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Antonio Muñoz Molina (publica 'No te veré morir'): "Las cosas no son como son, depende de dónde estés situado"

El escritor presentó su nueva novela esta semana en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza

Antonio Muñoz Molina en el Gran Hotel de Zaragoza esta semana.

Antonio Muñoz Molina en el Gran Hotel de Zaragoza esta semana. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

ZARAGOZA

'No te veré morir' es una novela sobre el poder de la memoria y del olvido, la lealtad y la traición, los estragos del tiempo y la obstinación del amor y sus espejismos. La conmovedora historia de una pasión frustrada por la vida y un hermoso retrato de la vejez escritos con una delicadeza extrema. Es la nueva novela, editada por Seix Barral, de Antonio Muñoz Molina, que presentó en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Zaragoza esta misma semana.

–‘No te veré morir’, vaya verso tan bonito y tan triste a la vez, ¿ahí es donde debe transitar la literatura?

–Bueno, hay veces que sí. Para mí, la poesía de Idea Vilariño es importantísima y ese poema está dedicado a Onetti. Es una despedida del amante. La voz poética del poema es de Onetti que era un maestro querido y era consciente de la relación amorosa y pasional que habían tenido. El poema me había gustado mucho siempre y también ese verso terrible del final. Cuando empecé a escribir esa historia vino ese verso y se me ocurrió como título. Y el tener ese título tan tajante desde el principio me ayudó mucho a crear el espíritu de la novela y a sentirme yo mismo poseído por la historia.

–¿Influye el título en el desarrollo de la novela?

–En mi caso, sí. A veces el título tarda y otras veces la historia no acaba de encontrar el título verdadero. Es muy triste eso, pero para mí el título de un libro es vital, no ya porque lo haga más atractivo, sino porque contenga algo que suene natural y que al mismo tiempo contenga la historia cifrada. Me pasó con La noche de los tiempos y siempre me pasa igual. Lo fundamental para mí en una novela es no ya tener una buena historia, porque se puede tener y no valer para nada, sino tener un buen título y una buena primera frase.

–Aquí no sé dónde cortar la primera frase porque la novela empieza con un capítulo de 67 páginas sin un solo punto… ¿Cómo surge esto?

–Surgió así y yo probé a ver cómo salía. No tenía un propósito, yo no sabía si lo que estaba escribiendo era una novela o un cuento, no sabía qué iba a dar de sí aquello. Me encontré con que aquello se prolongaba y llegó el final del primer día y paré de escribir en una coma. Y al día siguiente empecé a partir de esa coma y así hasta que me di cuenta de que eso solo era la primera parte. Y que la novela no necesitaba de ese hallazgo formal, que había que terminar y empezar otro capítulo desde otro punto de vista y con otra narrativa. Es una cosa que va llegando, no tienes una idea clara de saber hacia dónde va.

"Hay una idealización de la juventud y, al mismo tiempo, se le cierran los caminos"

–En la segunda parte, de hecho, hay un cambio radical, aparece un narrador externo.

–Ese efecto de perspectivismo, el cambio de punto de vista, es un efecto que me ha atraído siempre mucho. Estás con un punto de vista y de repente te vas a otro. En la primera parte hemos estado con la conciencia de un personaje y en la segunda parte estamos en otro sitio, no sabemos quién habla, sabemos que el que habla, habla del que hemos visto en la primera parte, desde fuera. Eso creo un efecto muy rico de cambio de perspectiva. En las novelas me parece muy importante mostrar cómo cambia el mundo según la mirada y la voz. Las cosas no son como son, depende de dónde estés situado.

–¿Estamos sobrevalorando la juventud o despreciando a la vejez?

–Con la juventud pasa una cosa muy paradójica y en España hoy más, hay como un halago a la juventud, una idealización en la publicidad y al mismo tiempo se le cierran, a lo que no son privilegiados, la mayor parte de los caminos. Todo parece estar dirigido a la gente joven pero la gente joven no puede tener una vivienda ni independizarse. Dentro de ese halago, la creatividad, entusiasmo y la belleza parece que solo está en la primera juventud. Eso no es verdad, no lo ha sido nunca, la vida tiene una variedad y una riqueza de experiencias y en cada edad hay descubrimientos que se puede hacer. Y además las personas no cambian tanto con el paso de los años, el carácter fundamental se mantiene. Era importante aquí mostrar la vehemencia y el entusiasmo que puede haber en personas ya viejas y también la belleza y el atractivo. Las personas se pueden sentir atraídas las unas por las otras, no son zombis ni abueletes pintorescos. No son nuestros mayores, son como todo el mundo, unos más listos, otros más tontos, pero capaces de pasiones y de tener entusiasmo y de todo.

–¿Estamos demasiado influenciados por Estados Unidos?

–Somos una sociedad colonizada, la mayor parte del cine que vemos es americano, la mitad de las tiendas tienen ya el título en inglés y hablan de sales u opening soon. Estamos sobresaturados de imágenes comerciales y de cine americano que además vemos doblado con lo cual se produce un malentendido colosal, pero todas esas imágenes no nos permiten ver cómo es de verdad ese mundo. Esa contradicción es muy propia de sociedades coloniales. Estamos cautivos, imitamos muchas de sus expresiones, son calcos literales como la cultura de la cancelación cuando la palabra cultura no significa exactamente lo mismo. A mí me da pena que seamos una sociedad que se considera irreductible y que seamos tan imitativos, tan colonizados. Y hay un desequilibrio ahí porque el colonizado está observando siempre al colonizador y al colonizador le importa un pepino, no nos ve, somos invisibles para ellos.

"Lo fundamental en una novela es tener un buen título y una buena primera frase"

–¿Cómo ha sido este regreso a la ficción, lo necesitaba?

–Siempre tiene que ver el azar. Una novela no se escribe por decisión propia. Yo no elijo escribir una novela, tiene que llegar y a veces llega y otras no. A veces piensas que ha llegado, te pones con ella y no. Durante la pandemia hay gente como Pisón que aprovechó para escribir novelas y yo durante la pandemia no sentía el impulso ni la nostalgia de la ficción porque para mí, lo prioritario era concentrar la imaginación en lo que estaba pasando, que era inimaginable. El instinto de la ficción se acabó. No tuve impulso de escribir novela pero escribir novela me gusta mucho, me entusiasma. Y por suerte, llegó.

–¿Uno sabe si el material que tiene entre manos es bueno o no?

–No siempre, tú puedes pensar que si algo te entusiasma es que tiene que ser muy bueno pero puede que te estés engañando. Sí sabes que aquello que escribes tiene que tener una conexión muy profunda con lo más íntimo de ti mismo. Tiene que tener una relación con tu vida como esos sueños que repiten ese patrón por algo. Un buen libro tiene que nacer de algo muy hondo que no puede ser dicho de otra manera. Pero yo tengo una novela casi entera y al terminarla me di cuenta que no salía y otra a la que llevo dándole vueltas 15 años y no sale.

–¿Le frustra?

–Claro que me frustra, pero si no sale, qué vas a hacer. No te vas a empeñar. A lo mejor un día vuelve o no vuelve. Las escuelas de escritura dan la idea de que la literatura es como una profesión con procedimientos que se pueden aprender y aplicar, yo no creo que eso sea así. H

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