Opinión

Guardando las distancias: Líderes en consumo cultural, ¿y en Cultura?

Los datos del ministerio no deben ocultar que se necesitan más esfuerzos políticos

Cada aragonés se gasta casi 60 euros al año en libros.

Cada aragonés se gasta casi 60 euros al año en libros.

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Zaragoza

El Ministerio de Cultura ha publicado esta semana su anuario sobre el sector en el que se incorporan los datos de 2023. En él, que sale a la luz todos los meses de noviembre, se vuelve a colocar a los aragoneses en la cabeza de consumo cultural por habitante y, la cruz de la moneda, se refleja la pérdida de más de 4.000 empleos en el sector en un año.

Empecemos por el consumo cultural. La pregunta que quizá deba hacerse ante estos datos incontestables es si se está ayudando a que ese consumo cultural esté en esos niveles y lo que es, a mi juicio, más importante, ¿qué se puede hacer para favorecer aún mas esa dinámica? Y, obviamente, no me refiero al sujeto como individuo sino a la sociedad y a las instituciones que, obviamente, no deben velar por controlar el contenido pero sí por favorecer los ecosistemas que empujen a ese fortalecimiento.

Hablamos en este caso del público y, aunque yo siempre he defendido y estoy convencido de ello, que el hecho cultural existe (y es igual de importante) haya alguien que lo reciba o no, sí que es un síntoma de una sociedad sana y responsable el que existan receptores de las creaciones de los diferentes artistas.

Que Aragón ocupe, año tras año, puestos de cabeza en el Anuario de la Cultura del ministerio, es algo que nos coloca como una comunidad llena de habitantes proclives a disfrutar y a creer en la cultura. Pero, ojo, hay que tener cuidado en quedarse en la superficie de ese estudio y no ahondar en él para tratar de ensanchar la base. Sin ella no hay futuro, no podemos fiarlo todo, por ejemplo, a una pirámide invertida y hay que ser capaces de inculcar el valor y disfrute de la cultura desde edades tempranas.

Más preocupante, y desconcertante realmente, es la pérdida tan acuciada en solo un año de empleo cultural. Estamos ante un sector inestable y precario en su mayoría pero con una capacidad de resiliencia increíble. Es por eso mismo que resulta un poco extraño el dato de tanta pérdida de empleo de golpe. En cualquier caso, conviene no olvidar que el Estado debe ser garante también de generar las condiciones para que ese empleo cultural se dé ya acabe repercutiendo en la oferta que pueda disfrutar el público.

Y un último dato, que no debe caer en el olvido. Aragón es la tercera comunidad que menos invierte en Cultura en base a sus presupuestos. Demasiadas contradicciones en una comunidad en la que, si nos atenemos a los estudios, sus habitantes están muy por encima de sus gobernantes en inquietudes culturales.

Lo que es más preocupante de todo esto es que hemos llegado a un punto en el que la Cultura ya no forma parte de la agenda pública ni siquiera cuando llegan los tiempos electorales, esos en los que se hacen más promesas que las que el cerebro humano puede procesar. Por eso digo que cuando uno ve estos datos corremos el riesgo de quedarnos en el titular, en que Aragón está a la cabeza del consumo cultural por lo que algo se estará haciendo bien. Error. No digo que no haya cosas que seguramente se estén haciendo bien, pero presuponer que un gran consumo cultural es consecuencia de que se están tomando decisiones políticas para propiciar es un silogismo que puede que se cumpla, o puede que no.

Dejemos de pensar en la Cultura como algo puntual, a la que hay que hacer caso solo en determinados momentos y seamos capaces todos de afrontarla desde un modo global que incluya a un público entusiasta, claro que sí, pero también a unos poderes que , les guste o no, tienen que encargarse de ello. 

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