El Visor de Chus Tudelilla: Fincas de recreo en Zaragoza (II), La Quinta Julieta

La historia de la Quinta Julieta comienza en 1889 cuando el mecánico ingeniero y agrimensor Enrique Sagols Ferrer y su esposa Julia Rodrigo Coutens compran una finca junto al Canal Imperial de Aragón

La Quinta Julieta, c. 1898.

La Quinta Julieta, c. 1898.

Chus Tudelilla

Chus Tudelilla

«Era la Quinta Julieta lo que yo había pensado. Macizos verdes, amarillos, arcos de rosales trepadores que en algunos lugares formaban verdaderos túneles. A medida que avanzábamos por una avenida pavimentada con ladrillos, entre cuyas junturas crecía la hierba, yo iba comprendiendo que allí había una atmósfera de privilegio, un aura celeste sobrenatural. Estaba conmovido y disimulaba mi emoción. Todo aquella parecía de nadie. Parecía mío. Y lo era en mi imaginación. Cuando un lugar, un palacio, un parque, me gustaban, me los apropiaba y nadie en el mundo habría podido convencerme de que no eran míos. Mirando a mi alrededor, pensaba: éste es el lugar adecuado para Valentina y para mí. Todo es amor. Flores, estanques y cisnes. Yo querría trabajar aquí siempre y vivir con Valentina hasta ser viejos y morirnos el mismo día. Todo es amor aquí. (...) Seguía mirándolo todo vorazmente. Fuimos a una glorieta donde confluían cuatro caminos, los cuatro con columnas a los lados y pequeñas estatuas. La glorieta, cubierta con madreselvas que dejaban colgar sus delicadas flores amarillas, estaba en sombra. Tenía bancos de mármol alrededor formando un círculo abierto sólo para dar paso a las avenidas». Hacía poco tiempo que José Garcés, protagonista de 'Crónica del alba' y alter ego en la ficción de Sender, autor de la novela, se había instalado en Zaragoza cuando, en una de sus excursiones matinales con su hermana Concha en busca de aventuras, se encontraron durante un paseo en lancha por el Canal Imperial con un barco blanco en forma de cisne que «erguía su cuello en la proa en forma de interrogación y llevaba entre sus alas un poco separadas dos filas paralelas de cómodos asientos para los excursionistas». El barco, tirado por un caballo blanco a lo largo de la orilla, conducía a la Quinta Julieta. «Un lugar paradisíaco. Un verdadero rinconcito del cielo», sabía Concha, por haberlo oído contar. El encuentro con Felipe Biescas, amigo de un amigo y primo de uno de los jardineros de la finca de recreo propició la visita de Pepe Garcés al paraíso, un lugar de delicias que, no tardó en darse cuenta, era o podría ser un infierno.

Procedente de Reus, donde había estudiado tercer curso de bachillerato, Ramón J. Sender se instaló con su familia en Zaragoza en junio de 1914. Las vivencias de aquel periodo las recreó Sender en la ficción del libro-capítulo 'La Quinta Julieta' de 'Crónica del alba' (1942). Desde su inauguración el 30 de mayo de 1897 como finca de recreo, la Quinta Julieta seguía siendo en 1914 uno de los lugares predilectos de esparcimiento y celebración hasta 1917, fecha en que sus propietarios la vendieron a los jesuitas del colegio del Salvador.

Góndola Santa Cecilia, El Cisne, c.  1900.

Góndola Santa Cecilia, El Cisne, c. 1900.

