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Guardando las distancias: Las Armas, lo que fue y nunca más será

El centro abrirá en 2026 con un nuevo proyecto lejos del faro cultural de antaño

Las Armas reabrirá en 2026 con un nuevo proyecto.

Las Armas reabrirá en 2026 con un nuevo proyecto. / El Periódico

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Zaragoza

Vaya por delante que uno entiende que los tiempos cambian y que los usos de los edificios y la forma de hacer las cosas evolucionan aunque no siempre nos guste. ¿Por qué digo esto? Porque esta semana se ha confirmado lo que era un hecho desde que en enero de este mismo año, los gestores de Las Armas decidieron renunciar a continuar ante la imposibilidad de hacerlo rentable por un montón de problemas derivados de su funcionamiento. Las Armas ya no volverá a ser Las Armas. Al menos, eso que conocimos y que con tanto énfasis abrazó la ciudad en sus mejores años y que fue un auténtico hervidero cultural y no solo musical.

A partir de ahora, la gestión pasará a ser pública pero, entre otras cosas, eso implica que el Ayuntamiento de Zaragoza ha decidido que pase a ser un edificio primordialmente socioeducativo. La consecuencia directa (por muchas vueltas que se le dé tirando incluso de eufemismos) es que Las Armas va a dejar de utilizarse como sala de conciertos. Y eso en una ciudad en la que no existe casi ninguna de esas características es un drama, para la música en vivo de la ciudad me refiero, claro. Va a seguir habiendo conciertos pero fundamentalmente los que programen desde las escuelas municipales de música y danza que aprovecharán las instalaciones (es cierto, que necesitaban nuevos espacios) y que, al menos, le darán uso a una sala especial.

No entro a valorar si la decisión es la correcta, es un hecho (tampoco neguemos la mayor), que a los servicios del barrio le va a venir muy bien el poder utilizar el centro para diferentes cuestiones y que la gestión pública va a permitir el empleo de todos los espacios (que no son pocos) pero, a mí, lo que se me viene a la cabeza es decepción.

Fundamentalmente porque no hemos sido capaces de poder hacer rentable para sus gestores un espacio como este. Pero para decir esto hay que contarlo todo. Las Armas es un centro que nació macrodimensionado con unas expectativas muy elevadas con respecto al público que lo iba a utilizar amparándose en lo que supuestamente iba a crecer la ciudad. A ello hay que añadir que tuvo desde sus inicios muchos problemas arquitectónicos (no olvidemos que el ayuntamiento para reabrirlo está haciendo una inversión importante en arreglos del espacio). Todo ello hacía que el mantenimiento era una losa muy elevada que solo se podía mantener con una actividad hostelera muy potente y multiplicada que enseguida chocó con el malestar de los vecinos que se quejaban porque no podían descansar. La bomba de relojería había estallado.

La sala de conciertos por sí sola funcionaba, acudía gente, se programaba bien y a, grandes rasgos, no era deficitaria, pero la cuestión es que poder mantener la estructura (macrodimensionada como decíamos) no era posible solo con los conciertos. Cuando los últimos gestores abandonaron el proyecto estaba claro que la única salida, si se quería mantener abierto el espacio, pasaba por una gestión pública del mismo. Así ha sido, lo cual es una alegría por no dejar morir el lugar, pero uno recuerda lo que ha sido el lugar como faro cultural y, sin que no sea capaz de entender que el cambio de rumbo va a traer beneficios para el barrio, tiende a pensar que la cultura nunca es prioridad para nada. Ni ahora ni nunca.

Y eso me produce una mezcla de nostalgia, de oportunidad perdida y de ataque de responsabilidad de que ni los ciudadanos, a veces, somos capaces de valorar lo que tenemos. ¿Los tiempos están cambiando?

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