En la capital aragonesa siempre han existido ciertos círculos de resistencia que han querido dar una mayor vida y actividad cultural a la ciudad, y sin duda una de las instituciones que más destaca en este aspecto es el Ateneo de Zaragoza. Para explicar su ya dilatada historia que llega hasta nuestros días y que ocupa ya más de siglo y medio, tenemos que irnos hasta mediados del siglo XIX, a una España en la que ya había triunfado el liberalismo frente al Antiguo Régimen y en la que las luchas se habían instalado entre los propios liberales, los más moderados y los más progresistas.

Inestabilidad política

Esto conllevaba cierta inestabilidad política y a que a lo largo del reinado de Isabel II (1833-1868) se sucedieran una guerra civil como fue la carlista (entre liberales y absolutistas) y diferentes golpes de Estado a través de los cuales los liberales moderados y progresistas intentaban lograr el poder. En aquel contexto vamos hasta una Zaragoza que durante buena parte del siglo XIX se convirtió en una de las ciudades más rebeldes y revolucionarias del país. Por lo general fue uno de los bastiones más importantes del liberalismo progresista, cuyo líder fue el general Baldomero Espartero. De hecho, esta fe ciega en este militar y político (en palabras del historiador Daniel Aquillué, Zaragoza era más esparterista que el propio Espartero), le costó a la ciudad el ser incluso asediada y bombardeada en el año 1843 cuando triunfó el golpe de Estado que derribó la regencia de Espartero.

Fue precisamente en esa Zaragoza en plena efervescencia de ideales políticos (era de las primeras en actuar en casi todos los «saraos» y revoluciones que hubo en esos decenios), en la que la vida cultural también estaba en auge. En la década de 1850 comenzaron a celebrarse con cierta asiduidad reuniones de los socios del Círculo de Amigos, en las que se leía la prensa del momento y se realizaban tertulias acerca de la situación política del país pero también sobre otros temas, como los nuevos e incesantes avances científicos y tecnológicos que se iban dando al calor de la revolución industrial, debates sobre Historia, literatura y un largo etcétera.

Miguel Delibes, Ramón J. Sender, Camón Aznar, Gregorio Marañón o Albert Einstein, en la lista de sus grandes protagonistas

Joaquín Gil Berges

Ahí es donde entra el entusiasmo de Joaquín Gil Berges, abogado jacetano y años más tarde ministro de Justicia y de Fomento durante la primera república. Con él a la cabeza, ese Círculo de Amigos fue reconvertido en el Ateneo de Zaragoza, que comenzaba así su andadura el 23 de enero del año 1864. Gil Berges fue su primer presidente aunque, precisamente durante los años en que se marchó a Madrid para participar en la política nacional, la actividad del Ateneo quedó interrumpida durante 13 años hasta que regresó de nuevo a Zaragoza y se retomó la actividad.

El Ateneo zaragozano ha estado siempre muy vinculado al Centro Mercantil, Industrial y Agrícola así como a la Diputación Provincial, dos de sus grandes apoyos para sustentar su trabajo junto a las cuotas que pagaban y siguen pagando los socios que la integran. En un ambiente tremendamente politizado como comentaba antes, el Ateneo se preocupó en intentar mantenerse neutral a las diferentes tendencias políticas, buscando sobre todo el convertirse en una institución centrada en la difusión de la cultura a través de conferencias, certámenes de poesía, conciertos y tertulias. Clara muestra de ello es que en estos eventos han participado grandes figuras de distintos campos de la cultura y las ciencias incluso a nivel mundial, destacando Miguel Delibes, Ramón J. Sender, el gran Camón Aznar, Gregorio Marañón e incluso Albert Einstein durante la visita que realizó a la ciudad en marzo de 1923. Sirvan estas líneas como pequeño y humilde homenaje en este 158 aniversario a uno de los baluartes de la cultura zaragozana.