El 'Visor' de Chus Tudelilla: Las ‘espirituadas’ de Santa Orosia
La prensa publicó en 1911 la hostilidad del municipio de Grisén hacia la vecina Pilar Hernández Adiego, acusada de ser la responsable de que varias mujeres enfermaran por sus malas artes de bruja

Imagen atribuida a Francisco de las Heras, Un detalle de la procesión de los espirituados en 1910.

La prensa de Aragón publicó los días 3 y 4 de agosto de 1911 una noticia ocurrida en Grisén, que no pasó inadvertida en algunos periódicos nacionales: la hostilidad del municipio hacia la vecina Pilar Hernández Adiego, acusada de ser la responsable de que varias mujeres enfermaran por sus malas artes de bruja. Con el ánimo de evitar alteraciones en la población se avisó a la Guardia Civil; el médico, por su parte, diagnosticó de histeria a las mujeres accidentadas y aconsejó el ingreso de Pilar Hernández Adiego en un hospital para tratar su enfermedad nerviosa. Todas las crónicas tildaron la situación de aberrante e increíble en pleno siglo XX, motivo de sonrojo de los vecinos sensatos cuyo malestar e indignación sería comprensible ante un suceso que situaba a Grisén entre los pueblos menos cultos y civilizados. Pilar Hernández Adiego, la bruja de Grisén, como ha pasado a la historia, fue quemada en la plaza del pueblo. El hecho no trascendió.
Un año antes, José Ido del Sagrario, que en mi opinión resulta ser otro seudónimo del escritor y periodista Enrique González-Fiol (Castejón de Sobrarbe, Huesca, c. 1885-¿?, 1932), también conocido como El Bachiller Corchuelo, publicó un artículo en 'Nuevo Mundo' (14 julio 1910) y una crónica más extensa en 'Por esos mundos' (agosto 1910) sobre la procesión de los endemoniados de Jaca que todos los años tenía lugar durante las fiestas de Santa Orosia, patrona de la ciudad. No tenía claro el autor que «el pintoresco espectáculo», descrito minuciosamente e ilustrado con fotografías de Francisco de las Heras, debiera evitarse. Quien firmó como Fray Gerundio mostró su contrariedad en el diario 'Pueblo' (21 julio 1910): lo de Jaca lejos de ser pintoresco era una auténtica vergüenza que las autoridades civiles y religiosas deberían prohibir, e insistió en que la verdadera naturaleza de la epilepsia y otras enfermedades nerviosas nada tenía que ver con el demonio. Ambos autores recurrían a Charcot. Ido del Sagrario lo citó: «la fe cura, y en estos fenómenos de la histeria, como en casi todas las demás enfermedades, la fe lo hace todo», y Fray Gerundio mencionó el efecto contagio que el ataque de un enfermo tiene en el resto. El tema de los espirituados de Jaca, de tan larga tradición, seguía siendo motivo de interés y controversia. No muy lejos, en Grisén, las falsas creencias y la superstición provocaron la quema de una mujer.
Traslado de las reliquias
Con motivo del traslado de las reliquias de la cabeza de Santa Orosia desde Yebra a Burbáguena -dos pedacitos de hueso de la nariz, dos de la carne y piel, y algodones empapados en la sangre que le salió de la cabeza cuando se la cortaron- el sacerdote Bartolomé Paláu escribió para su representación, en 1576 o 1577, la obra de teatro 'Historia de la gloriosa Santa Oriosa', que José Ido del Sagrario, o sea Enrique González-Fiol, menciona en su crónica de 'Por esos mundos'. Francisco Ynduráin Hernández, que ha estudiado y fechado el primer drama español sobre un tema de la historia nacional, señala los dos sucesos de la narración: el martirio de Orosia por los moros tras negarse a abandonar su fe cristiana, y la tragedia de Rodrigo, el último rey godo. Las oraciones de los montañeses que Orencio Bergua, rector de la parroquia de Yebra, reunió en 1677 en su 'Novenario' formarían parte, a partir del siglo XVIII, del ideario del devoto aragonés, según ha analizado Enrique Satué Oliván. De 1702 son los dos libros de Salvador Alberto Alavés, 'Compendio de la vida magna disputada de la gloriosa Virgen (...). Santa Orosia', de mayor proyección en el conocimiento y transmisión de la vida y milagros de la Santa así como de los ritos que la veneran en Jaca y Yebra, a pesar de la ausencia de rigor histórico y las modificaciones que fueron introduciéndose con los años.

