seo, la Lonja, la Aljafería y los alrededores de Zaragoza, siguió el banquete-homenaje celebrado en el Mercantil; y a las 18.15 horas, Einstein impartió la segunda conferencia 'Espacio y tiempo'. Fascinado por los dibujos que acompañaban sus explicaciones en la pizarra, el rector de la Universidad le pidió que no los borrara y los firmase para así conservar un episodio que intuía, iba a formar parte de nuestra historia. Según los testimonios que sí se conservan, la conferencia fue más brillante que la primera y también más difícil de entender. Avisado el gran público de la dificultad que entrañaba la comprensión de las lecciones de Einstein y de la imposibilidad de salir de la sala, cedió en su entusiasmo por conocer a un personaje histórico y la asistencia al acto fue menor. Quienes acudieron fueron estudiantes y una delegación de las asociaciones escolares hizo entrega, junto al presidente del Ateneo Científico Escolar, del dinero recogido mediante suscripción para aliviar la precaria situación de los universitarios alemanes. Tras la cena en la sede del consulado alemán, el matrimonio Einstein y el profesor Vecino aceptaron la invitación de Freudenthal para asistir a la representación de 'La Viejecita' por la Gran Compañía de Zarzuela en el Teatro Principal, en cuya fachada colgaba el cartel de la única función del mejor pianista del mundo, el alemán Emil Saüer, que había tenido lugar aquella misma tarde, mientras Einstein daba su conferencia.

El pianista Emil Saüer

Emil Saüer (Hamburgo, 1862-Viena, 1942) triunfó en Zaragoza con un programa clásico -Bach, Chopin, Beethoven, Schumann, Liszt... y sus propias composiciones-, que interpretó con precisión y técnica perfectísima, sin merma del temperamento artístico que hizo «resaltar hasta lo sublime pasajes cuyo único mérito reside en saber decirlos», escribió Donatello en su crónica para 'El Noticiero' (15 marzo 1923). Alumno de Rubinstein y de Liszt, su brillante trayectoria le consolidó como uno de los músicos más prestigiosos de su generación. Además de músico, Saüer fue coleccionista de pinturas de Goya, Velázquez, Bernard o Whistler.

Albert Einstein celebró su 44 cumpleaños en Zaragoza con el gran Saüer en el Universo, donde ambos se hospedaban. Por la mañana había visitado el laboratorio de Gregorio Rocasolano y las aulas universitarias durante el horario de clase, antes de despedirse de autoridades académicas y oficiales. La sorpresa llegó con los postres, a cargo de la Academia de Ciencias: una pequeña fiesta de jota que emocionó al científico, quien aquella tarde emprendió el viaje de regreso a Berlín. 

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