La historia arranca en 1889

La historia de la Quinta Julieta comienza en 1889 cuando el mecánico ingeniero y agrimensor Enrique Sagols Ferrer y su esposa Julia Rodrigo Coutens compran una finca junto al Canal Imperial de Aragón, cerca del Cabezo Cortado, con la intención de convertirla en colonia agrícola. Tras iniciar las gestiones en 1890, la solicitud se autorizó en 1892; quizás para entonces, los propietarios eran ya conscientes de las posibilidades que el lugar ofrecía como jardín de recreo en una ciudad donde escaseaban los espacios verdes, tras la desaparición de los Campos Elíseos y la progresiva decadencia de la Torre Bruil. El domingo 30 de mayo de 1897 se inauguró la Quinta Julieta, finca de recreo y colonia agrícola, a la que fueron invitados periodistas y autoridades. En torno a mediodía se dieron cita en el apeadero instalado junto al salto del agua del Canal, en la playa de Torrero, para tomar la barca con forma de góndola bautizada con el nombre de Santa Cecilia, en honor a la hija mayor de los Sagols, que, sin embargo, sería conocida como El Cisne, por la figura tallada en la proa. Quienes aquel día acudieron a la finca quedaron asombrados por «la transformación experimentada en aquellos terrenos tan rebeldes para todo», y aunque el proyecto de convertir la colonia agrícola en finca de recreo apenas estaba iniciado, nadie puso en duda las extraordinarias posibilidades de futuro de aquel sitio, un auténtico edén, regado por las aguas del Canal. Sagols tenía en mente hacer una copia en pequeña escala del Monasterio de Piedra, con lagos y baños, y artísticas cascadas y grutas, en cuyo diseño pudo trabajar Dionisio Lasuén dada la similitud con la fuente central de la Exposición de 1908. Quedaba mucho por hacer pero ya estaba construido el edificio principal, y a su alrededor pequeñas construcciones dedicadas a la cría de palomas y conejos. Espesas arboledas circundaban la finca, cuyo acceso era público mediante la compra de una tarjeta. Tal fue el éxito que desde bien temprano la ciudadanía de Zaragoza se daba cita en la Quinta Julieta, lugar elegido para celebrar banquetes, homenajes y agasajar a personajes ilustres.

En 1899, Emilia Pardo Bazán visitó Zaragoza sin otro interés que el de pasar unos días en la ciudad. En el recuerdo de aquel viaje quedó el almuerzo con Basilio Paraíso en la Quinta Julieta tras pasar por el Pilar. «Un sitio amenísimo, de una coquetería de jardín de abanico, y donde la abundancia de agua de que se puede ufanar Zaragoza ha permitido simular un riachuelo y formar dos estanques orlados de flores y arbustos, en que bogan patos y gansos, atropellándose para llegar al puentecillo desde el cual les arrojamos mendrugos de pan. (...) Se me habían disipado los pensamientos relacionados con los destinos de la patria, únicos que tuve otras veces en Zaragoza; y sólo pensaba en lo grato del instante, viendo desde el balconcillo de la quinta la perspectiva de la ciudad, que después fuimos a contemplar desde el Cabezo de Buena Vista. Hablábamos de política, y casi me costaba trabajo seguir el hilo de la conversación. Campo, sol, flores, agua, son poderosos calmantes. A lo lejos divisábamos, no sólo cúpulas y torres de iglesias, sino chimeneas de fábricas, que se han multiplicado en estos últimos tiempos, creando una Zaragoza industrial muy activa, deseosa de emular a Cataluña en laboriosidad y riqueza legítimamente ganada. (...) En el jardín de la fábrica, bajo el cenador de enredaderas, de España hablamos, de su porvenir, de sus abiertas llagas», escribió en 'La Ilustración Artística' el 13 de noviembre de 1899.

La Quinta Julieta. Cascada, c. 1904. Cortesía de Javier España Tolosa Producciones.

La Quinta Julieta. Cascada, c. 1904. Cortesía de Javier España Tolosa Producciones.

I Certamen Nacional de Tiro

Una fecha importante en la historia de la Quinta Julieta fue la celebración, en octubre de 1900, del I Certamen Nacional de Tiro para el que Ricardo Magdalena construyó la instalación en el monte de Torrero, junto a la finca, en terrenos cedidos por Sagols y otros propietarios. En la Julieta recibían homenaje las celebridades que llegaban a Zaragoza: el actor Enrique Borrás, el compositor Sarasate, los escritores Pérez Galdós o Benavente, el comediógrafo Linares Rivas o la bailarina Tórtola Valencia. Y la influencia del concejal Miguel Driest, esposo de Cecilia Sagols, no pasa inadvertida en los continuos banquetes de periodistas, autoridades civiles, eclesiásticas y militares. Homenajes y banquetes, fiestas, música y verbenas, juegos acuáticos y de tiro pichón, y las actividades de la Escuela Taurina y de la Sociedad General de Sport allí establecidas, convirtieron la finca en el lugar preferido de la ciudad para la celebración, el ocio y el descanso.

En abril de 1915, la prensa hizo alusión a la situación descuidada de la finca. No debían de ir ya bien las cuentas porque en 1917 la familia Sagols decidió venderla a los jesuitas, que la utilizaron como lugar de recreo para los alumnos del colegio del Salvador. Y la Quinta Julieta pasó a llamarse Quinta del Salvador.