Crítica de Javier Losilla del concierto de Ester Vallejo: A la fresca, donde sopla la brisa de lo popular

La artista aragonesa presenta su nuevo disco en Zaragoza dentro del ciclo Bombo y platillo

Javier Losilla

Javier Losilla

ZARAGOZA

A la fresca, expresión tan aragonesa como veraniega, es el título del segundo disco de Ester Vallejo, compositora, cantante y percusionista, aunque no hace ascos a otros instrumentos como la guitarra. Ester trabaja sobre patrones de las tradiciones populares, del folclore diríamos; de todos los folclores, diríamos mejor. Pero, al contrario que otros colegas que parten de las músicas de raíz para adentrarse en los sonidos del siglo XXI, Vallejo arma canciones, sin más aditamentos que los imprescindibles y sin echar mano de elementos como la electrónica. Es una opción, claro. Y la defiende con soltura

En escena Ester busca la calidez más allá de la interpretación, y si una pieza requiere golpear sobre una mesa, pues se pone una mesa, y a otra cosa. Quiero decir, que busca una forma natural de transmitir unas canciones que beben del pueblo y a él se dirigen. El jueves, en el Centro Cívico Delicias de Zaragoza, presentó en concierto 'A la fresca', dentro del ciclo Bombo y platillo. Beatriz Vallejo (su hermana) manejó percusiones y teclado (este, solo en una canción), Inés del Río alternó guitarra acústica y bajo eléctrico, y María Alfaro aportó también percusiones y se encargó de la danza. Ester, obviamente, cantó, tocó guitarra y charango y percutió, pues percusionista de carrera es, y, además, una abundante tímbrica percusiva atraviesa todas las canciones.

Fiesta en la plaza mayor

Revisó todo el repertorio del disco, sacó en la canción que titula el álbum a las chicas que grabaron los coros, dispuso un cuerpo de baile para que aquello se pareciese lo más posible a una fiesta en la plaza mayor, e invitó a cantar al dúo Ixeya (colaboró en la grabación) en 'El pueblo pa las montañas' y en una gozosa versión de 'Mañana', de Sílvia Pérez Cruz. Otra versión (contenida en 'A la fresca') de 'La condesa del Sobrarbe', de La Ronda de Boltaña, sonó hermosa con voz, guitarra y percusión. Otra recreación, 'Todo cambia', de Mercedes Sosa, tuvo su punto, pero a la 'Albada', de Labordeta, le faltó rasmia. Estrenó 'Pájaro herido' y regaló en el bis una jota castellana. En conjunto, el programa quedó bastante apañado.

Pero eso no significa que no debamos exigirle a Ester Vallejo algo más que corrección en el uso del folclore y unos directos más vigorosos. Está bien que plantee los conciertos como un acto comunitario entre público y artista, pero no debe olvidar quién está sobre el escenario y encauzar la complicidad hacia resultados más sólidos. Puede y debe. Con todo, hay un elemento de sus presentaciones que se me escapa: las danzas elaboradas por María Alfaro, que, pese a estar bien realizadas, conectan poco con las canciones y no aportan, si es eso lo que se pretende, pátina de modernidad. Tal vez convenga replantear esa propuesta.

Por lo demás, lo dicho: una presentación atractiva de una artista cuyo acercamiento a las expresiones culturales (no solo musicales) hay que celebrar; como hay que festejar que Ester muestre un compromiso decidido con los problemas de la tierra y de sus gentes. ¡A la fresca, donde sopla la brisa de lo popular! 

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