ENTREVISTA

Dolores Payás, escritora y traductora: "Cuando los hombres son inteligentes se convierten en grandes amantes"

Catalana y cosmopolita, con una casa en Grecia donde pasa parte de su vida, la autora firma en 'Ultimate Love' una novela llena de humor sobre el amor y el sexo en la edad madura

Payás, el día de la entrevista.

Payás, el día de la entrevista. / JOSÉ LUIS ROCA

Juan Cruz

Juan Cruz

Lees el libro, avanzas en él, lo terminas, y cuando te enfrentas a ella, a la autora, Dolores Payás, traductora, catalana que vive en el mundo, y en concreto en Mallorca, en Grecia o donde le da la gana, te dice que no, que ella no es sino la autora, que todo eso que cuenta (el hallazgo de un último amor, Ultimate Love es el título de su obra, editada por Círculo de Tiza) es invención. Basada, además, en la bellísima localidad gaditana de Zahara de los Atunes, donde ella personalmente no ha estado sino a través de los mapas.

Un libro inventado, escrito hoy, con asuntos (sentimentales, entre otros) de hoy, que pertenece al limbo de las invenciones. Pues parece real. Durante toda la lectura este lector se lo creyó como si la sangre, el humor, las cartas (las numerosas cartas de amor haciéndose) fueran escritas por ella (con el seudónimo de Rocío) a un inglés que no le iguala en humor pero sí en paciencia para querer, o para hacerse querer. Pues no. Dolores Payás es esta mujer que está ante el periodista riéndose de la ingenuidad de éste, pero hablando, a veces, como ella misma escribe en Ultimate Love, acerca del amor y sus extrañezas, risas y fantasía. Entre un hombre que tiene unos ochenta años y una mujer que quizá, como ella, tiene 66.

P. Las apariencias de la novela engañan. O sea que usted no es Rocío… Ni vive en Andalucía…

R. Yo tengo una casita muy mona en Grecia, que compré hace como diez años, cuando era la traductora de Patrick Leigh Fermor, un escritor inglés. Yo tenía 54 años, Grecia siempre me había gustado mucho, y dije: '¿a qué espero? Me voy a comprar una casa aquí'. Vendí una Masía que tenía en Cataluña, puse todos mis trastos en un container y me fui para Grecia. A Mani. De ahí viene la palabra maniaco, por cierto. Entonces: los que vivimos en Mani somos maniacos [risas].

P. ¿Y cuáles son sus manías?

R. No tengo muchas manías. Tengo otros defectos, pero no manías.

P. ¿Qué estado de ánimo tenía cuando empezó a escribir cartas para buscar amor?

R. Este libro quieres decir, ¿no? Este libro estaba totalmente programado. Es que la literatura es mi pasión. Además, estoy sumamente preocupada porque estamos en un momento trágico: creo que nuestros nietos tendrán menos capacidad lingüística que nosotros. Y eso es una tragedia de dimensiones griegas. Yo ya había escrito una novela policiaca, una histórica, una para niños… y dije: ahora tendría que hacer una romántica, una deconstrucción de una historia de chico rico-chica pobre. Tenía ganas de jugar con eso.

P. ¿Y cómo nació?

R. Con la gracia del paroxismo. Julieta tenía 13 años y Romeo 14, era la explosión hormonal. Pues yo he sustituido la explosión hormonal por la construcción literaria. O sea: dos locos que se enamoran con las palabras.

P. ¿Quiénes son esos locos?

R. Fox Peregrin y Rocío Medina. Los personajes del libro.

P. ¿Y qué tienen que ver con usted?

R. Ella, un poco. Él, nada. Ella podría ser muchas de mis amigas, alguna de mis hermanas, podría ser yo. Creo que es el arquetipo de mujer latina. Y él… él es un perfecto desconocido.

P. ¿Cómo ha conseguido que parezca su propia historia con seudónimo?

R. Escribiendo como si esto fuera una crónica. Es la autopsia del amor romántico y, para que pareciera real, lo tenía que escribir como si fuera una crónica. Pero otra cosa que he metido aquí es mi amor por la literatura inglesa. Y he disfrutado mucho metiendo cosas personales.

P. ¿Y qué hay de usted aquí?

R. He tardado muchos años en hablar de amor, porque yo soy una persona muy púdica y… he tenido que llegar a ser mayor para hacerlo.

P. ¿Por qué?

R. Porque cuando eres mayor ya no te importa un bledo hacer el ridículo.

P. ¿Y antes por qué le daba miedo hacer el ridículo?

R. Tal vez porque me tomaba más en serio a mí misma. No lo sé. Tal vez. Ahora ya no me tomo en serio y no me importa hacer el ridículo. Y está bien que sea así, ¿no? Es el kairos, “el momento”, que dirían los griegos.

