Sala de máquinas

Bach

Juan Bolea

Juan Bolea

La Sociedad Filarmónica programaba en el Auditorio de Zaragoza Pasión según San Juan, de Johann Sebastian Bach, y fue una tarde de reconciliación con la armonía y la belleza. Elementos que, por desgracia, cada vez abundan menos en este violento mundo y en nuestra desarmonizada sociedad.

No deja de asombrarnos hoy, con toda nuestra tecnología e inteligencia artificial, cómo un músico de principios del siglo XVIII, con un teclado, una pluma de ganso y unas cuantas voces educadas en la capilla local fuese capaz de componer coros, arias, oberturas, adagios y polifonías de semejante perfección y majestuosidad.

Bach era un genio, claro está, como lo fueron Mozart y Beethoven, pero incluso los grandes talentos necesitan inspiración, motivación, un método adecuado y buenas condiciones para llevar a cabo su creación. En el caso de Bach y de su Pasión, la inspiración le vino a partir del Evangelio de San Juan, aportándole como hilo narrativo la entrada de Cristo en Jerusalén, su apresamiento y crucifixión. El dramatismo del relato y la espiritualidad de su protagonista reclamaban una música solemne capaz de elevar los espíritus a las regiones de la abstracción pura, pero también era necesario exacerbar el puro sentimiento religioso, haciéndolo intelectual y anímicamente inteligible. Esa mezcla de trascendencia y devoción abrió las puertas a Bach no solo de todas las iglesias de Europa, sino de la inmortalidad artística.

Uno se pregunta por qué razón los compositores clásicos de hoy, con toda clase de medios técnicos a su alcance, se muestran incapaces de emular el ejemplo de Bach, componiendo obras de esta o parecida envergadura. Por qué ni sus motivos ni armonías, acordes o polifonías, adagios, oberturas o coros nos emocionan o elevan como los asistentes a la Pasión según San Juan nos emocionamos y elevamos en el Auditorio de Zaragoza. Si por falta de inspiración, de talento, de fe en alguna idea o propósito universal que pudiera tirar de su fantasía musical…

Mientras seguimos esperamos que de los modernos conservatorios surja alguien capaz de superar el arte musical de hace tres siglos, seguiremos escuchando a Johann Sebastian Bach.

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