Javier Cercas presenta su última novela en Zaragoza: "Si no escribiera estaría encerrado en una cárcel de alta seguridad"

El escritor extremeño ha presentado este martes en el Patio de la Infanta de la Fundación Ibercaja su nuevo libro, 'El loco de Dios en el fin del mundo'

Javier Cercas, este martes en el Gran Hotel, antes de presentar su novela en el ciclo ‘Martes de libros’ de la Fundación Ibercaja.

Javier Cercas, este martes en el Gran Hotel, antes de presentar su novela en el ciclo ‘Martes de libros’ de la Fundación Ibercaja. / Josema Molina

Rubén López

Rubén López

Zaragoza

Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) recibió hace poco más de dos años una sorprendente propuesta del Vaticano: acompañar al Papa en un viaje a Mongolia para escribir sobre la figura del Santo Padre y reflejar la situación actual de la Iglesia Católica. El resultado es 'El loco de Dios en el fin del mundo', una novela de no ficción en la que el autor de 'Soldados de Salamina' busca respuestas a la inmortalidad mezclando el ensayo, la crónica, y la biografía.

-¿Cómo se fraguó ese viaje? ¿Quién se lo propuso? 

-Yo estaba un día en el Salón del Libro de Turín y mi editora me comentó que había un señor del Vaticano que quería hablar conmigo. Era Lorenzo Fazzini, director de la editorial del Vaticano y me dijo que el papa Francisco iba a viajar a Mongolia y que les gustaría que le acompañara para, si yo quería, escribir después lo que a mí me apeteciera con absoluta libertad. También me dijo que me facilitarían la estancia en el Vaticano y que podría hablar con quien quisiese.

-Ningún escritor había recibido nunca una propuesta como esta... 

-La propuesta era loca, pero lo más loco de todo era eso, que nunca antes se habían planteado algo similar.

-¿Por qué cree que fue el elegido? 

-Esa es la única pregunta que no he hecho en estos dos años. Lo primero que recuerdo que le dije a Fazzini es si se habían vuelto locos y si sabían que los escritores podemos ser peligrosos. Porque nuestra obligación es decir la verdad cuando escribimos sobre la realidad, y cuando no también. Además, yo soy ateo y anticlerical. ¿Por qué me eligieron a mí? No tengo ni idea, pero lo que sí sé es que ningún escritor en su sano juicio hubiera rechazado la propuesta. 

-Como escribe en el comienzo del libro, su objetivo principal era "preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta". 

-Absolutamente. Ese es el motor que hizo que yo me embarcara en ese viaje. Es el corazón de la novela. Cuando me hicieron esta propuesta totalmente extravagante lo primero que pensé es en mi madre, porque era una persona profundamente católica. Cuando mi padre murió, ella creía que lo iba a ver después de la muerte; cosa nada rara porque eso es lo que promete la religión cristiana. Yo sentí que ese iba a ser el centro de este libro: un loco sin Dios, como yo, que iba en busca del loco de Dios, es decir Francisco, para hacerle esa pregunta a la persona más autorizada en la materia y llevar la respuesta a mi madre. Una pregunta que, por cierto, nadie le había hecho. Este Papa ha concedido muchas entrevistas, pero nadie le había preguntado sobre lo esencial, sobre esa vida eterna, que es la clave de todo. En el fondo, como todos mis libros, esta es una novela policial porque también hay un enigma y alguien que intenta descifrarlo. Y, además, no hay nada inventado, todo es real. 

-¿Le satisfizo la respuesta del Papa? 

-Bueno, su respuesta hubiera alegrado muchísimo a Aristóteles porque fue, al mismo tiempo, inevitable y totalmente sorprendente. De hecho, el final es tan increíble que si lo hubiese escrito en una novela de ficción nadie se lo hubiera creído. Pero para eso, el lector deberá llegar hasta la última página.

-¿Su ateísmo se mantiene tras el viaje? 

-Lógicamente yo siento envidia de las personas que tienen fe, pero no soy capaz de creer que hay otra vida. Así que sí, sigo siendo ateo. 

-¿Descubrió durante el viaje algo que no pensaba descubrir? 

-Muchísimas cosas. Ha sido una sorpresa permanente. El ejercicio más difícil fue quitarme los prejuicios. Llegar al Vaticano, un lugar del que se supone que sabemos todo, con los ojos limpios intentando entender, que es justo lo contrario que justificar. 

-¿Otro de los retos era descubrir quién era el hombre detrás del título de Papa?

-Claro, es que este libro es un ensayo poliédrico sobre el Papa. Lo que he intentado es entenderlo y obviamente es un personaje muchísimo más complejo de lo que parece a simple vista. Con muchas más capas. No hay un Bergoglio, hay muchos. Si lo tuviera que definir diría que es un hombre en lucha consigo mismo, muy consciente de sus debilidades y que ha luchado a muerte para superarlas. Y eso es precisamente lo que yo intento en todos mis libros, devolver la complejidad a lo real y a las personas. 

-Ha dicho en estos últimos días que el papa Francisco ha realizado cambios profundos en la Iglesia, pero no todos los que le hubiera gustado.

-Lo que ha intentado es volver al cristianismo de Cristo, que es un cristianismo radical y subversivo, y que no es en ningún caso la religión de los poderosos. Más bien al contrario. La Iglesia nunca debería haber estado de lado del poder, que es lo que ha hecho durante casi 1.800 años. Francisco ha intentado recorrer el camino contrario, pero la Iglesia no estaba preparada para tanto cambio y él sabía hasta dónde podía llegar. En mi opinión, él hubiera ido más allá en cuestiones como la de los homosexuales o del celibato, pero ha visto que podía ser peligroso.

-¿Cómo enmarca esta novela dentro de su carrera literaria?

-Bueno, yo tengo claro que este es el más loco de los libros que he escrito porque habla de la locura máxima: la resurrección de la carne y la vida eterna, algo increíble en sí mismo. Otra de las preguntas que se plantea este libro es qué hacemos con la ausencia de Dios, algo que ha determinado completamente el arte del siglo XX. Si Dios no existe, todo está permitido. Y si ha muerto, el fundamento de nuestra civilización se cae y ya no hay nada que sea seguro. En este sentido, yo intento ser una persona cuerda y razonable en mi vida cotidiana, pero en realidad estoy como una puñetera chota. Los libros, de hecho, son el lugar para la locura, de lo que no se puede hacer en la vida.

-¿Eso es lo que más le gusta de escribir, que puede desarrollar sus locuras?

-Totalmente. Es una de las cosas que más me gustan de ser escritor. Lo que pasa es que disimulo muy bien. Parezco muy normal pero soy un peligro público; si no escribiera estaría encerrado en una cárcel de alta seguridad.

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