Asus 26 años, Martín García García está considerado uno de los pianistas con mayor proyección internacional. En 2021 se quedó tercero en el concurso Chopin, el más importante del mundo, y eso le cambió la vida. De dar unos pocos conciertos al año pasó a ofrecer 80 por todo el mundo y a ser aclamado en países como Japón o Brasil. El músico asturiano desembarcará este martes en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza en el marco de la vigésimo sexta edición del ciclo Grandes Solistas Pilar Bayona, un escenario y una cita que conoce bien.

«Cuando tenía diez u once años fui precisamente a este ciclo al Auditorio de Zaragoza para escuchar a Sokolov. Ya entonces soñaba con que llegara el momento que viviré este martes, así que estoy muy feliz. Verme en el mismo cartel con pianistas como Arcadi Volodos, que de pequeño lo veía como mi ídolo, o Yulianna Avdeeva y Seong-Jin Cho es un sueño y un orgullo inmenso», reconoce García (Gijón, 1996).

El intérprete asturiano ofrecerá a partir de las 19.30 horas un recital con piezas de Schubert, Rachmaninov y Listz, un programa que el propio García califica de «oscuro». «El año pasado, aunque es un poco un simplismo explicarlo así, estaba centrado en un programa más abierto y luminoso, alegre incluso, que escogí para acercarme con más facilidad al público. Este año he optado por el contraste para mostrar esas dos caras de la música», explica García, que empezó con cinco años a estudiar piano en su Gijón natal.

Apenas dos décadas después, su vida cambió por completo cuando decidió presentarse al Concurso Chopin de Piano, el más prestigioso del mundo. Se quedó tercero, pero su talento recorrió medio mundo gracias a las audiencias de récord que registró el concurso (casi 300.000 personas siguieron por internet la fase final). «Todo eso provocó un cambio de 180 grados en mi vida, aunque yo estaba preparado para esto por si ocurría. Antes daba dos conciertos al año, pero yo me preparaba como si fuera un intérprete que hiciera muchos. Estudiaba seis horas cada día y ampliaba repertorio esperando que algún día pudiera pasar esto; y pasó», explica el joven intérprete, que reconoce que deben darse muchos factores para llegar a donde él ha llegado. El primero, sin duda, debe ser el talento, porque, por ejemplo, en esa edición se presentaron cerca de 900 pianistas del todo el mundo al concurso. 

Su pasión por el instrumento comenzó a surgir desde muy pequeño. Con cinco años, e intentando imitar a su hermano (siete años mayor que él), empezó a dar clases en una escuela de Gijón fundada por unos rusos recién llegados a Asturias. «Tuve mucha suerte de encontrarlos porque fueron ellos quienes les dijeron a mis padres que podría dedicarme a esto si me lo proponía. Hay que ser muy buen profesor para ver eso en un niño de cinco años que ha dado dos clases. A partir de ahí empezó a moverse un tren que no ha parado», recuerda. 

El apoyo de sus padres

En este viaje también jugaron un papel fundamental sus padres: «Todos los músicos que llegan a tener cierto peso en este mundo se lo deben a sus padres. Al menos hasta los 15 o 16 años, su apoyo es clave». En este sentido, García recuerda cómo su madre le acompañaba a sus clases «con su libreta y su bolígrafo» para que luego en casa siguiera ensayando según esas indicaciones, algo que aún tiene más mérito teniendo en cuenta que nadie en su familia tenía relación con la música. 

A pesar de tanto esfuerzo y dedicación, el joven asturiano nunca sintió estar haciendo un gran sacrificio. «Mi pasión por la música era tan potente que lo complicado hubiera sido no hacer lo que hacía. Es obvio que tuve que dejar muchas cosas, pero no lo considero como un sacrificio», explica García, que de pequeño también tenía otras aficiones. «Tenía muy claro que quería ser músico pero uno tenía otros intereses. Aún hoy pienso en sacarme una licencia de piloto de avión», asegura entre risas el asturiano, que incluso realizó el primer curso de la licenciatura de Matemáticas. 

El joven pianista ha ganado el primer premio en numerosos concursos nacionales e internacionales. Entre ellos el Antón García Abril en Teruel en 2006, con apenas diez años. «La primera vez que toqué ante un auditorio tenía seis años y sé que fue muy gracioso porque tuve que tocar casi de pie», recuerda García, que es graduado por la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde recibió la mención de alumno más sobresaliente de su cátedra.  

Ahora, desde su residencia de Varsovia, donde reside desde hace un tiempo, se proyecta como uno de los pianistas con mayor proyección internacional. Lo demostrará este martes en la sala Mozart del Auditorio.