A la hora en la que Luz Casal estaba cantando en el Auditorio Natural de Lanuza 'Que corra el aire', mediado ya su concierto, las webs de los periódicos anunciaban que el PSOE resistía el embate del PP. Fue una curiosa casualidad. Luz, pletórica de ánimo, gozosa de entusiasmo por volver a Pirineos Sur y espléndida de voz, había comenzado su concierto 11 canciones atrás, con 'Las ventanas de mi alma', pieza que titula su disco más reciente que interpretó casi completo. Apoyada por una banda solventísima, dispuesta en los laterales del escenario y no en el centro (bajo y batería, a la izquierda; guitarras y piano-teclado, a la derecha), Luz vino a recordarnos que es la artista inmarcesible de la música popular española, la que triunfa en Francia (este año ha sido nombrada Comendadora de las Artes y las Letras), en su país (recibió el Premio Pirineos Sur de Cultura e Integración) y donde se tercie.
En su garganta de peculiar timbre y poderosos registros confluyen musicalmente el eco de grandes cantantes femeninas y, textualmente, la fortaleza emocional de las mujeres, el ejemplo de empoderamiento y la preocupación por quienes necesitan de aliento. Tras 'La inocencia' y 'Volver a comenzar' llegó la muy conocida 'No me importa nada' acompañada de imágenes de creadoras importantes en los campos más diversos y también de Matilde Paz Blanco, "la madre que me parió" (la de Luz, se entiende). Una arrebatadora 'Sentir' dio paso a 'Estaba escrito', 'Dame tu mano', 'Besaré el suelo', 'Entre mis recuerdos' y 'Un nuevo día brillará'. Y aquí se impone una explicación: durante el confinamiento, Luz habló por teléfono con un buen número de personas, dándoles el ánimo que el momento requería. El domingo quiso recordar ese tiempo de pandemia llamando en directo a Angélica, de Baiona (Pontevedra), para preguntarle cómo estaba y contarle, de paso, que estaba actuando en un escenario situado en un entorno magnífico. Fue durante la pieza 'Hola, qué tal'.
Un lugar para el rock
Luego, con la mencionada 'Que corra el aire', cerró una tanda de canciones en las que brillaron los tiempos medios, pero en el corazón de Luz todavía hay lugar para el rock, para la época en la que luchaba por la música en un mundo de hombres. Y así, abordó con brío 'Quizás', 'Antes que tú', 'Plantado en mi cabeza', 'Rufino', 'Loca' y 'Pedazo de cielo'. Y antes del adiós, cuatro piezas en tiempo de bolero, de sensual cadencia sonora: 'Piensa en mí'; 'Negra sombra', sobre un texto de Rosalía de Castro; 'Suave es la noche', un bolero-son con un tumbao irresistible, y 'Te dejé marchar'. Había sido una velada larga y el público, en contra de sus deseos, dejó que se fuera. En 1992, en la primera edición de Pirineos Sur, actuó Luz Casal y accedió al escenario navegando por el embalse en una embarcación zodiac; el domingo repitió ese corto viaje a través del agua para iniciar su concierto; ese en el que entusiasmó a los espectadores con la jubilosa lírica de las navegantes.
Antes de todo eso, la cantante canaria Valeria Castro cantó y convenció con su bien armada reformulación folclórica que traspasa fronteras y océanos. Canciones propias y alguna recreación de escrituras ajenas dieron cuerpo a una actuación notable, muy bien recibida por los espectadores. Tal vez haya que anotar en el debe de Valeria algunos tics en su forma de cantar. Tiene una voz bonita y dúctil, pero se deja llevar por modelos que están uniformizado un poco las propuestas femeninas en España. Nada, por otra parte, que no pueda corregir, pues tiene talento y material bien construido.