La crítica de Javier Losilla del concierto de María de la Flor: Donde hay flores hay (no siempre) espinas

La artista madrileña actuó en el Centro Cívico Delicias dentro del ciclo Bombo y Platillo

La madrileña María de la Flor, en su concierto en Zaragoza.

La madrileña María de la Flor, en su concierto en Zaragoza. / Pedro Anguila

Javier Losilla

Javier Losilla

María de la Flor tiene nombre de copla o de culebrón televisivo latinoamericano antiguo. Pero no se engañen: aunque para construir sus canciones parte de músicas de raíz, tiene la cabeza y los pies en el siglo XXI. María, a la que descubrí en 2022 en el Mercat de Música Viva de Vic, actuando acompañada por un sugerente grupo de cuerdas, reformula todos los folclores creando un espacio simbólico en el que la tradición no choca con la modernidad. El jueves, abriendo la nueva temporada del singular ciclo de conciertos Bombo y Platillo, cantó en el zaragozano Centro Cívico Delicias acompañada por Carlos Otero (guitarra acústica) y Marc Piñol (percusiones).

María canta, toca el violín, la guitarra y el charango (no todo al mismo tiempo, claro) buscando en cada pieza la sonoridad adecuada, el timbre más acertado. Tiene buena voz, no hay duda; otra cosa es que en directo la utilice bien. El jueves, como el título de una de sus canciones (Flor y espina), mostró el colorido y perfume de los pétalos, pero también la agresividad de los pinchos del tallo. Explico la metáfora: María se maneja espléndidamente en un rango de tonos medios, graves y agudos no muy pronunciados; pero cuando sube a las notas más altas, para las que técnicamente no tiene problema, le falla la sinuosidad de la dinámica y el control de esos agudos, carencias que no muestra en los discos. Esos detalles, y una pronunciación descuidada, en ocasiones, lastraron un concierto, por lo demás, atractivamente hermoso.

Brilló en composiciones como Silla vacía, que nos recordó a Mon Laferte; Corazón despierto, y Vidrieritas, con un final a medio camino entre la jota y las cantiñas de Cádiz (ya saben lo próximas que están esas dos formas musicales de expresión). Pero hubo más, claro: El día de hoy, Naves, Resalada, Dice la abuela, No somos extraños, Mírame… Disparos sonoros, en general bien armados, aunque tendentes a veces a la tautología, bien resueltas por ella y sus competentes músicos. Una presentación notable (excepción hecha de los debes ya mencionados), que cerró con El enemigo, y recibió calurosos aplausos del público. María de la Flor puede y debe ofrecer conciertos más redondos, más acordes con su narrativa musical. Creo, vaya.

Tracking Pixel Contents