El 22 de enero de 1981 murió en Madrid la aragonesa María Moliner. Su padre era el médico rural de Paniza, siendo ella la mediana de tres hermanos. Disfrutó de una educación sin mayores problemas hasta que su padre se fue a Argentina en 1914, abandonando a la familia. Esta salió adelante en gran parte gracias a María, que obtenía ingresos dando clases particulares de latín, matemáticas e historia mientras a la vez iniciaba su propia formación.

En 1921 se licenció en la especialidad de Historia obteniendo el Premio Extraordinario de su licenciatura. Durante aquellos años de estudio mostró su cara más polifacética, colaborando en la realización del Diccionario aragonés. A su vez, trabajaba como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, al frente del cual estaba en aquel momento Juan Moneva.

Pionera

Al año siguiente de terminar la carrera aprobó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo su primer destino el Archivo General de Simancas. Desde allí pasó, en 1924, al Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia, donde siguió rompiendo barreras, al convertirse en la primera mujer que impartió clase en la universidad murciana.

Entre los años 1929 y 1939 participó en la política bibliotecaria nacional. Especialmente durante la segunda república, cuyos gobiernos desarrollaron programas para extender la cultura a la población, escolarizar y alfabetizar al país; entregándose María Moliner en cuerpo y alma a dicha tarea. Escribió varias obras sobre cómo debían funcionar las bibliotecas públicas y cómo se debería de organizar la red bibliotecaria de España. De hecho, acabó dirigiendo la biblioteca de la universidad de Valencia y formó parte en la Junta de la Adquisición de Libros e Intercambio Internacional con el fin de mostrar al mundo los libros que se editaban en el país. Además se encargó de la Subsección de Bibliotecas Escolares de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, de la cual era vocal.

Con la derrota del bando republicano en la Guerra Civil, tanto ella como su marido fueron castigados por su ideología de izquierdas, perdiendo su marido la cátedra de la universidad y regresando María al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo. Por fortuna, con los años y no poco esfuerzo, María Moliner se convirtió en la directora de la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid.

Pero si algo destaca en su enorme labor es el Diccionario de Uso del Español, publicado en dos grandes   volúmenes entre los años 1966 y 1967. Le llevó confeccionar este diccionario, nada más y nada menos que la friolera de quince años. Es uno de los diccionarios más completos que hayan existido jamás donde se incluyen definiciones, sinónimos, expresiones y frases hechas, familias de palabras, al que le agregó una sintaxis y una gramática con numerosos ejemplos.

El puesto Emilio Alarcos Llorach

En 1972 se propuso que formara parte de la Real Academia Española, pero fue elegido para el puesto Emilio Alarcos Llorach. María dijo al respecto que entendía que finalmente fuera este el elegido, ya que su propia obra no era extensa, sino que su único mérito para formar parte de la Real Academia Española era la elaboración de un diccionario; aunque si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!».

La biografía de María Moliner es la de una de esas pocas mujeres que en aquellos tiempos triunfaron académicamente en un mundo cerrado sólo para los hombres y que inspiraron a las demás mujeres a luchar por sus derechos. Todo ello a costa de trabajar muchísimo más duro y de ser mucho más brillantes que sus homólogos varones, recibiendo, en la mayoría de los casos, menor reconocimiento del que deberían haber recibido, tan sólo por su condición de mujer.