CRÍTICA

La crítica de Javier Losilla: Breve tratado de ornitología musical

Maria Schneider llegó a Zaragoza Jazz Festival con su tratado musical de ornitología y, en vez de acercarse al gran Bird, por ejemplo, optó por los gorriones saltarines

Breve tratado de ornitología musical

Breve tratado de ornitología musical

Javier Losilla

Javier Losilla

El momento más divertido e hilarante del concierto de Maria Schneider & Clasijazz Big Band lo proporcionó la propia directora cuando pidió al pianista Dahoud Salim que tradujese al español la información que ella le proporcionaba sobre la pieza Celurian Skies, todo un tratado de ornitología sonora. María dio una explicación prolija sobre los pájaros y sus migraciones, y transmitió su asombro por el hecho de que una determinada especie no se aparee en el sur sino en el norte.

Salim iba traduciendo fielmente las palabras de Maria, pero esta desarrollaba un discurso algo embarullado y atropellado… En fin, que aquello parecía una actuación bilingüe del Dúo Sacapuntas o algo así. Luego, la pieza, de diez minutos de duración, resultó bastante explícita sobre las intenciones de Maria, repletas de imágenes, emulaciones de los sonidos pajareros y de los vientos que les empujan, y, si me apuran, incluso de los cielos que transitan. Fue, desde mi punto de vista, lo mejor de una velada marcada por el virtuosismo.

Maria Schneider (Windom, Minnesota, 1960), comparte nombre y apellido con la actriz a la que Bertolucci y Marlon Brando putearon en The Last Tango In Paris, pero es compositora, arreglista y directora de orquesta, reconocida y premiada. Y la Clasijazz Big Band es una súper banda española, repleta de enormes instrumentistas de aquí y de allá. No voy a fatigarles con los nombres de todos los músicos; solo apuntar algunos como Francisco Latino Blanco, miembro de Sedajazz, Pedro Cortejosa e Irene Reig (saxos); Rita Payés, trombón y voz; Andreu Pitarch, acordeón… Una formación excepcional, en suma, no solo por su valía en conjunto; también por el poderío de las interpretaciones solistas.

Por cierto: no me gustó el ir venir de músicos hasta el micrófono dispuesto para hacer sus solos, cuando bien podrían haber tocado las improvisaciones desde su puesto y evitar un innecesario trajín.

Más allá de eso, Maria dirige con acierto, marcando, cuando es necesario, los planos sonoros de las secciones de la banda, creando texturas y resaltando detalles en un repertorio propio situado en una encrucijada de banda sonora, jazz más o menos contemporáneo, y new age con mucho brío. Todo, muy técnico, muy medido (salvo los solos, claro), muy estructurado, muy encajado y muy poco perturbador. Una pena, contando, como cuenta, con esos instrumentistas de lujo. Ya digo: la migración y el apareamiento pajaril fue lo más excitante de un programa que incluyó piezas como Jurney Home, Dance Your Monster to My Soft Song, Dança ilusoria, Gumba Blue, Coming About, una destacable Walking By Flashlight

En los bises, Maria dio cancha a Rita Payés. En el primero, la catalana cantó y tocó una versión de Over The Rainbow, de la película El mago de Oz; en el segundo bordó con el trombón My Ideal, una pieza de Maria. Francamente, no vi la necesidad de una enésima versión de Over The Rainbow, cuando Maria bien podría haberle pedido a Rita una recreación de Sue (Or in a Season of Crime), la canción que ella grabó con David Bowie en 2014. Habría sido un estupendo homenaje al músico, ahora que nos acercamos a los aniversarios de su nacimiento y defunción. Pero así son las divas. Maria llegó a Zaragoza Jazz Festival con su tratado musical de ornitología y, en vez de acercarse al gran Bird, por ejemplo, optó por los gorriones saltarines. Pero fue muy aplaudida. Ella y los soberbios pájaros de la Big Band, claro.

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