OPINIÓN

Guardando las distancias: ¿Creemos en la cultura?

Lo que sucede estos días en la campaña electoral es la constatación del papel que se le quiere dar a la cultura a nivel social

El público responde de manera mayoritaria a los conciertos.

El público responde de manera mayoritaria a los conciertos. / ANDREEA VORNICU

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

La campaña electoral, bastante anodina por cierto, va quemando etapas y no parece que haya nada que se salga del raíl marcado. Por esto, también ha llegado el momento de desvelar los planes culturales de cada partido. Sin llegar a valorar si son apuestas que se cumplirán o no, la sensación que me queda es que, salvo raras excepciones, se lanzan para cumplir el expediente y, en muchas ocasiones, sin creer ni siquiera en ellas. Es decir, lanzo mi batalla de propuestas, porque hay un sector que me las pide, a ver si convenzo a alguien y casi hasta me olvido de defenderlas.

Buena prueba de ellos son los debates electorales que hasta ahora se han producido (incluido el que celebró esta misma semana EL PERIÓDICO DE ARAGÓN con los candidatos a la alcaldía de Zaragoza). Cuando llega el bloque de cultura la mayor parte del tiempo se consume en criticar los planes del de al lado o en desacreditar la valía del candidato o candidata. En una mínima parte, los alcaldables cuentan lo que pretenden hacer en política cultural y... a otra cosa.

Existir sin nada para subsistir

No voy a hablar de propuestas concretas porque las valoraciones quizá habría que hacerlas a posteriori, que el sector cultural está ya cansado de esperar muchas veces a que se cumplan promesas que nunca se hacen realidad, pero lo que sí me parece es que lo que sucede cuando llegan las campañas electorales es, desgraciadamente, una constatación del papel que se le quiere dar a la cultura a nivel social.

Me explico. Por un lado, se le exige que exista, que siga produciendo para que cuando la necesitemos esté ahí, pero, por otro, no parece importarle mucho a la gran mayoría que no haya una apuesta decidida por ella. En el siglo XXI está (casi) todo inventado y la consecuencia de todo esto es que nadie haga un gran esfuerzo por convencer al electorado de que su apuesta cultural es la mejor. ¿Por qué? Porque para que eso suceda, los partidos se tienen que ver interpelados por la sociedad para que les desvelen qué van a hacer con ese sector que siempre está ahí y que tantos buenos momentos regala en muchos instantes de nuestra vida.

Un necesario plan educativo

Y eso es un gran problema porque, hasta el momento, parece que sin un plan educativo potente que incluya la cultura como un aspecto troncal del mismo, desde arriba no se está generando esa necesidad de cultura que solo puede producir efectos positivos en la sociedad. Y, desde abajo, desde el público mismo, seamos claro, tampoco hay una gran mayoría que esté pidiendo una apuesta ambiciosa por la cultura.

Urge cambiar la dinámica, se han hecho avances (no los voy a negar) en los últimos años con compromisos para aumentar los presupuestos culturales de varias instituciones (como decía antes, habrá que ver si se acaban cumpliendo), pero me sigue rondando la misma pregunta en la cabeza. Si a los eventos culturales acude el público en masa, ¿por qué no somos capaces de exigir un apoyo rotundo, sin fisuras y sin que sea moneda de cambio presupuestario con otros departamentos del mismo gobierno?

Queda una semana de campaña, las cartas ya están desveladas y, probablemente, la cultura ya no vuelva a aparecer en ninguna comparecencia pública. A estas alturas , sinceramente, creo que ya es lo de menos. Lo que de verdad importa es que los gobiernos que se conformen tras el próximo 28 de mayo consideren la cultura como una prioridad. ¿Estamos en ese punto? Me reservo mi opinión...