Crítica del concierto de Pilar Almalé: Luces y sombras en la reconstrucción neobarroca

La aragonesa ofrece una doble actuación en el Teatro del Mercado de Zaragoza

Pilar Almalé durante el concierto del martes en el Teatro del Mercado de Zaragoza.

Pilar Almalé durante el concierto del martes en el Teatro del Mercado de Zaragoza. / IVÁN ANADÓN

Javier Losilla

Javier Losilla

ZARAGOZA

Sale al escenario Pilar Almalé, en solitario (bueno, con su viola da gamba y su voz), interpreta 'Yo me enamoré de un aire', una pieza sefardí que remata con la cadencia andaluza del Renacimiento y del Barroco, y uno dice para sus adentros: sí, señor, esta es la Pilar Almalé capaz de ofrecer una altura artística de lujo. Terminada la pieza se completa el cuarteto con Víctor Palacín (violín), Álex Comín (guitarra) y Josué Barrés (percusiones), tres instrumentistas notabilísimos, y siguen los vientos sefardíes con 'Avrix Me Galanica'. Después llegan 'Feta Sisi' (una composición de Comín), 'Tres morillas me enamoran', pieza del siglo XV procedente del 'Cancionero de Palacio', y 'Gozos de la Virgen del Bario', canción asentada en el imaginario musical aragonés, que suena con mucho menos brío que en la grabación 'Zumo de manzana', el nuevo disco del cuarteto de Pilar, objeto de los conciertos que ofreció en el Teatro del Mercado los pasados martes y miércoles.

Es justamente esa pieza, 'Gozos de la Virgen del Bario', uno de esos momentos de inflexión de un concierto bien resuelto, pero, en general, falto de ritmo interno y de pulso. Es decir, una actuación repleta de luces y sombras. Las sombras no fueron demasiado oscuras, pero sí lo suficientemente marcadas para que las agraciadas con las luces brillasen sin contemplaciones. 'Douce Dame Jolie', una canción medieval francesa escrita por Guillaume de Machaut, fue excelente paradigma de esa luminosidad de la que hablaba, igual que 'A la una yo nací,' otra creación sefardí en la que se cuelan guitarreos parientes del jazz 'manouche'. Y es que, por si no lo saben, la propuesta de Pilar Almalé (propia y ajena), partiendo de la música antigua, se enreda con el folclore, el flamenco, el jazz y otros meneos sonoros, en un gozoso mosaico de tradiciones y modernidades.

Cierta tirantez instrumental

'Hixa Mía, Sacha' (de Víctor Palacín), 'Me schunowa', una preciosa canción romaní y 'Nani, nani' completaron el programa. Luego llegaron los bises, claro: 'Zumo de manzana I', una delicatesen con versos de Bécquer, y una composición de la zona italiana de Salento, recreada como una canción pop de los años 60. Cerraba así Pilar y su cuarteto un concierto atravesado por cierta tirantez instrumental, por un sutil agarrotamiento. Nada que impida, en otras ocasiones, el desarrollo de unas músicas que conjugan con alma el fragmento, que juegan con la incertidumbre y la causalidad, organizadas en piezas que son pura reconstrucción. En definitiva, lo que el ensayista Omar Calabrese llamó neobarroco para definir la agotada etapa que dejó atrás la modernidad y la posmodernidad. 

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