Guardando las distancias: Un buen gobierno necesita una buena oposición

La política cultural debe tener sus contrapuntos por el bien del sistema

El portavoz adjunto del PSOE en las Cortes de Aragón, Darío Villagrasa.

El portavoz adjunto del PSOE en las Cortes de Aragón, Darío Villagrasa. / EUROPA PRESS

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

ZARAGOZA

Hay cosas que convendría tenerlas claras y, por si acaso, no está de más recordarlas. El buen estado de una democracia y la buena gobernanza tiene mucho que ver con la calidad de la oposición casi tanto como la manera de ejercer el poder que tiene el que ha salido elegido por la mayoría en las urnas. Teniendo claro que los que ostentan el poder tienen todo el derecho del mundo (siempre desde la legalidad vigente, obviamente) a decidir y ejercer la política cultural según los parámetros que considere y que la ciudadanía también lo tiene a expresar su descontento en lo que considere, conviene no olvidarse de la oposición.

Ella debe ser el contrapunto que permita corregir y auditar las buenas acciones de un gobierno y, desde su posición (nunca mejor dicho) tiene que ser capaz de marcar el camino que considere y que lleve al gobierno a hacer una política mejor, más racional y, sobre todo, si no es el caso, más cercana al ciudadano.

La base de la democracia

 ¿Por qué digo esto? Porque la sensación que tengo en algunas ocasiones es que se esté de acuerdo o no con la política cultural del PP (esa apuesta por los grandes eventos en contrapunto a la apuesta por las ayudas a la base del sector cultural), tampoco se está siendo capaz de construir un discurso armado y bien argumentado desde la oposición. Y esa es, como decía, la base de la democracia tal y como la tenemos montada. Unos gobiernan y deciden y otros deben ser capaces de criticar de una manera constructiva y sólida, con sustento detrás, y a ser posible con propuestas que pueden llegar a ser de consenso.

Esta semana, Darío Villagrasa ha apostado, en nombre del PSOE, por la creación de una Ley de derechos culturales en Aragón, algo que ya se planteó en la legislatura anterior cuando los socialistas gobernaban y que tenía desarrollado hasta un anteproyecto de ley que, por circunstancias y plazos, nunca se llegó a sacar del cajón.

Una legislación de este tipo blindaría a lo que, en muchas ocasiones, es uno de los eslabones más débiles del hecho cultural, el espectador como algo más que eso y su posibilidad de convertirse en creador y generador de la propia experiencia cultural. Una apuesta que ya se está realizando en otros países de Europa y que en Aragón estuvimos a punto de hacer lo que nos hubiera convertido en una de las primeras comunidades en conseguirlo en España.

Ahora, el PSOE rescata ese proyecto que, según aseguran, debería ser la culminación de una radiografía al sector cultural que debería dejar claro cuál es son las fortalezas, las debilidades y las necesidades del mismo.

Un recorrido escaso

No soy ingenuo, obviamente a la propuesta le auguro poco recorrido ya que el PP no va a dejar que siga hacia adelante mucho más (y menos con la política actual del departamento encabezado por Tomasa Hernández y Pedro Olloqui), pero quiero ir más allá. El simple hecho de que exista una propuesta así debería ser aprovechada por la oposición para tratar de llevar el debate a otro punto diferente del que quiere el poder. Hablando en plata, sacarlo de Goya, que es lo único que le interesa tener en la mesa al actual Gobierno de Aragón.

Por eso es importante que la oposición tenga claro cuál es su papel y tenga la voluntad y la capacidad para, a nivel cultural, plantar cara y plantear un debate que debe servir para que el gobierno de turno no camine por un carril cómodo que no beneficia en nada a la sociedad. Y hablo de gobiernos de cualquier color político. Sí, para que la democracia y la buena gobernanza perviva y se fortalezca tiene que haber personas que ejerzan el poder y otras que ejerzan la oposición con responsabilidad y buen hacer. ¿Hacemos balance?

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