OPINIÓN

Guardando las distancias: Y el Goya a la mejor política cultural es para...

En 2024 sigue instalada la idea de cancelar los proyectos heredados sean buenos o malos

Los Goya, esos premios tan preciados, ¿a qué institución habría que darle uno?

Los Goya, esos premios tan preciados, ¿a qué institución habría que darle uno? / ACADEMIA DE CINE

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

ZARAGOZA

Ahora que apenas quedan un poco más de dos semanas para que concluya este 2024, las secciones de Cultura se empiezan a llenar de artículos recopilatorios de lo mejor del año, tanto en discos, en cine, en libros e incluso en exposiciones o series de televisión. Esto para un escéptico como yo a seguir las tendencias pero consciente de la necesidad de las prescripciones en un mundo de saturación como el de hoy, me deja en una encrucijada. ¿Han visto la contradicción, no? No me gustan las listas de lo mejor del año, pero sí reivindico el papel de las secciones de Cultura y sus expertos para ser capaces de distinguir lo que merece la pena de lo que no.

Ese es uno de los motivos (hay más, pero no vienen al caso) por lo que uno huye de este tipo de listas porque, además, creo que pueden llegar a ser testimoniales y que no dependen tanto de la lista sino de quién la hace. Llegados a este punto y ahora que estamos cerrando el primer año completo de las instituciones elegidas en las últimas elecciones municipales, provinciales y autonómicas de 2023, la clasificación que me gustaría leer sería la de mejores instituciones en el ámbito cultural aragonés (ojo, que la nacional tampoco estaría mal, ¿eh?).

Imposible decisión

Esa en la que se analizara con rigor cuáles han sido las mayores virtudes de las instituciones en el ámbito de la cultura y sus principales defectos, claro. Partiendo de la base de que gobernar siempre es complicado y poco agradecido (siempre vas a tener detractores contundentes, eso es así), me cuesta atisbar a qué institución en Aragón le otorgaría yo el primer puesto de esta clasificación (también el último, que quede claro).

Y es que todavía no ha llegado el momento, uno que es un optimista suicida cree que algún día lo hará, en el que se haya creado un auténtico plan cultural en el que cada decisión (buena o mala) no sea consecuencia de una nueva decisión tomada por los responsables. Significativas fueron las palabras el otro día de Tomasa Hernández en las Cortes de Aragón en las que venía a decir (no transcribo literalmente) que no se podían continuar las políticas culturales de otros ejecutivos porque si no la gente se confundiría y que por eso había que hacer «cosas distintas». Quien sabe, quizá hayamos encontrado casi sin querer el verdadero motivo por el que se decidió dar carpetazo al proyecto de creación de la Sinfónica de Aragón, o a la Temporada de Lírica o Danza o al Múver...

Todo lo demás no vale

Creo que más allá de lo desafortunada de la declaración, más grave me parece la idea que está detrás de esa intervención. Esa premisa de que todo lo anterior no vale porque nosotros sí sabemos hacer las cosas. Resultado, cancelemos proyectos sin analizar si son importantes o no, ni de las razones estratégicas para llevarlos a cabo y apostemos por dejar nuestro sello con otras ideas que dentro de cuatro años igual dejan de existir si hay cambio de gobierno. Y así podemos irnos hasta el fin de los días.

Si lo que hubiera detrás no fuera un sector cultural que sobrevive como puede y que cada aldabonazo de estos le deja en una situación aún más complicada, sería hasta de risa. Hace ya unos años, en el Ayuntamiento de Zaragoza, una concejala dijo que lo que funcionaba no se iba a tocar y, aunque con los años no ha acabado de cumplir la premisa, como principio me parece sencillo y lógico. Pero la lógica parece que ser que hace tiempo que abandonó la política cultural en el siglo XXI. Y es una pena porque el que pierde principalmente es el ciudadano

Tracking Pixel Contents