El Visor de Chus Tudelilla: Los Campos Elíseos de Zaragoza
A mediados del siglo XIX París se convirtió en el modelo de planificación de las capitales europeas. Sucedió así que toda ciudad moderna debía tener sus jardines: sus Campos Elíseos.

Los Campos Elíseos desde las Facultades de Medicina y Ciencias, en 1893. / HERMANOS VILLUENDAS TORRES

En el proceso de construcción y desarrollo de la ciudad moderna los jardines de recreo ocupan lugar primordial por ser, como señala Jonathan Conlin, elementos indispensables e imágenes inconfundibles de la transformación urbanística que tuvo lugar a nivel internacional. A mediados del siglo XIX París se convirtió en el modelo de planificación de las principales capitales europeas, que incluso tomaron prestado el nombre de sus jardines. Sucedió así que toda ciudad preciada de ser moderna debía tener sus Campos Elíseos.
En España los Campos Elíseos de Barcelona fueron los primeros y más importantes; propiedad de José de Salamanca, uno de los más destacados hombres de negocios del reinado de Isabel II, se inauguraron en 1853, en el camino de Jesús que conducía a la villa de Gracia, con proyecto del arquitecto Josep Oriol Mestres y del escenógrafo Fèlix Cagé. En 1864 se abrieron los Campos Elíseos de Madrid, a iniciativa del empresario catalán José Casadesús y diseño del arquitecto Lucas María Palacios y Rodríguez, en terrenos próximos a la carretera de Aragón, prolongación de la calle de Alcalá. Ambos jardines de recreo dejaron de existir en 1875 por diferentes razones, entre las que autores como Jesús Cruz anotan la inestabilidad financiera derivada de su carácter estacional, el cambio de costumbres y, sobre todo, el elevado valor de sus terrenos que los convirtió en víctimas de la especulación inmobiliaria en manos de personajes como el citado marqués de Salamanca, quien ya en 1863 había solicitado la urbanización de catorce manzanas en el barrio que lleva su nombre.
Zaragoza también tuvo sus Campos Elíseos, a propuesta de los empresarios catalanes Sebastián y Agustín Viñals. Se inauguraron el 11 de octubre de 1868, en un lugar que iba a ser decisivo para el crecimiento de la ciudad como era el Camino de Torrero, actual paseo de Sagasta, junto al Huerva y muy cerca de la plaza de Aragón. En el espacio ajardinado en forma trapezoidal, según refiere Mónica Vázquez Astorga y se observa en los planos de la ciudad, se dispusieron estructuras efímeras de madera y de yeso como un teatro o un circo con el propósito de ampliar cada temporada la programación de actividades que, además de paseos por los jardines, bailes y conciertos, incluía tiro de pistola y carabina, tiro de gallina y conejo, riña de gallos, fuegos artificiales con nuevas y raras combinaciones, dramas con transparentes, trapecios, anillas o paralelas. La principal mejora de 1875 fue el teatro de verano del que en 1876 se hizo cargo el señor Badié con un programa de modestas representaciones de teatro y zarzuela.

Una imagen del Camino de Torrero, en 1893. / El Periódico
La prensa se mostró unánime: los Campos Elíseos eran el lugar más adecuado para templar los rigores del estío, sin exigencias de etiqueta. La numerosa asistencia de público a los Campos Elíseos animó a quienes hasta entonces paseaban hasta la puerta de Santa Engracia a transitar por el primer tramo del camino de Torrero, por lo que se solicitó al ayuntamiento iluminar la zona con faroles de petróleo. Mientras tanto, los empresarios de los Campos Elíseos continuaron con la mejora de los jardines y la mejora de infraestructuras: en 1879 decidieron construir un circo taurino y en 1880 los baños. Problemas financieros motivan en 1883 el cese de los Viñals al frente del jardín de recreo que, a partir de entonces, entró en una fase de continuos cambios de dirección y actividades, aunque manteniendo el nombre. En 1889 se inauguró la plaza de toros de los Campos Elíseos que en 1893 derivó en embargo. En 1895 el empresario Queipo se propuso hacer del antiguo local un agradable sitio de recreo, pero no prosperó.
El Velódromo de los Campos Elíseos
Las costumbres y las modas estaban cambiando y el entusiasmo generalizado por el velocípedo provocaba el malestar de los peatones, acobardados ante la ausencia de reglamento y los abusos de quienes convertían los paseos entre las puertas del Duque y de Santa Engracia, y entre esta y la plaza de Aragón, en peligrosos velódromos y «semillero de atropellos». La nueva y creciente afición deportiva motivó la construcción del Velódromo en los Campos Elíseos con capacidad para 3.000 personas, cuya inauguración tuvo lugar el 3 de mayo de 1896 a iniciativa del constructor italiano Antonio Bobio, con proyecto del arquitecto Luis Montesino y el impulso de la Sociedad Velocipédica Zaragozana. Aquel verano los aficionados a la bicicleta en Zaragoza acudían al Velódromo de los Campos Elíseos por las mañanas y por las tardes al Velódromo de Gregorio Campaña, en el paseo de los Plátanos. Superado el conflicto que muy pronto enfrentó al propietario Bobio con la Sociedad Velocipédica de Zaragoza, el Velódromo de los Campos Elíseos tuvo años de éxito hasta que en 1901 aparecieron anuncios de liquidación de materiales y elementos, incluido el puente de 30 m de largo por 2,40 de ancho construido en los talleres de Carde y Escoriaza, además de la venta de bicicletas, máquinas, accesorios y todo tipo de mobiliario.

Paseo de Sagasta en 1915. A la derecha, el Velódromo de los Campos Elíseos. / El Periódico
Al año siguiente siguió publicitándose como velódromo donde en 1906 se presentó la sociedad El Pedal Zaragozano que instalará sus locales a partir de 1909, compartiendo espacio con los locales de venta de bicicletas y motocicletas y todo tipo de recambios, además de ser pista de aprendizaje. En 1915 la Federación Regional de Sociedades Deportivas celebró el festival atlético en los locales del Velódromo del Pedal Aragonés, como entonces se denominó; y en 1916, la Unión Velo Sport, fundada en octubre de 1915, organizó un gran festival ciclista en el Velódromo de los Campos Elíseos.
Un velódromo que se murió de vergüenza
Pasó el tiempo. En abril de 1923 la nueva empresa zaragozana que se hizo cargo del antiguo Velódromo de los Campos Elíseos quiso convertirlo en parque de recreo donde poder disfrutar en verano de las mejores atracciones: conciertos, servicio de restaurante y café, gran pista de patines, diversas atracciones -tragabolas, pim-pam-pum, juegos de anillas, un charlot que arrojaba juguetes-, fuegos artificiales, y en mente: construir un teatro de verano. En septiembre, nuevo cambio de empresa que decidió arrendar los Campos Elíseos para feriantes.
«Hubo un velódromo soberbio, que se murió de vergüenza», se lee en una crónica del Diario de Avisos de Zaragoza, el 31 de agosto de 1925. En 1926 la reforma prevista del campo del Iberia F. C en Torrero incluyó campo de fútbol, piscina y velódromo, que se inauguró el 27 de mayo de 1928. De los Campos Elíseos, «pulmón de Zaragoza» en las noches de verano, por recibir el viento fresco del Moncayo y la frescura del Huerva, quedó para el recuerdo el pórtico de entrada con la palabra «Velódromo». El 7 de diciembre de 1938 El Noticiero anunció la construcción de tres casas de nueve plantas y un teatro en el solar de los Campos Elíseos. Quedó para el recuerdo el ya añorado cine Elíseos.
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