OPINIÓN

Guardando las distancias: La grandeza de la pequeñez

El Festival de Fuentes de Ebro es un ejemplo de cómo hacer las cosas desde la sencillez

Rosario_Pardo, homenajeada este año en Fuentes de Ebro.

Rosario_Pardo, homenajeada este año en Fuentes de Ebro. / JAVIER ROMEO

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

ZARAGOZA

Acaba de clausurarse el Festival de Fuentes de Ebro y ya está aquí el de Zaragoza, «el de toda la vida». Ya saben que desde hace tres años convive con el_Saraqusta Festival (también en atención económica por parte del ayuntamiento). Ambos son citas intrínsecamente unidas (junto al de La Almunia) ya que nacieron a la vez y van ya camino de los 30 años. Son eventos modestos, que se adaptan año tras año a sus necesidades y a lo que pueden ofrecer aunque convendría desterrar la idea de que hay ediciones buenas o malas ya que cuando se trata de citas pequeñas, lo que hay es un manual de supervivencia que es lo que aplican año tras año.

Que Fuentes de Ebro haya celebrado la vigésimo séptima edición de su festival con_José Antonio Aguilar al frente no es ni siquiera un milagro, es algo más, mucho más. En un lugar con pocas facilidades para el desarrollo del germen cultural, Aguilar ha conseguido construir un evento en el que, por un lado, se implica el municipio por parte de su población, y, por otro, llevar Fuentes de Ebro más lejos de sus fronteras. Solo hay que ver la lista de homenajeados que han pasado por la localidad. Eso no solo significa que la gente ha podido disfrutar con figuras de cine y de que han podido estar cerca de una profesión que suele tener ese poder imantador. Lo que eso también supone es que todos esos homenajeados que han pasado por Fuentes de Ebro luego han contado las bondades del festival y han colocado en el mapa una localidad en la que el cine tiene su papel importante.

El Festival de Zaragoza

Es algo que no es comparable evidentemente con el Festival de Zaragoza, una cita que hace unos años apuntaba a crecer mucho más y a ocupar un mayor lugar en el país y que, sin embargo, se ha tenido que redimensionar, seguir apostando por el cortometraje y, desde ahí, adaptarse a lo que se puede ofrecer.

El Festival de Zaragoza a menudo tiene que convivir con la crítica de que no es tan importante como debería ser una cita de este calibre que se celebra en la que ya es la cuarta ciudad de España. La realidad es que todo se estrella con las partidas económicas que no solo depende de los ingresos de uno mismo sino de las apuestas que las instituciones quieran hacer por el territorio también a nivel cultural. Se suele comparara más de lo que se debiera su situación con la del Festival de Málaga, ciudad que construyó una cita en torno al cine español que es auténtica referencia ahora mismo en todo el país y parte de Europa. Si queremos en algún momento comparar las citas deberíamos empezar por ver las aportaciones institucionales a una cita y a otra. Fin del debate. Málaga cuenta con un presupuesto más de 20 veces mayor que el Festival de Zaragoza.

Cuando se habla de los proyectos culturales a menudo se tiende a pensar en modo crítico que no son lo grandes que deberían ser o no apuntan a altas cotas. El hecho cultural no se debería medir nunca por el coste y ni siquiera por su alcance, pienso que cualquier hecho es importante porque existe y más en la cultura pero si hemos de comparar, hagámoslo en todos los aspectos, no solo en su supuesta falta de penetración social.

El Festival de Fuentes de Ebro es un ejemplo de cómo hacer las cosas desde la sencillez, la honestidad y la adecuación a los fondos con los que se cuenta. Y, a partir de ahí, ha crecido y sigue creciendo para brindar cada año una cita mejor.

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