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La crítica de Javier Losilla: Buscando el corazón de la noche del sábado

El Refugio del Crápula, La Lata de Bombillas y la Sala López acogieron este sábado los conciertos de Franco Deterioro, No se asuste y Ursula 1000

Franco Deterioro actuó el sábado en Zaragoza.

Franco Deterioro actuó el sábado en Zaragoza. / El Periódico

Javier Losilla

Javier Losilla

Zaragoza

“Estoy como la Universidad: perdiendo facultades”. Franco Deterioro es ese cantautor de lo cotidiano, de lo paradójico, de la ironía y la ternura. Filósofo de guitarra y barra de bar, Franco deterioro es uno de los heterónimos de Daniel Clemente (Quién son y Señor Trapero son otros de sus alias). Lo llamo cantautor porque interpreta sus propias canciones (por cierto es un compositor prolijo que graba discos sin tregua), mas en sus músicas reúne influencias de variado pelaje, siempre al servicio de unos textos de compleja sencillez. Franco Deterioro nunca actuará en una sala de conciertos al uso, pues su arte periférico le conduce a espacios reducidos en los que la cercanía con el espectador es clave.

El sábado, en solitario (el 7 de junio cantará en La Campana de los perdidos acompañado por el trombonista Antonio López, presentando 'Realmente digno', álbum a punto de editarse) actuó en El refugio del crápula revisando piezas de su amplia discografía: 'Necesito una loca', 'Me encantaría', 'El caramelo de limón', 'En el chat', 'Tu y yo', 'Hay un concierto', 'Empanada gallega', una versión de 'Gallo rojo, gallo negro', de Chicho Sánchez Ferlosio… Canciones que cuentan y cantan historias tras las que se esconden aventuras increíbles, deseos no satisfechos, críticas a un mundo que gira a trompicones, recordatorios de la fragilidad humana, de la estulticia… Franco Deterioro no es un cantor de grandes registros vocales, ni un guitarrista consumado, pero sí un decidor de cadencias, sensaciones y emociones.

Trovador austero y lúcido (y tal vez resignado) en una sociedad de estomagante brillo y oropel, Franco Deterioro da al lenguaje su último sentido: “Tú y yo podríamos inventar canciones para el viejo Coque Malla / Y así dejaría de cantar la chorrada de “No puedo vivir sin ti”. Y entre pieza y pieza, una reflexión: “En español tenemos la i latina y la y griega, también tenemos la g latina, pero no la g griega”.

También el sábado, pero en La lata de bombillas, No se asuste, nombre artístico tras el que se esconde (es un decir) Paco Muñoz presentó 'Colmillo blanco', su disco más reciente (el 10 de mayo actuará en la UNED, en Calatayud). Lo hizo muy, muy bien acompañado: Jaime Millán (guitarra), Guillermo Mata (bajo) Laurent Castagnet (batería) y Lorena Embún (coros). Un repertorio extenso que incluyó piezas como 'El universo no es para mí', 'Teruel es frío en febrero', 'Corina y el rey. El pipa'. 'Madrid es frío en febrero', 'Hacia lo obvio', 'Anuncios de colonia', 'Colmillo blanco' y 'Música experimental', entre otras. Confieso mi debilidad por las canciones de No se asuste; por sus textos repletos de intención, humorísticos en ocasiones, y por la búsqueda de un universo musical propio y diferente. Pero, de igual manera declaro el desconcierto que me producen sus actuaciones, atravesadas por una concepción del espectáculo que tiene no poco de feriante. “El es así”, dicen sus amigos. Ya, lo entiendo, pero me joroba que un tipo listo y con ideas haga de sus conciertos un circo. Pero sin fieras de las que muerden.

Y cerrando el periplo sabatino (aunque sin regreso al punto de partida), visita a la sala López, que estaba de celebración por su decimoquinto aniversario. Lamentablemente no llegué a tiempo (la cosa cuántica todavía no la manejo bien) para la actuación del zaragozano Ernesto Telephunken, de vuelta a los escenarios con nuevo disco, tras años de retiro o lo que haya sido. Pero sí pude disfrutar con la sesión de Ursula 1000, artista de la pista venido de Brooklyn para la ocasión, que trajo la maleta llena de funk, ritmos latinos y africanos y grandes luminarias del pop. Por cierto, el pasado mes de abril, mientras Ursula pinchaba en una fiesta en homenaje a David Bowie, se le acercó una joven para pedirle una canción del músico. Era Lexi Jones, la hija de Bowie e Iman. El sábado, Lexi no estuvo en la López, pero si sonó Bowie. Gran cierre para un lluvioso 3 de mayo, buscando, como canta Tom Waits, el corazón de la noche del sábado.

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