Entrevista

Fernando Navarro: "Tengo que escucharme y contarme más a mí, no solo a los demás"

El redactor cultural de 'El País' y 'Ruta 66' publicó en septiembre del año pasado 'Todo lo que importa sucede en las canciones', un recorrido musical por la vida de un hombre en crisis que articula la realidad a través de canciones. Mañana lo presenta en el bar Plan 9 de Murcia

Fernando Navarro.

Fernando Navarro. / Juan Pérez Fajardo

Lola López

Fernando Navarro no desvela en qué porcentajes se entrelazan realidad y ficción en Todo lo que importa sucede en las canciones (Los Aciertos, 2022), novela que presenta mañana en Murcia (Plan 9, 19.00 horas) y que narra la historia de un hombre cuya vida se resquebraja en una madurez asfixiante que solo logra explicar a través de la música. En un momento dado, la psicóloga del protagonista le suelta que esa fijación melómana, como contagiada por el mismo bicho que le picó a Rob Gordon en Alta fidelidad, es "un asunto delicado". Para él, sin embargo, es lo único capaz de desenredar su mundo interior: será un buen padre si consigue que a su hijo le gusten los Beatles y que sienta por él lo mismo que él por Born to run, de Bruce Springsteen. Así, por medio de quince canciones (más de las que caben en un solo vinilo), el periodista madrileño hace la playlist de la vida de su protagonista para dejar testimonio escrito de lo que solamente puede conseguir la música. 

¿Cómo fue el proceso de elegir esas quince canciones que sostienen la trama del libro? ¿Las tenía claras desde el principio?

No las tuve en la cabeza hasta que no me puse a escribir. Solo tenía claro que quería escribir un libro en el que se hablase del poder emocional de la música y de cómo ese poder me había acompañado en toda mi existencia y, por tanto, en la del personaje que quería trazar con mis palabras. Rebusqué en mi memoria sentimental y me salieron muchas canciones. Muchísimas. Todas las elegidas tenían que tener además una historia propia que conectase con la del personaje del libro, con sus vaivenes y circunstancias personales. 

¿Hubo alguna que se quedase fuera y que dolió especialmente sacar de la lista?

¡Muchas! Al menos tantas como las que se pueden contar con los dedos de las dos manos. O, mejor dicho, como las que entran en dos caras de vinilo. Entre ellas, diría canciones de Wilco, Van Morrison, The Band, Lou Reed, David Bowie, Richard Hawley y Father John Misty.

¿Tendría canciones para hacer una segunda parte?

Tendría canciones para hacer hasta una serie de libros. Como unos Episodios nacionales de Galdós. Solo que, en este caso, serían Episodios musicales de un tipo sin ese talento, con la cabeza abollada por la música y el corazón a la escucha.

Este no es su primer libro. Cuando se decantó por el periodismo, ¿se vio en aquel momento también como escritor de novelas? ¿Cómo le surge adentrarse en el formato largo?

Siempre me ha gustado escribir. Del periodismo me encanta esa misión que tiene de interpretar otras realidades que no son la tuya. A otras personas, comunidades, sociedades... De explicarlas y contextualizarlas. Sin embargo, eso nunca estuvo reñido con intentar explicarse uno a sí mismo y al mundo que le envuelve. Por eso, siempre quise ir más allá de los formatos periodísticos y escribir ficción. Me paso la vida escuchando y contando a los demás y, de vez en cuando, siento que tengo que escucharme y contarme más a mí, aunque no por ello deba ser el personaje real de mis libros.

El protagonista de la novela intenta coger la guitarra sin mucho éxito. Si hubiera terminado siendo músico y no periodista, ¿en qué papel se ve más?

Si alguna vez una canción te ha volcado el corazón, entonces, alguna vez te has imaginado encima de un escenario, irradiando todo ese poder de conexión y comunicación. A fin de cuentas, imaginarse en un escenario es como volar, y todos alguna vez nos hemos imaginado volando. Dicho esto, me veo y estoy muy feliz en mi papel de periodista.

De los periodistas musicales se dice lo mismo que de los profesores de música: que son músicos frustrados. ¿Se considera así?