Colección de postales Santa Orosia procesión de los espirituados. / FRANCISCO DE LAS HERAS
En 1819 se decía que Santa Orosia, o Santa Eurosia, había nacido en Narbona, en el reino de Bohemia, hija de padres nobles y cristianos que dispusieron casarla con la familia de los godos, por lo que la enviaron a España acompañada de su hermano Cornelio y de su tío Acisclo que fueron muertos por los sarracenos; de nada sirvió a Orosia esconderse en una cueva, donde fue hallada, martirizada y su cuerpo desmembrado, en el año 714. En 1849 cambiaron algunos datos: Santa Orosia, y no Eurosia y, por más que dijera la leyenda, era una pastorcilla de las montañas del Alto Aragón que murió en defensa de su fe cristiana en Yebra, como también consideró José Castán en 1903, que fechó el martirio en 905.
Críticas a las costumbres bárbaras
Respecto a los ritos, en los años treinta del siglo XIX empezaron a ser habituales las críticas a unas costumbres más propias de tiempos bárbaros que aconsejaban su retirada, entre otros motivos, por los males que se derivaban de la superstición y también por los escándalos que ocurrían la noche de la víspera durante la llamada velada, cuando la catedral de Jaca se convertía en posada pública llena de centenares de gentes que «allí duermen, comen, beben (...) los unos oyendo gritar a una endemoniada, a quien le meten rosarios y medallas tocados al cuerpo de la santa, los otros besando las andas y tocando a ellas escapularios, rosarios, medallas, cintas, y creyendo que adquieren así una virtud sobrenatural para curar toda clase de enfermedades...» ('El Español', 5 julio 1836). Pero las autoridades religiosas no estaban dispuestas a modificar una tradición que tanto les favorecía, de ahí que apenas hubo cambios, que afectarían a la restricción del horario de la «velada» a partir de 1887, al resultar inútiles las medidas de vigilancia. Ocurrió que la población atribuyó todos los males a la supresión de la tradicional velada, que hubo que recuperar en 1891; y aunque las fiestas decaían progresivamente, las prácticas ceremoniales con espirituados y espirituadas continuaban atrayendo a gentes venidas de todas partes y ocupando las páginas de las principales revistas y periódicos.
Las descripciones de artículos y crónicas permiten conocer detalles de una puesta en escena de origen desconocido, toda vez que no está clara la virtud de Santa Orosia para ahuyentar a los demonios del cuerpo humano, como quisieron dejarlo de manifiesto la mayoría de los autores que se ocuparon del tema. Hasta cuatro artículos escribió el doctor J. Reig Gascó en 'La Derecha' entre los días 19 y 22 de septiembre de 1881, con la intención de abordar el fenómeno, que consideraba «ridículo», «tétrico y doloroso» además de «perjudicial y deshonesto», en toda su extensión y complejidad. Se trata, sin duda, de uno de los mejores y más completos relatos para quienes deseen conocer los diferentes momentos de la ceremonia. Y si para unos, como el doctor Reig Gascó, la festividad debía suprimirse o, al menos, prohibir la exhibición de los enfermos, otros sentían el declive de las fiestas a las que apenas asistían espirituadas inofensivas y sin fuerzas «ni para echar por el aire unos zapatos viejos o unas medias remendadas» (La Derecha, 3 julio 1883). La demolición de las murallas de Jaca supuso la destrucción en 1903 del antiguo templete de Santa Orosia en la Plaza del Toro -donde concluía la procesión y el obispo mostraba la reliquia del Santo Cuerpo y bendecía a todos los presentes y a todo objeto que se le ofrecía-, que en 1910 se sustituyó por uno nuevo en la renovada plaza de Biscós. Aquel año, Silvio Kossti publicó el cuento Los espirituados de Santa Orosia, y José Ido del Sagrario y Fray Gerundio los artículos ya mencionados. Hay más, pero nos detenemos en el que escribió Carmen de Burgos, 'Colombine', para 'Nuevo Mundo' (19 enero 1923), antes de que publicara su novela 'Los espirituados'. La lectura del artículo anima a pensar que la colección de postales de Francisco de las Heras, editada en 1922, le ayudaron a describir con mayor precisión lo vivido durante su estancia en Jaca.

Procesión de Santa Orosia en la plaza del Toro, momentos antes de bendencir el obispo a la multitud, 1910. / FRANCISCO DE LAS HERAS
Fue en 1910 cuando Patricia Arruebo, tras la muerte de su marido Félix Preciado en 1907 y de su hijo León en 1909, se asoció con Francisco de las Heras (Torre de Valdealmendras, Guadalajara, 1886 - Jaca, 1950) y dispuso reabrir el antiguo estudio fotográfico de Preciado en Jaca. De Francisco de las Heras son las fotografías de la procesión de Santa Orosia para los artículos que Enrique González-Fiol firmó con el seudónimo de José Ido del Sagrario en 'Nuevo Mundo' y 'Por esos mundos', en 1910; y, ya con su nombre, en la entrevista al obispo de Jaca para 'La Esfera' (7 agosto 1915). La autoría de Heras aparece en las tres fotografías que acompañan el artículo de Colombine de 1923, fecha en que el fotógrafo decidió montar su propio gabinete en Jaca. De entonces puede ser el álbum de postales 'Jaca tradicional. Santa Orosia. Procesión de los espirituados' que incluye veinte fotografías realizadas entre 1910 y 1922 en las que aparecen las espirituadas.
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