Un año más toca la tan ansiada o tan temida, según a quién se pregunte, vuelta al cole. Un nuevo curso académico, el tercero afectado por la pandemia, que se inicia con esfuerzos renovados para intentar dar a las nuevas generaciones la mejor formación y educación posibles. Hoy en día las preocupaciones van más dirigidas a temas como el notable desembolso que supone a cada familia la compra de libros y demás materiales, la famosa conciliación familiar, la elección de centro o las ratios de alumnos por aula.

Unos problemas que son los que tocan en esta época en la que vivimos, pero que sin duda pueden parecer de no demasiada importancia si comenzamos a repasar cómo ha sido el acceso a la educación a lo largo de la historia. Un acceso que durante siglos estuvo vedado y era sólo para las clases más pudientes y que conllevaba la existencia de unas sociedades por lo general analfabetas y más fáciles de engañar, aunque también más impredecibles en situaciones de crisis.

Francisco Tadeo Calomarde

Francisco Tadeo Calomarde

Los sistemas reglados educativos que todos conocemos no llegaron a desarrollarse realmente hasta el siglo XIX, pero las clases dominantes siempre han intentado dotarse de una formación que les permitiera desempeñar mejor sus responsabilidades que luego les tocaría ejercer por linaje o simplemente para mantener cierto estatus social entre sus iguales. Desde la antigüedad son famosos los estudios que se llevaban a cabo en Grecia o en Roma, y es algo cuya huella podemos llegar a ver incluso en lo que hoy es Aragón.

En el siglo I a. C. se libró en Hispania una guerra civil entre romanos, la llamada Guerra Sertoriana, pero en la que participaron en un bando o en otro diferentes pueblos indígenas. Quinto Sertorio, rebelde al poder tiránico de Lucio Cornelio Sila, se hizo fuerte en buena parte de Hispania y llegó a establecer una especie de capital en Osca, la actual Huesca. Allí creó una administración a la romana e incluso una Academia de Latinidad, en la que se formaba a la romana a los hijos de los líderes indígenas que le apoyaban en su guerra. También hay que decir que a la vez estos niños y futuros líderes servían de rehenes por si a alguno de sus padres se le ocurría jugársela a Sertorio. Pero sea como fuere, esta educación a la romana aceleró mucho el proceso de romanización de los indígenas que vivían en esta zona hace 2000 años.

Si avanzamos a la Edad Media, en el año 1354 fue fundada precisamente en la capital oscense la Universidad Sertoriana de Huesca, la primera en crearse en el Reino de Aragón y la segunda de la corona aragonesa sólo por detrás de la de Lérida. En su propio nombre se recordaba esa orgullosa tradición educativa de tiempos de Sertorio, aunque nada tuvieran que ver la universidad con la Academia de Latinidad. No será hasta 1542 cuando se funde la Universidad de Zaragoza para hacerle competencia, aunque esta no comenzó a funcionar en realidad hasta 1583 y gracias al gran empeño del eclesiástico Pedro Cerbuna. Y no es de extrañar que se tardaran más de 40 años en ponerla a funcionar, dada la oposición que hubo a su creación y que se puede ver en las palabras que dijo el conde de Sástago, por entonces virrey de Aragón: «gente que sepa, ¿para qué? No se logrará sino aumentar los vagos, crear viciosos, despoblar más los campos y extender la miseria; demasiado saben ya para que se les facilite saber más».

Como aragonés que fue, cabe destacar también el papel de san José de Calasanz en el campo educativo, sobre todo en lo que respecta a hacerlo accesible a las clases más pobres. Y es que en el año 1597 creó en Roma la primera escuela gratuita, conocida como las Escuelas Pías.

Pero realmente no fue hasta los siglos XIX y XX cuando se comenzaron a realizar verdaderos avances en la universalización de la educación. En ese proceso fue muy importante el turolense Francisco Tadeo Calomarde, nacido en Villel, y que con el llamado Plan Calomarde entre 1824 y 1825 se comenzó a estructurar el sistema educativo en España, como por ejemplo la creación de escuelas en todo municipio que superara los 50 habitantes.

Pero el año clave fue 1857, momento en el que se desarrolló la primera ley educativa integral en España conocida como la Ley Moyano dado que su artífice fue Claudio Moyano. Con esta ley educativa se organizó la enseñanza en 3 niveles, primaria, secundaria y superior, pudiendo ser pública o privada, estableciendo la obligatoriedad de la educación primaria, la posibilidad de su gratuidad y de la secularización de la educación, es decir, que esta se pudiera ejercer más allá de la religión, que la había monopolizado hasta entonces.

A partir de entonces la educación se fue desarrollando y universalizando poco a poco en España, tomándose conciencia paulatina de su gran importancia para el propio desarrollo de la sociedad española y del país. Surgen los grupos escolares, especialmente a finales del XIX y comienzos del XX o instituciones como la Libre de Enseñanza, especialmente fuerte en España y que desde 1876 marcó una línea educativa laica, igualitaria, totalmente independiente tanto del Estado como de la Iglesia y que recibió el apoyo de intelectuales como José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal o aragoneses como Santiago Ramón y Cajal (nacido en Navarra pero criado en Aragón y de padres aragoneses) y Joaquín Costa.