No, porque nunca lo intenté. Jamás cogí un instrumento ni canté para ver hacia dónde me llevaba. Ya tenía la pulsión de escribir metida en el cuerpo y el rock and roll, a los 15 años o así, lo que hizo fue propulsarme más hacia esa dirección: la de escribir mucho, por todo, y sin miedo. El rock and roll lo que me abrió fue una ventana inmensa y fascinante por querer conocer todos los misterios de la vida. Leí mucho más, escuché mucho más, vi mucho más. Aunque tampoco me vi como escritor. ¡Qué horror! Hubiera sido repelente ser adolescente y verme ya con bufanda, abrigo largo y una pipa. Yo quería ser divertido y divertirme, no ser un pelmazo. Escribía para conectar realidades del mundo con la mía y así, de paso, saber cómo detectar a los miserables, los cretinos y los idiotas. Yo lo que soy es un rico frustrado, porque tendría que haberme hecho rico ya y todavía sigo comprobando las ofertas del supermercado y quejándome por las facturas de la luz.

¿Con cuál de los catorce músicos que firman las canciones del libro le gustaría tomar un café y contarse la vida?

Te diría que con todos, aunque me llevaría buenas decepciones con algunos, seguramente. Puesto a elegir, diría que con Elvis. Así demostraría que está vivo, daría la gran exclusiva mundial, me haría rico y dejaría de mirar cuánto nos han clavado por el café.

¿Y a cuál escogería como psicólogo?

Creo que ninguno sería buen psicólogo. Para eso son músicos, creadores de canciones, para no ser psicólogos. Pero, si tengo que elegir, diría Tom Waits. Le hablaría de mi trauma infantil y él me hablaría de cómo las hormigas en Los Ángeles se organizan mejor que las del resto de Estados Unidos para alimentarse unas a otras y construir una civilización de hormigas. O me hablaría de los saltamontes o de los enanos del circo. Sería, al menos, bastante divertido.

Leyendo Todo lo que importa sucede en las canciones no he podido evitar volver a las novelas de Nick Hornby, a ese Alta fidelidad con sus personajes obsesionados con la música que no conocen otra forma de expresar su mundo interior que no pase por establecer paralelismos con canciones y artistas. Además de las canciones, ¿qué otros modelos e inspiraciones ha tenido para este libro?

Alta fidelidad es como el Empire State: pueden hacer mil rascacielos en Nueva York, pero ninguno será el Empire State. Intentar parecerse a ese libro es como intentar agarrar el viento. No tiene sentido y podría ser ridículo. Yo solo he querido escribir mi propia historia con mis propios elementos y sensaciones. Mi mayor modelo para este libro ha sido mi madre. Todos los días se levantaba pronto, se iba a trabajar por la mañana y, luego, por la tarde se iba a otro trabajo. Ahí está: escribir un libro tiene muchísimo de ese modelo de constancia y disciplina. Levantarse y echarle horas con un objetivo en mente.

En un momento del libro, el protagonista dice: "Está claro que estoy en ese punto en el que todas las canciones hablan de mí". ¿Qué tiene la música, que consigue conectar con nosotros en ese punto que no alcanza ninguna otra cosa?

Eso pregúntaselo a los jedis cuando dicen: "La Fuerza está en ti". Solo los que han experimentado la Fuerza saben lo que tiene la música de inexplicable y poderosa.

Del mismo modo que algunas canciones nos acompañan durante toda la vida, otras las asociamos a momentos tan concretos que a veces se quedan ahí estancadas y dejamos de escucharlas (por ejemplo, las que escuchábamos durante la adolescencia o aquellas que asociamos a personas concretas con quienes ya no tenemos relación). ¿Le sucede?

Constantemente. Pero, cuidado: del mismo modo que no eliges una canción, sino que ella te elige a ti, una canción puede volver cuando ella quiera. El lado tenebroso de la Fuerza está ahí.

¿Algún consejo para reconciliarse con esas canciones que dejamos por el camino?

Una botella de Jack Daniels y toda una noche por delante. Si no sirve, vete al psicólogo. Tom Waits sabrá qué hacer contigo, criatura. ¿Sabías que las cigüeñas abandonan su migración a África y se establecen en España porque aquí encuentran mucho alimento en los vertederos?