El 25 de noviembre del año 1961 finalizó la construcción de las dos últimas torres de la catedral-basílica del Pilar de Zaragoza, que adquiría así su forma definitiva tras 280 años de obras.

¿Cuántas veces hemos escuchado por Aragón y sobre todo por Zaragoza la frase «esto es más largo que las obras del Pilar»? Y desde luego no le falta razón. Y es que la catedral-basílica del Pilar, o al menos el templo barroco que disfrutamos hoy en día y que sustituyó al edificio mudéjar preexistente, comenzó a construirse en 1681 gracias al impulso que le dio desde 1670 el por entonces virrey del Reino de Aragón, Juan José de Austria, hermanastro nada más y nada menos que de Carlos II el Hechizado.

Sin embargo, el edificio no fue terminado completamente en cuanto a su estructura hasta 280 años después, el 25 de noviembre de 1961. Y es que ese día finalizaron las obras de las dos torres que dan a la ribera del Ebro y que fueron las últimas en construirse gracias al patronazgo de Leonor Ruiz Sala y Francisco de Borja y Urzáiz. Un matrimonio muy adinerado pero que no tenía hijos y que decidió pagar esta construcción que culminó la estructura del proyecto.

El caso es que el padre de Leonor, Esteban Alejandro Sala y Santanac, fue tres veces alcalde de Zaragoza, senador por la provincia y uno de los no pocos artífices de que el ayuntamiento de la ciudad autorizara en 1892 el derribo de la famosa Torre Nueva, en la actual plaza de San Felipe. Esta magnífica torre civil construida a inicios del siglo XVI con proyecto del arquitecto Juan de Sariñena rigió con su reloj y su campanario la vida de los zaragozanos durante casi tres siglos desde sus 80 metros de altura, caracterizada sobre todo por la inclinación de la estructura que alcanzaba los 3 metros sobre su eje, algo muy característico de las torres mudéjares.

Aún así, la torre era perfectamente segura y durante todo ese tiempo fue la edificación más alta de la ciudad. No en vano, fue la atalaya desde la cual durante los Sitios de la Guerra de la Independencia se vigilaban los movimientos y ataques de los ejércitos napoleónicos y con un sistema de tañidos de campana avisaba de en qué zona de la ciudad se estaba produciendo un ataque de importancia para que acudieran allí suficientes defensores para repelerlo.

Cacicada de turno

Pero a finales del siglo XIX y ante la cacicada de turno, unos pocos lograron que el ayuntamiento de la ciudad ordenara su derribo aduciendo el peligro de que la torre se viniera abajo dada su inclinación. Muchos zaragozanos lucharon para evitarlo, pero finalmente el derribo se llevó a cabo produciendo la pérdida de una de las joyas arquitectónicas de la capital aragonesa.

En defensa del patrimonio

En julio de 1902, pocos años después de que el Ayuntamiento de Zaragoza derribara la Torre Nueva, en Venecia se desplomó el Campanile de San Marcos. Aquella misma tarde, el ayuntamiento de la ciudad dispuso una cuantiosa suma para reconstruirla, gracias a lo cual hoy en día disfrutamos de ese monumento y de las vistas de la ciudad desde lo alto. Una enorme diferencia sobre la importancia que se ha dado a nuestro patrimonio

¿Quién sabe si además de su habitual práctica de donativos, Leonor quiso devolver a la ciudad con esas dos torres del Pilar parte de lo que su padre ayudó a quitarle a los zaragozanos con el turricidio de la Torre Nueva? El proyecto de construir estas dos últimas torres fue encargado al arquitecto municipal Miguel Ángel Navarro, motivado además por las bodas de oro del matrimonio. 

La primera piedra fue colocada el 11 de diciembre de 1949, teniendo el proyecto completo un coste de 25 millones de pesetas. En agradecimiento, las dos torres fueron bautizadas con los nombres de ambos mecenas, San Francisco de Borja y Santa Leonor. Ambos permanecen enterrados en la cripta del Pilar junto a personajes como José de Palafox y cuyas puertas se abren los días 1 y 2 de noviembre de cada año.

¿Y de la Torre Nueva nos olvidamos? Realmente no, ya que el recuerdo de los zaragozanos hacia ella siguió y sigue estando latente e incluso una de las campanas que avisaron a los habitantes de la ciudad de las horas, incendios y de los bombardeos franceses durante los Sitios en la Guerra de la Independencia fue colocada en una de esas torres. 

Al menos ahí seguimos teniendo ese recuerdo de una ciudad que achaca mucho la pérdida de su patrimonio a la destrucción sufrida durante los Sitios pero en la que ha tenido mucho más que ver realmente la especulación urbanística.