CONCIERTO
Juanjo Bona, en pie de guerra: una romería improvisada en Madrid con la jota aragonesa por bandera
El artista de Magallón reivindica sus raíces en el Teatro Rialto con un cancionero que busca la belleza en lo cotidiano: con todo el papel vendido, repetirá en 24 de noviembre

Juanjo Bona está encarando la segunda fase de la gira 'Tan mayor y tan niño'. / FACEBOOK
Tantarán. Rataplán. Basta el repique de un tambor para que Juanjo Bona, siempre alerta, en pie de guerra, convierta todo escenario en una romería improvisada. Lleva en la sangre el folclore de su Zaragoza natal y, claro, cuando se trata de reivindicarlo, tiene la mecha bastante corta. Le gusta lo lírico, lo bucólico. Su música resulta tan hipnótica que, ojo, entre recuerdos y refranes, es capaz de conquistar al público más férreo al instante. Suena a casa, a miel con limón. A otoños bajo la manta. Al crepitar de madera. A todo aquello que, en un pasado no muy lejano, ay, te abrigaba del frío. Anoche, en el Teatro Rialto de Madrid, frente a un aforo entregadísimo, cerró filas de inmediato. Y, ya en familia, bien cerquita, sacó lustre a las melodías que sus antepasados le legaron. Aquellas que, hoy, fusionadas con el pop, siguen templando igual el alma.
Prometió no traicionarse cuando salió de Operación Triunfo. Y, tras editar Recardelino, su primer álbum, no ha hecho más que protegerse: su cancionero es la historia de un niño que busca la belleza en el hogar y, este lunes, cuando arrancó con La magallonera, quedó patente. “Estamos en la Gran Vía, no me lo puedo creer. Cuando he entrado, me ha impresionado. Estoy flipando de corazón. No puedo estar más contento”, dijo Juanjo, que está encarando la segunda fase del tour Tan mayor y tan niño. Enfundado en una camisa blanca, repasó un repertorio de altura con la verdad de quien aún lo tiene todo por hacer.

'Recardelino' es el primer álbum de Juan Bona. / FACEBOOK
A Madrid llegó desde Magallón, un pueblito de 1.000 habitantes del Aragón rural donde hoy suele encontrar la calma. No olvida sus orígenes porque sabe que sin su raíz perdería el norte en cuestión de segundos. Por ello, precisamente, ha armado sus temas sobre el imaginario popular donde se crió: mientras tocaba Villano, Nuestra forma de hablar y Golondrinas, su infancia correteaba entre las butacas a su antojo. Tiene una garganta lo suficientemente fuerte para no cerrarse cuando la nostalgia pide paso. Y, aunque parezca romperse a veces, de repente, un giro le devuelve a lo más alto. Demostró un dominio absoluto de la voz, alternando susurros con despliegues. Supo cuándo respirar, hacia dónde mirar. Un uso genuino de los silencios que, entre palmas y coros, le volvió aún más efectivo.
“El decorado de cada concierto es único, lo agradezco en el alma. Pondré todas las flores que lanzáis en mi casa”, bromeó emocionado frente a un puñado de seguidores en efervescencia. Algunos, incluso, vestían un cachirulo aragonés en el cuello para homenajearle. Un gesto que han repetido desde que empezó la gira el pasado marzo y que Juanjo, siempre detallista, cercano a sus seguidores, ha convertido en una seña de identidad. Cantó fascinado y, pese a su corta edad, 21 primaveras, controló el medio como pocos.
Cultivar lo cotidiano
Durante su etapa en la Academia liderada por Noemí Galera y Manu Guix, Juanjo defendió clásicos de Lola Flores, The Beach Boys y Annie Lenox que enfatizaron su versatilidad vocal. Por aquel entonces, no sabía el terremoto que estaba por desatar. Hoy, bajo la lupa de El buen hijo y Confeti de odio, referentes del indie en España, ha mezclado la jota y el pop con tacto. Recuerdo a la Amaia Romero de Yamaguchi, pero sin necesidad de comparación. El modo que Juanjo tiene de cultivar lo cotidiano es su mayor tesoro. Una visión de la vida que subrayó al recuperar Mis tías: es la primera canción que publicó, una oda a las mujeres que tan bien le cuidaron durante su etapa en el colegio mayor Mendel. También se atrevió con El destello, que no perdió fuelle a pesar de interpretarla sin Martin Urrutia.
Por el momento, no ha sucumbido al urbano que domina las listas de streaming. Y, ojalá, quién sabe, no lo haga. Porque Juanjo gana enteros en este universo multicolor de tradición y vanguardia. Es su vida la que está paladeando y, dado el resultado, tan auténtico, no hay mejor traje que éste para él. Arropado por su banda, logró mantener al gallinero a flor de fiel. Esa es su prioridad. Siempre en pie de guerra, atento al tambor. Tantarán. Rataplán
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