En la contra de ayer, la historia del desarrollo del culto a la Virgen del Pilar y de la tradición pilarista nos dejó a finales del siglo XVII en las décadas siguientes al famoso Milagro de Calanda, un suceso que sin duda lo cambió todo. Y es que si ya desde finales del siglo XIII el culto a la Virgen y su popularidad habían ido creciendo de forma paulatina, desde 1640 vivieron un auge sin precedentes. 

En 1642 el concejo de Zaragoza la proclamó patrona de la ciudad, mientras que ya en el año 1678 el virrey Pedro Antonio de Aragón aprovechó la convocatoria de las Cortes para que también se la proclamara como patrona de todo el Reino de Aragón. Desde el mismo milagro de Calanda, la dinastía de los Habsburgo estrechó lazos con la nueva patrona a la vez que esto tenía cierto movimiento político para tratar de socavar de alguna manera la importancia social de la Seo de Zaragoza. Y es que este templo era uno de los símbolos de Aragón como entidad política diferenciada al ser el lugar en el que los monarcas juraban los fueros y eran coronados desde el siglo XIII. 

Contrapunto a la Seo

Los Habsburgo apoyaron cada vez más al Pilar para que este supusiera un contrapunto a la Seo en una época en la que los monarcas intentaban homogeneizar la forma de gobierno de sus muy diferentes Estados, lo que ayudó a que su culto y popularidad crecieran todavía más. 

Más adelante, episodios como los Sitios de Zaragoza durante la Guerra de la Independencia hicieron que José de Palafox usara la figura de la Virgen dentro de su programa propagandístico y de resistencia a ultranza frente al invasor napoleónico, lo que hizo que ahondara aún más ese papel como protectora del pueblo. 

Y llegamos a la etapa más reciente para descubrir los orígenes de las ofrendas de flores y de frutos, dos de los actos más característicos, vistosos y multitudinarios (hasta la irrupción del covid) de todas las fiestas. La ofrenda de flores es algo ya tan arraigado que sorprende a muchos el hecho de que sea una tradición bastante joven con respecto a lo que se podría suponer. En 1872 y 191 años después de la colocación de la primera piedra, el templo que vemos en la actualidad se consideró terminado, aunque en realidad todavía faltaban las torres cuya construcción fue posterior y no se terminaron hasta 1961 tras sumar 281 años desde los inicios de las obras. Normal que exista la famosísima expresión de «esto es más largo que la obra del Pilar». 

Fue precisamente cuando se terminaron las obras del cuerpo principal del templo cuando se tiene constancia de la colocación de flores en el camarín de la Virgen los 2 de enero y 12 de octubre. Sin embargo, lo que de verdad hizo que arrancara la tradicional ofrenda floral ni siquiera tuvo su origen en Zaragoza, sino en Valencia. En el año 1945 se inició la costumbre de realizar una ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados de Valencia, y cuando en el año 1954 abrió sus puertas la Casa de Valencia en la capital aragonesa, ese mismo año sus integrantes no quisieron perder la costumbre y realizaron una pequeña ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados, que en Zaragoza se encuentra en la parroquia de San Gil en la calle don Jaime. Después, decidieron también realizar una ofrenda a la Virgen del Pilar como figura anfitriona de la ciudad. 

Al año siguiente se realizó también una ofrenda de flores en nombre de la Virgen de Guadalupe desde México, pues tradicionalmente se la había considerado como la primigenia Virgen de la Hispanidad. Esto se debe a que las primeras disposiciones que realizaron los Reyes Católicos para comenzar a organizar el primer viaje al nuevo mundo de Colón, se llevaron a cabo en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, en la provincia de Cáceres, figura que se llevó luego a América y que tuvo un gran arraigo en México. 

Primera Ofrenda, en 1958

El caso es que estas y algunas otras ofrendas de flores no pasaron desapercibidas y le gustaron mucho a Manuel Rodeles, por entonces concejal del Ayuntamiento de Zaragoza. Este se interesó especialmente por lo que se hacía en Valencia y con el apoyo del alcalde Gómez Laguna impulsaron la primera ofrenda de la historia en el año 1958, en la que participaron unas 2.000 personas vestidas con trajes regionales. El acto tuvo un gran impacto y se siguió repitiendo en los años siguientes. Ya en la década de 1980 eran más de 50.000 los oferentes, y en 2019 el ayuntamiento calculó en casi 190.000 los participantes. 

Mientras tanto, y a pesar de ser mucho menos multitudinaria, cada 13 de octubre se realiza la ofrenda de frutos que en cambio es unos años más antigua que la de flores, pues se tiene constancia de su realización desde al menos el año 1949. Todos los participantes, unos 10.000, pasan también vestidos con diferentes trajes regionales aportando alimentos que luego son donados a la Hermandad del Refugio de Zaragoza llegando a contabilizarse hasta 6.000 kilos en donaciones. Como vemos, ambas tradiciones son relativamente recientes, lo que no impide que sean dos de los actos más queridos de las fiestas zaragozanas.