P. Esta no es usted. Pero, ¿por qué creemos que es usted?

R. Porque está bien escrito, ¿no? ¡Qué pregunta! Porque sigue paso a paso la curva dramática del amor pasional. Desde la construcción hasta el derrumbe.

P. Pero en el prólogo ya hay una escena con una erección.

R. Sí [risas]. Este es un tema del que tenía muchas ganas de hablar. Las mujeres hablamos muy claramente de estos temas, los hombres no. Mira: a partir de cierta edad todos tenemos problemas hidráulicos, sólo que son diferentes: las mujeres respecto a los fluidos y ustedes respecto a la ingeniería mecánica. Entonces: nosotras nos ocupamos del tema, nos damos cremas, tomamos hormonas… Y a ustedes les cuesta mucho eso. Yo quería hablar de esto con buen humor y afecto. En este caso hay un gran amor, con cierta locura, pero es un amor digno. Los señores se ponen de malas si no se les levanta y las joden a ellas con que tal y tal. Entonces: el libro empieza con una erección porque era la forma de crear intimidad.

P. ¿A usted le ha pasado algo parecido?

R. No. Yo he tenido muy buenos amantes. Cuando los hombres son inteligentes se convierten en grandes amantes. Con inteligencia, te ocupas de una mujer en serio. Cuando eres mayor, el amor es la finalidad en sí misma. Ya no tienes la preocupación de la economía, de criar a los niños… ya sólo tienes el amor.

P. ¿Y en qué hombre se inspiró para crear al protagonista?

R. En varios hombres que…

P. Que han sido amantes suyos.

R. No sólo en ellos. En las historias de hombres que he leído, en amigos de varios círculos.

P. ¿Qué círculos?

R. En los de gente que tiene casas en el campo, por ejemplo. Patrick, el que traduje, se relacionaba con gente así y él me presentó a algunos. Pero yo he leído mucho sobre eso también.

P. ¿Qué libros?

R. Mientras estaba escribiendo esta novela, estaba metida en otro proyecto: la selección y traducción de artículos periodísticos de Dickens. Es decir, que llevaba dos años con Dickens. Así que… ¿tal vez él ha influido en mí? No lo sé. Yo me he imaginado esto y lo he escrito tal cual lo he imaginado.

P. ¿Y qué tiene de usted la mujer de esta historia?

R. El amor a la palabra. Y lo de creer en el amor romántico, como es propio de mi generación: la entrega total, la fusión, la sublimación casi mística. Sabes que no es real, pero… ¡caramba, es tan bonito!

P. ¿En qué momento Dolores es Rocío?

R. Cuando nada. Nadando, que es como traducir.

P. Guionista, escritora, siempre escribiendo. ¿Y este ritmo que le imprime a su obra de dónde viene?

R. No lo sé… Creo que lo importante es que a mí me gusta mucho la vida. Es que yo no soy una intelectual. Yo leo, escribo, disfruto y no analizo.

P. ¿El qué? ¿El amor, el sexo?

R. El sexo ya no. De joven sí, hacía lo que me daba la gana. Pienso que he cometido muchos errores, pero un gran acierto: vivir la vida con naturalidad, es decir, no ir contra mí misma. Yo soy muy inquieta, desarraigada. Por eso soy feliz en toda Europa. Aquí, en Grecia, en Inglaterra. Ahora tengo 67 años y si ahora el sexo no es parte de un lenguaje más amplio, no me interesa.

P. ¿Para escribir una novela de amor hay que sentir que reproduces algo que estás viviendo?

R. Te lo tienes que creer. Porque si no te lo crees tú, no se lo va a creer nadie. Para escribir algo como esto tienes que conocer el deseo, por ejemplo.

P. ¿Quién le inspiró al hombre de esta historia?

R. ¿Otra vez esa pregunta? Varios, no uno solo. Algún inglés simpático. Algún francés. Alguien de aquí también. Yo qué sé.

P. ¿La literatura es tan potente como el sexo?

R. Sí, sí. Porque los dos son placeres.

P. ¿La palabra es la que lleva al sexo en esta historia?

R. Sí. Totalmente.

P. ¿Cuánta ilusión hay en el enamoramiento?

R. Toda. Toda la que te puedas imaginar. Es una construcción personal, pero casi todo el mundo nos enamoramos y nos llenamos de ilusión. Quizá también porque es lo que te enseñan desde pequeña.

P. ¿Ha sido feliz escribiendo este libro, al menos tanto como el lector que se ha creído que usted es Rocío?

R. Sí. Mucho. Me lo he pasado muy bien.