OPINIÓN

Guardando las distancias: Día del libro, contra la saturación, prescripción

El riesgo de perder lectores por llegar a una obra no muy buena es demasiado elevado

El Día del libro volverá al paseo Independencia en Zaragoza.

El Día del libro volverá al paseo Independencia en Zaragoza. / JAIME GALINDO

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Ha costado lo suyo pero a día de hoy creo que es más que evidente que ya nadie entiende un 23 de abril en Aragón sin la celebración del Día del libro. Algo que ahora nos parece lo evidente, ha costado su trabajo por parte de librerías, editoriales, distribuidoras, editoras y medios de comunicación. Y la realidad es que ahora se ha creado una gran fiesta que coincide además con el Día de Aragón que, junto a todo lo que supone de celebración y de compartir el valor de las letras como bien común, supone, hablando en plata, un oxígeno importantísimo para un sector, el del libro, que factura este día un porcentaje muy elevado de lo que hace a lo largo del año.

Este 23 de abril llegará a su cita en el paseo Independencia con unas expectativas inmejorables y con una certeza casi inapelable de que muy mal tienen que darse las cosas para que no sea un éxito. Hablamos de un sector que, por fortuna, capeó mejor que otros la crisis sobrevenida por el coronavirus y, aunque la económica le está afectando como a todos, ha demostrado época tras época que sabe resistir incluso a la intemperie.

Índices de lectura muy buenos

Los índices de lectura del último estudio de Cegal y el Ministerio de Cultura también reflejaron buenas noticias pero no todo es tan bonito. A día de hoy, el sector publica libros por encima de las posibilidades ya no de cualquier habitante sino de la sociedad en conjunto. Un problema que no es baladí por todo lo que supone, inundar el mercado de libros implica lo que todos sabemos, que, además de que no haya hueco para todas ni siquiera en los estantes de las librerías, hay obras muy buenas, buenas, regulares, algo malas, malas y también muy malas.

Esto significa también que el riesgo de que se pierdan potenciales lectores por llegar a una obra que no es buena es demasiado elevado teniendo en cuenta todo lo que cuesta, a los hechos me remito, crear un público cultural desde la base y retenerlo ante tentaciones externas de toda índole.

El Día del libro del año pasado fue, una vez más, un auténtico éxito.

El Día del libro del año pasado fue, una vez más, un auténtico éxito. / ANDREEA VORNICU

Día de celebrar colectivamente

Es por eso que el 23 de abril es día de celebrar, de comprar libros, de regalarlos, de disfrutar de esa experiencia común de la lectora, pero debe ser también el de la prescripción. La única manera que hay de poder evitar que esa saturación de obras en el mercado acabe perjudicando a todo el sector (aunque ya lo está haciendo, no conviene ponerse una venda en los ojos tampoco) es reforzando la figura del prescriptor, por supuesto a través de las librerías (los libreros son los que mejor conocen lo que venden, por supuesto), pero, en esa labor, tenemos que jugar un papel importante los medios culturales. Hay que ser capaces y valientes para recomendar los libros que merecen ser leídos y destacar, es el único camino, la buena y entretenida literatura frente a los demás libros.

Por supuesto que no es nada nuevo pero es el momento de apuestas serias, atrevidas y honestas. La sobreinformación solamente se puede combatir desde la prescripción sin anclajes de ningún tipo y, sobre todo, desde el conocimiento obligado y necesario para ejercer determinadas profesiones.

Dentro de una semana se celebra el 23 de abril, Día de Aragón y Día del libro. Salgamos a la calle (como hacemos siempre) y demostremos nuestro amor por la cultura y los libros y, sobre todo, vivamos como colectivo todo eso que nos permite ser una sociedad mejor y más justa. Los (buenos) libros son el camino para creer en los cambios positivos y en que el mañana no debe de ser peor que el presente que estamos viviendo. Y si hay que enfrentarse a nuestros particulares molinos de viento como hacía nuestro querido Don Quijote, hagámoslo sin miedo... pero sabiendo qué es lo que nos conviene y dónde está el verdadero camino.