NUEVOS HÁBITOS EN LA SOCIEDAD
La salida de la pandemia dispara la fiebre por los conciertos en Aragón
La recaudación de las actuaciones musicales en vivo en la comunidad se elevó hasta los 14.475.632 euros en 2023, un 28,7% que la de 2019, año prepandemia

La Romareda se llenó para el concierto que Bunbury dio el 6 de julio de este mismo año. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

El 13 de diciembre de 2019, cuando apenas faltaban unas horas para el concierto que Estopa iba a ofrecer en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza, un grupo de amigos todavía estaba decidiendo si ir o no. Finalmente optaron por acudir y compraron las entradas en las taquillas del propio pabellón. Cinco años después, en 2024, las entradas para el concierto de Estopa (que celebraba su 30 aniversario) se agotaron con meses de antelación. En 2017, Enrique Bunbury reunió, en el mismo escenario, a 5.000 personas (lejos del lleno). En julio de este mismo año completó el aforo de La Romareda. Dos ejemplos claros que ilustran que, en la industria de los conciertos, los tiempos están cambiando que diría Bob Dylan. Y de qué forma.
La salida de la pandemia dejó a un público con ganas renovadas de disfrutar de los conciertos y la realidad es que se ha disparado la venta de entradas para los que anteriormente estaban dentro de una considerada clase media. Es decir, que actuaban en grandes recintos como pueda ser el Príncipe Felipe en Zaragoza o incluso la sala Multiusos, pero que no siempre lo llenaban y si lo hacían era a última hora. Eso ya no es así.
Más ejemplos. Dani Martín ha anunciado una actuación en Zaragoza para mayo de 2026. A día de hoy, ya ha vendido aproximadamente la mitad del aforo. Lo mismo sucede con Leiva (que tiene previsto dar un concierto el 12 de octubre de este año), que ya está despachando las últimas localidades.
Otro ejemplo paradigmático es nuevamente el de Bunbury, porque apenas duraron unas horas para su concierto de septiembre de 2025 en el Príncipe Felipe. Es decir, ha agotado las localidades con un año de margen. Otro perfil de artista, Dani Fernández. Estará en la sala Multiusos en febrero del año que viene. Por supuesto, ya no hay entradas.
El último Anuario de la SGAE daba unas cifras claras. En Aragón, la recaudación de los conciertos en 2023 fue de 14.475.632 euros, más de tres millones más que en 2019 (11.245.587 euros), lo que significa un 28,7% más. Una cifra que según varios empresarios del sector va a incrementarse este 2024.
Subida de los precios
Y es que no hay que olvidar que una de las cosas que también dejó la salida de la pandemia fue el encarecimiento del precio de las entradas por, según explica el sector, el «incremento de los gastos de producción». Antes de que el mundo se parara, una entrada para ir a un concierto en el Príncipe Felipe (sin distinguir entre pista y grada) podía costar en torno a 25-30 euros (como el último concierto que hubo antes de la pandemia, el de Izal en marzo de 2020). A día de hoy, es muy raro encontrar esos precios. Más ejemplos. Las entradas en pista para Dani Martín cuestan 64 euros; para Chayanne, 72 euros; para Leiva, 43 euros; las de Bunbury, 80 euros. Es cierto, que en grada el precio disminuye un poco pero fue la pandemia la que instauró ya la modalidad de diferenciar los precios entre una ubicación u otra.
Sobre este asunto, aún hay un último dato comparativo, es remontarse más en el tiempo, pero en 2007, en la gira de reencuentro de Héroes del silencio, las entradas para sus dos conciertos en La Romareda costaban entre 38 y 58 euros.
En cualquier caso, este fenómeno no está ni mucho menos circunscrito únicamente a Aragón. Es algo que sucede en toda España, y mucho más radicalizado en Madrid (cualquier grupo medio ahora mismo es capaz de llenar un WiZink Center) y Barcelona. El año pasado, la venta de localidades alcanzó los 578,99 millones de euros, según la Asociación de Promotores Musicales (APM). Esta cifra supuso un récord histórico y supone un 26% más que en 2022.
Todo en un contexto que no hay que obviar en el que el mercado laboral entre la juventud no es boyante, y los ya comentados de subida de las entradas y necesidad de planificación si no quieres quedarte sin ni siquiera la opción de ver a tu artista en directo.
Es un hecho también que, a pesar de todas las dificultades y su capacidad económica limitada, los jóvenes también han entrado en esa fase de fiebre por los conciertos. Solo hay que ver la demanda exorbitada de los abonos para el Espacio Zity (se agotan en apenas unas horas), que se nutre sobre todo de un sector juvenil.
Otro debate mucho más profundo sería ver si esa afición desatada por las actuaciones en vivo se está trasladando a las salas pequeñas, que no deja de ser un caladero de público, no hay que olvidarlo. Es probable que no esté sucediendo el mismo fenómenos, al menos en la misma medida, pero sí que es cierto que en cuanto la apuesta es por un grupo destinado a un espectador más juvenil, las entradas se despachan a muy buen ritmo, logrando incluso varios sold outs.
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