Ramón y Cajal fue mucho más que un gran médico, fue también un patriota empedernido.
Nació en el año 1852 en Petilla de Aragón, que es un pueblo navarro rodeado de suelo aragonés por todas partes, como una isla dentro de nuestra comunidad autónoma. Pero él siempre se sintió aragonés, ya que su nacimiento en esa localidad navarra fue meramente circunstancial. Su padre, médico de profesión, por su trabajo cambiaba continuamente de residencia, llevando con él a toda su familia por varios pueblos del Alto Aragón, incluido a Santiago Ramón y Cajal.

Hizo sus estudios primarios en Jaca, el bachiller en Huesca y sus estudios universitarios en Zaragoza. Aunque llegara muy lejos como médico, era un mal estudiante y revoltoso en su niñez. Eso sí, siempre tuvo, desde su más tierna infancia, un espíritu inquieto y curioso que le llevaba a preguntarse continuamente por el mundo que le rodeaba, fundamentalmente por los avances tecnológicos y los fenómenos naturales. Incluso llegó a fabricar un cañón de madera y hojalata. Era un apasionado de la pintura y sus padres lo tuvieron difícil para encauzarlo hacia la medicina.
Una vez terminó sus estudios universitarios, en 1873, le tocó hacer el servicio militar obligatorio, que entonces duraba varios años, en unos momentos en que el país estaba sumido en una guerra civil: la Tercera Guerra Carlista. Sin embargo, poco tiempo estuvo combatiendo en esta guerra, ya que se ganó por oposición la plaza de médico segundo en Cuba, ascendiendo a capitán del ejército.
Por aquel entonces Cuba era un territorio tan español como lo es hoy en día Madrid y Barcelona y se estaba librando una larga contienda, que duró diez años, contra los isleños que se querían independizar. Estuvo por aquellos lares tan solo un año porque enfermó de gravedad a causa de las enfermedades tropicales, que fueron un verdadero azote para las tropas españolas. En 1875 en un lamentable estado de salud fue declarado no apto para el servicio y regresó a España.
A su vuelta es cuando comenzó su carrera como docente e investigador. Gracias a las pagas que ganó como soldado se costeó de su propio bolsillo la construcción de un laboratorio en Zaragoza y en 1877, con tan solo 25 años, se doctoró en Medicina. También ingresó en una logia masónica, lo que lo puso en contacto con la élite intelectual y económica del país.
Poco después enfermó de tuberculosis pero se recuperó y fue nombrado director del Museo Anatómico de Zaragoza. En 1882 se le concedió una cátedra en la Universidad de Valencia, donde estudió la epidemia de cólera que diezmó a la ciudad. Al poco tiempo, en 1887, recibió una cátedra en la Universidad de Barcelona, donde desarrolló sus principales investigaciones en neurociencia, siendo aceptadas sus teorías en 1889 por la prestigiosa Sociedad Anatómica Alemana.
En 1892 consiguió una cátedra en la Universidad Central de Madrid y, en 1901, el Gobierno creará el Laboratorio de Investigaciones Científicas. A partir de aquí, es cuando se suceden los galardones, tanto nacionales como internacionales, haciendo gala de un verdadero patriotismo, rechazando aquellos premios que comportaban un gran gasto para el Estado español.
Insistió en rebajar a 6.000 las 10.000 pesetas anuales que pretendía pagarle el Gobierno como director del Laboratorio de Investigaciones Científicas. No aceptó el cargo de ministro de Salud porque no quería cobrar por ello. Sin embargo, sí que aceptó el puesto de senador vitalicio, ya que en aquellos tiempos era un puesto que no se pagaba. También financió con su dinero los estudios de Medicina en el extranjero de su hijo, a sabiendas de que si hubieran pedido una beca, se la habrían concedido.
Severo Ochoa, otro médico nacional galardonado con el Premio Nobel, años después dijo que la investigación en biología y medicina era muy deficitaria en nuestro país pero que sin Cajal habría sido inexistente.